Cuando la paz mundial está en riesgo, el Derecho Internacional se vale de sanciones que no siempre son efectivas.
El jueves 27 de julio, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una serie de sanciones a Rusia. Fueron dos las razones que lo llevaron a tomar esa decisión: la primera, la supuesta injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016, de las que salió victorioso Donald Trump. La segunda, por la estratagema que derivó en la anexión de Crimea a la federación rusa: Vladimir Putin ordenó movilizar tropas militares a Ucrania en 2014, tras el derrocamiento de Víktor Yanukóvich, para facilitar la incorporación de Crimea a Rusia. Hoy Crimea es de Rusia, según los rusos, y de Ucrania, según la comunidad internacional.
Las sanciones establecen, entre otras, la expulsión de 35 diplomáticos rusos y la confiscación de dos inmuebles desde donde, al parecer, se realizaron las labores de espionaje relacionadas con los comicios.
El jefe del Comité de Asuntos Exteriores del Consejo de la Federación de Rusia, Konstantin Kosachov, prometió que la respuesta a esas sanciones no será simétrica, sino “dolorosa”. Putin, el presidente ruso, dio inicio a esa promesa: el domingo 30 de julio ordenó la expulsión de 755 empleados de la embajada de Estados Unidos en Moscú. Y advirtió que vendrán más medidas.
La profesora de Derecho Internacional de la Universidad Autónoma Latinoamericana, Bibiana Catalina Cano Arango, especialista en Mediación de Conflicto de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, explicó que a esa figura se le conoce como retorsión.
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Consiste en responder a una medida lícita del adversario, pero inamistosa, con un acto que respeta los límites del derecho, pero igualmente poco amistoso.
Junto a la retorsión, según el Derecho Internacional Público, están otras dos medidas de coerción: la represalia y la guerra. La represalia es aquella en la que se adoptan medidas de fuerza para obligar a una rectificación por parte de un Estado cuyas actuaciones ilícitas causan daño a un territorio soberano y que se niega suspender. Medidas que suelen responderse con otras represalias más dañinas y sucesivas, que podrían conducir a una confrontación armada. Y la guerra, que es la máxima medida de fuerza, el enfrentamiento bélico entre dos o más naciones.
La represalia, en consecuencia, se puede explicar con los últimos acontecimientos entre Corea del Norte y Estados Unidos. El primero ha realizado pruebas con misiles Hwasong-12 que amenazan con llegar a Guam, una isla del Pacífico ubicada entre Filipinas y Hawai y que es un territorio no incorporado de Estados Unidos, y con armas balísticas intercontinentales que tienen la capacidad de llegar hasta Alaska.
Por su parte, EE. UU. y Corea del Sur realizan ejercicios militares conjuntos con cierta periodicidad, que incluyen el lanzamiento de misiles en aguas marítimas surcoreanas, lo que indigna a Kim Jong-un, presidente de la República Popular Democrática de Corea.
La tensión en la península coreana está marcada por una guerra que sigue vigente, aunque de alguna forma, en tregua. Esa franja de tierra fue ocupada en 1945 por EE. UU. y la entonces Unión Soviética. Al iniciarse la guerra fría, el territorio se dividió en dos: Corea del Norte, dirigida por el dictador comunista Kim Il Sung, y Corea del Sur, presidida por Syngman Rhee, de tendencia capitalista. En 1951, las dos coreas fueron a la guerra. Pero dos años después decidieron dejar de combatir, pero por cierto tiempo, lo que se conoce como un armisticio.
Al no existir un órgano internacional mediante el cual se puedan ejercer acciones coercitivas, le corresponde a cada Estado aplicar las contramedidas, de manera unilateral. Sin embargo, estas sanciones deben seguir las directrices señaladas por el comité de sanciones de la Organización de las Naciones Unidas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la ONU fue creada para evitar que los países llegaran a enfrentarse en una guerra. Así lo recordó el especialista en estudios políticos y profesor de la facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia, Gustavo Adolfo Soto Marín. “Y las sanciones son una forma con que la ONU procura evitar las confrontaciones”. Sin embargo, aclaró, hay situaciones en las que algunos Estados deciden imponer sus condiciones, dado su estatus de potencia, para defender sus intereses nacionales e internacionales. “El derecho internacional se ve superado por la ley del más fuerte, la real politik, que lleva a que algunos países tomen medidas como las que tomó Rusia frente a Ucrania. O Estados Unidos con Afganistán, cuando deciden que otros países son una amenaza terrorista constante para su país”, advirtió Soto Marín.
