Los hermanos Carlos Puche, dos de los miles de migrantes venezolanos, se vinieron con las manos vacías de San Felipe (Yaracuy) y hoy trabajan en las calles de Medellín con la esperanza de reunirse con sus seres queridos e iniciar una nueva vida en la capital antioqueña.
Allá en San Felipe quedó su familia, sin duda la parte más importante de sus vidas, pero con ellos viaja la fe que a la distancia los mantiene unidos y que, día a día, fortalece esa inquebrantable capacidad de sacrificio que les conserva viva la esperanza de un feliz reencuentro.
La apremiante situación, producto de la aguda crisis económica, social y política que devasta a Venezuela, también tocó con fuerza la puerta de la casa de la familia Puche, allá en la capital del estado Yaracuy, donde papá, mamá y sus tres hijos hacían esfuerzos sobrehumanos para atajar ese vendaval de escaseces que cada día arrincona a más personas cercanas, vecinos y conocidos.
“Hasta que no aguantamos más”, cuenta José Carlos, de 20 años y el segundo de los hermanos: “Cursaba el tercer año de derecho en la Universidad de Yacambú, en el estado Lara, pero tuve que abandonar porque ya no tenía ni para el transporte, no teníamos con qué sostenernos. Hablé con papá y mamá y les dije que si no podía seguir estudiando me iba a otro país, porque allá ya no hay futuro. Y arranqué. Fue el 27 de julio de 2017. Ese día me despedí de ellos, con el corazón roto salí en busca de una oportunidad. Desde ese día no los veo”.
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Ese mismo día llegó a Cúcuta y allí estuvo los tres primeros meses, luego viajó a Bogotá y en enero de este año se vino para Medellín, donde hoy trabaja hombro a hombro junto a su hermano mayor, Carlos David, de 27 años: “José me ayudó y me vine porque no tenía otra opción. Hace diez meses nació mi hija Camila y mi esposa Zoraida Morales y yo estábamos sin recursos, sin cómo conseguir para la leche y el alimento de la bebé. Entonces tuve que dejarlas allá para salir a buscar algo que pueda enviarles y que les ayude a sobrevivir”, relata.
David, quien también tuvo que dejar los estudios de Ingeniería en agroalimentación para dedicarse primero al comercio informal y luego como conductor de un transporte de carga pesada, llegó hace dos meses largos a la capital antioqueña.
“Hemos trabajado acá en todo lo que nos brindan la oportunidad, pero ahora estamos en esta esquina vendiendo dulces y cigarrillos, que nos da para sobrevivir y poder enviar una ayuda para la familia”.
Cajón en mano, David y José se mueven entre los carros y las motos en la esquina de la carrera 70, junto a la estación Estadio del Metro, donde han encontrado la solidaridad de quienes entienden la tragedia que vive el país vecino.
“Allá es imposible vivir hoy. El salario mínimo en Venezuela es de 5 millones 800.000 (bolívares), pero una cesta de huevos vale entre 13 y 15 millones y un par de zapatos cuesta 250 millones. Además, los supermercados continúan vacíos, el hambre es lo único que aumenta, no hay medicinas, las personas están muriendo por falta de medicamente y atención en los hospitales. Es una situación de extrema crueldad, pero nadie hace nada”, lamenta el hermano mayor agradeciendo al Señor, a la vida y a la gente de esta tierra que los ha acogido.
“Aquí encontramos la suerte de un compatriota que tiene un restaurante en este sector del estadio, él nos ayuda con el almuerzo y la cena, nos transporta todos los días por la mañana y por la noche. Es un ángel que el Señor puso en nuestro camino, la gente también nos apoya y nos ayuda, y ojalá podamos establecernos aquí, porque nos gusta Medellín”, repiten casi al unísono.
Por eso están haciendo un gran esfuerzo, con trece o catorce horas de trabajo diario, para recoger los pasajes y traerse a su hermano Carlos Alejandro, de 18 años, y a sus papás, “porque allá no hay esperanza de nada y no pensamos regresar. Los militares y el gobierno están unidos y los del pueblo nada podemos hacer, mire todos los muchachos que murieron hace más de un año en esas protestas, más de cien, y no pasó nada. Nos han masacrado, y todo sigue igual. Por eso no queremos volver, a qué”.
