Es que he venido escuchando últimamente, de una manera sistemática, una serie de noticias hablando mal de la Ciudad de Medellín, maximizando desproporcionadamente los acontecimientos y luego dando cátedra de ética y buenas maneras a muchas personas en muchos rincones del país
Son 16 comunas y 5 corregimientos los que conforman Medellín. Su distribución es por comunas, esto es, pobres y ricos (si es que se puede dividir así una ciudad) vivimos necesariamente en ellas, así que cuando se habla de manera despectiva, como lo escuché esta semana en Bogotá diciendo: “de allá de las comunas de Medellín” no tiene ningún sentido la expresión. Es que he venido escuchando últimamente, de una manera sistemática, una serie de noticias hablando mal de la Ciudad de Medellín, maximizando desproporcionadamente los acontecimientos y luego dando cátedra de ética y buenas maneras a muchas personas en muchos rincones del país y siento como si ya se estuvieran metiendo a opinar en temas tan domésticos y además sin ningún contexto que me empieza indisponer.
Recuerdo también como se ataca a los deportistas colombianos por que no ganan todas las competencias en las que participan, sabiendo que han llegado a los certámenes más importantes del mundo con todo en contra. Somos un pueblo que se alegra con la desgracia y se entristece con los éxitos, y no es la excepción si hablamos del desarrollo de nuestras ciudades.
Aún con la decidida carrera de desprestigio que han emprendido algunos medios de comunicación y algunos partidos políticos, tenemos una de las ciudades más galardonadas del mundo por su capacidad de transformarse con un modelo que objetivamente ha reducido la brecha entre las clases sociales y que a futuro aportará la mayor población de profesionales al país. Somos un conglomerado público, el único del país, de los únicos en América Latina, que decidió trabajar bajo los parámetros de las certificaciones mundiales de la gestión pública, con elementos de gobernanza y concurrencia como principales articuladores de la administración. Nos guste o no los alcaldes que hemos tenido, de acuerdo o no con ellos, hemos construido una ciudad ejemplo en urbanismo por las estrategias innovadoras de gestión, encabezada por una empresa de servicios públicos que tiene operación en todo el continente. Más de 50 instituciones de educación superior, casi 400 instituciones educativas, entre ellas colegios de alta calidad y jardines infantiles proyectados a incentivar en los niños los saberes que la región necesita a futuro, una actividad cultural solo comparable en presupuesto con el ministerio de cultura y una bancada de deportistas que aportan al país casi la mitad de los triunfos que obtenemos en el mundo.
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No es esta una ciudad en crisis, no es una región en caída libre como lo quieren hacer ver muchos sectores, estamos en transformación, somos un territorio complejo, sabemos que es frágil el equilibrio que hemos mantenido hasta hoy y a pesar de todo, con dificultad la capital puede llegar a igualar algunos de nuestros indicadores. Es una ciudad que todos hemos ayudado a construir y de la que presumimos con orgullo. Hemos llevado nuestro presupuesto a cuatro billones doscientos seis mil seiscientos sesenta y tres millones ochocientos setenta y tres mil novecientos setenta y cuatros pesos ($4.206’663.873.974) en el 2016, y hemos invertido metódicamente en la formación ciudadana, aun sabiendo que son varias décadas las que mostrarán un resultado.
A todo esto, lo preocupante no es la mala prensa a la ciudad que mayores reconocimientos le ha entregado al país, es la necesidad morbosa de sentirse mejor con las dificultades que hemos venido teniendo, que seguramente las superaremos, aunque después de la estrategia del descrédito, seguiremos siendo una ciudad que avanza aún con dificultades y todo.