En los últimos meses, el motivo más recurrente para imponer sanciones es la reiterada violación a los derechos humanos y el terrorismo. Un ejemplo reciente son las sanciones que Estados Unidos impuso a 21 ciudadanos venezolanos -13 hace dos semanas y ocho más hace un par de días-, por su apoyo al “régimen dictatorial venezolano”, según indicaron autoridades norteamericanas.
Sirven las sanciones, pero…
Para el profesor Soto Marín, las sanciones son muy efectivas, dependiendo del interés y el rigor de quien las impone. “En Irán, sancionaron a toda la economía, Estados Unidos y la Unión Europea prohibieron que sus empresas tuvieran negocios con los iraníes, que aviones o buques viajaran a ese país, les negaron el ingreso a otros países. Los destrozaron económicamente. En Corea del Norte, las medidas apuntan a reducir las exportaciones de ese país, lo que los dejaría sin moneda extranjera para adquirir productos, pagar deudas, etc.”, dijo.
Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de Política Exterior Comparada en la Universidad del Rosario, estimó, por su parte, que estas sanciones son poco efectivas, pero valiosas. “Le pongo un ejemplo. En Venezuela las sanciones no han servido. El Gobierno de Maduro es menos flexible, más radical. Siguieron adelante con la Constituyente a pesar de las advertencias. Pero Estados Unidos consigue demostrar que puede imponer sanciones a personas, que las puede afectar y embargar las propiedades que tengan en territorio estadounidense, sin dejar de adquirir el petróleo que necesita”, subrayó Jaramillo.
No es posible predecir si las sanciones serán efectivas o no. Así lo analizó para el periódico EL MUNDO Sebastián Bitar Giraldo, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes y doctor en Relaciones Internacionales de la American University. “En el caso de Rusia, las sanciones son para personas, al igual que en Venezuela. De cierta manera son castigos no muy fuertes, como sí ocurrió con Irán, que los obligaron a retroceder en su intención armamentista nuclear. Sin embargo, Estados Unidos decide sancionarla de nuevo”, señaló.
Frente al caso venezolano, Bitar Giraldo planteó que hay un doble interés: A Estados Unidos le interesa comprar petróleo a Venezuela, “porque si no lo hace, el precio de la gasolina en su país subiría a niveles exorbitantes. Y eso no le conviene a EE. UU. Tampoco renunciar a esa fuente de petróleo. Recordemos que Venezuela en este momento posee las reservas más grandes de petróleo en el mundo, 300 mil millones de barriles, por encima de Arabia Saudita. Por eso sus sanciones son a personas, no a entidades o al Estado”, agregó.
Una de las estrategias de Estados Unidos, frente a Venezuela, es conseguir que las personas cercanas a Nicolás Maduro lo presionen para que deje el cargo, para que haya un cambio de régimen. De no lograrse, podría haber un cambio de táctica. El profesor Soto Marín lo definió así. “Porque el tema del petróleo no se toca, por ahora. Miremos, Venezuela está pagando la deuda a China con petróleo, los rusos quieren tener mayoría accionaria en Pdvsa. Estos países se están metiendo en su área de influencia política. Dos países que se muestran en el horizonte como quienes disputarían la hegemonía mundial a Estados Unidos. Entonces, la estrategia podría cambiar”.
Los embargos económicos, sin embargo, han demostrado que no acaban siempre con un país. Pasó con Cuba. Y ahora con Catar, país al que Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y otros países de Oriente le impusieron sanciones por su presunta colaboración con el terrorismo. Ahora, Catar superó el bloqueo y se reinventó. “Estas sanciones podrían terminar fortaleciendo a esos países. Por ejemplo que Venezuela radicalice una dictadura. Y nadie se atrevería a derrocar a Nicolás Maduro, porque tendría un rechazo internacional”, indicó por su parte Carlos Alberto Patiño Villa, profesor de la Universidad Nacional, experto en conflictos internacionales contemporáneos.
Amenaza de guerra
Sebastian Bitar advirtió que el “caso Guam” es bien delicado. “Una amenaza muy seria. Corea del Norte logró que sus cabezas nucleares encajaran en los misiles. Es lo único que les faltaba. Sería un suicidio si ellos deciden atacar a Guam con un arma nuclear, sin que lo hayan atacado primero. La alerta debe ser constante, en todo el mundo”, sentenció. Y Pyongyang no parece retroceder en sus pretensiones. Su animadversión contra los estadounidenses aumenta con cada día que pasa. “No se puede tomar con ligereza esta amenaza. Todo puede suceder”, puntualizó Bitar.
El estado natural del ser humano es de permanente guerra. No estaba tan equivocado Thomas Hobbes (1588-1679), el filósofo inglés, cuando lo aseguró en su obra Leviatán.