Una realidad que refleja no sólo el drama de los miles de venezolanos que a diario tienen que abandonar su país en condiciones de precariedad y vulnerabilidad, sino también la inquietante situación de ciudades y países vecinos que, como Medellín, no estaban preparados para atender esta emergencia humanitaria en constante aumento.
Cifra de migrantes, en permanente aumento
Pese al aumento de los controles en la frontera y las mayores dificultades económicas en el país vecino, la cifra de migrantes venezolanos aumenta cada día.
En su informe del mes de julio, Migración Colombia reportó que “más de 870 mil venezolanos, entre regulares e irregulares, se encontraban radicados dentro del territorio nacional.
La cifra representa un incremento del 5% respecto al último reporte presentado por la autoridad migratoria colombiana a comienzos del mes de junio y del 58% respecto al año 2017.
Según el Director General de Migración Colombia, Christian Krüger Sarmiento, “de mantenerse la misma dinámica en el vecino país, el éxodo de venezolanos continuará en aumento”, por lo que las autoridades advierten que al final del año esas cifras serán muchísimo mayores.
Consideración que reafirma Toni Vitola, vicepresidente de la colonia venezolana en Colombia.
Según Vitola, el 7,5% del total de los migrantes a Colombia se han instalado en Antioquia, la mayoría en Medellín, “pero además es una cifra en permanente aumento”.
También señala que “el perfil del venezolano que llega hoy es distinto al de hace dos años. Primero venían con pasaporte y traían recursos económicos para sobrevivir los primeros meses mientras empezaban a trabajar. Ahora no, los que están llegando no tienen pasaporte por las dificultades para tramitarlo y por el alto costo, la mayoría llegan a pie y sin dinero, por lo que se ven sometidos a trabajar en las calles de manera informal para ir resolviendo el día a día”.
Sin embargo, anota que son muy pocos los casos en que esos ciudadanos regresan a su país. “Que se conozcan, sólo por circunstancias coyunturales, la señora que se le agrava un hijo, el hijo a quien se le murió la mamá, y así en esos casos extremos, pero nadie quiere regresar mientras el país esté en las mismas condiciones”.
Feria de empleo Comfama para venezolanos
La Caja de Compensación Familiar de Antioquia -Comfama- brinda nuevas oportunidades a los migrantes venezolanos radicados en Medellín. Para ello extiende invitación a la actividad que se realizará el próximo martes 18 de septiembre en la sede bodega/Comfama, ubicada en el sector Perpetuo Socorro, Medellín.
A partir de las 8:00 a.m. se estarán asignando turnos de atención para que, en calidad de ciudadanos venezolanos, puedan iniciar su “ruta de empleo” que consiste en asesoría para:
Inscribir hoja de vida en el Servicio Público de Empleo.
Recibir orientación ocupacional con psicólogos y expertos que ayudarán a moldear el perfil laboral (oportunidades de mejora y talentos).
Plan de formación para fortalecer el perfil.
Gestión de hojas de vida por parte del Servicio de empleo con empresas antioqueñas.
Los ciudadanos venezolanos que tienen permiso especial de permanencia o pasaporte sellado, lo pueden llevar para adelantar de forma más ágil los trámites de inicio en la jornada, pero si no los tiene, igual recibirá atención.
La actividad no tienen ningún costo y a ella también pueden asistir migrantes de otros países.
Empresarios se declaran afectados
La creación de una entidad que articule un plan integral para atender el éxodo de ciudadanos venezolanos al país, fue la petición que le formuló la Red de Cámaras de Comercio de Colombia (Confecámaras) al presidente Iván Duque.
Durante la instalación del Congreso Nacional de esas entidades, en Cartagena, el presidente de Confecámaras, Julián Domínguez, recalcó el jueves que a las dificultades que existen para crear empresas, se suma ahora la crisis de Venezuela que los agobia.
En esa dirección destacó la labor de las cámaras para promover acciones público-privadas que permitan atender la crisis con un plan de trabajo integral para conjurar el intercambio informal de divisas, el paso ilegal de ganado y de combustibles y los altos índices de criminalidad.
Naciones Unidas estima que unos 2,3 millones de venezolanos se han visto obligados a abandonar su país ante la crisis sociopolítica que no les permite acceder ni siquiera a los servicios básicos de salud, educación y alimentación.