La dama que sobrevive

Autor: Mariluz Uribe
19 septiembre de 2017 - 12:07 AM

La dama, cabecidura de nacimiento resolvió que definitivamente no se tomarían ninguna pastilla dormilona, a ver qué pasaba

Una noche, acaso con murmullos y música de alas, llegó el gran profe de tango y otras maravillas a dar una clase a la dama de este cuento. Luego comieron lo que había, un trozo de pescado de aspecto aleteante, una botella de alcohol potable (o impotable) nunca quedó claro según las consecuencias siguientes.

Cuando el profe cogió su transporte, algo que es común al amanecer, la dama en cuestión se arropó con sus ruanas y decidió dormir sin recurrir a las pastillas llamadas “Bella durmiente”, pues ya estaba medio adormecida y con ganas de descansar.

Pues qué pasó, en toda la noche, la pobre dama no pegó el ojo, ni siquiera el de la aguja que acostumbraba ensartar para sus ocasionales remiendos. Avanzaba la noche, su corazón palpitaba con más velocidades que nunca, parecía estar corriendo para ganar el campeonato de ciclismo o algún otro campeonato de resistencia. La dama, cabecidura de nacimiento resolvió que definitivamente no se tomarían ninguna pastilla dormilona, a ver qué pasaba, aunque tomó juiciosamente aquellas que le restringían la loca presión a una cifra aceptable.

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El sueño no llegaba, se hacía el difícil. A la mañana siguiente ella desayunó a las 6 con lo que encontró, pan viejo y café frío. Como a las 2 pm habló con su fisioterapeuta y llamó a “Emergencias”, todos llegaron en cuanto pudieron, la dama no había muerto, pero tampoco re-resucitado. El interesante Dr.D. médico de las Emergencias, hizo varios exámenes, indicó que lo mejor sería ir a la clínica, la dama no quería pues ella siempre había dicho que prefería morir cómodamente en su casa y así lo había convenido: llamaría a la Dra. Ochoa, directora de DERECHO A MORIR DIGNAMENTE.

Pero a esas llegó la sobrina de las pilas puesta y dijo: “a la clínica tía porque si no…” Así que suaz, a Urgencias urgentes, donde parecía que todo el mundo estaba urgido, la dama pasó por varios cuartos y cuarticos donde le practicaron exámenes varios y variados, finalmente le metieron una tabla debajo de la espalda, para una radiografía, aunque claro ella se podía poner de pies pues el corazón queda más arribita, generalmente sobre la costilla donada por Adán en pleno paraíso. La dama casi se desnuca pero la radiografía salió bien, salieron lucidos el corazón y todas sus conexiones.

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De vuelta a la dura camilla en el cuarto rodeado de cortinitas, y de voces de gentes hablando por celulares, donde la esperaba su bella sobrina, juntas inventaron almohadas y mantas con sus chaquetas, y cuando ya se iban a dormir, 4 am, apareció un elegante médico de nombre ruso y dijo a la dama y a su sobrina acompañante: -Se pueden ir para la casa.

El conductor gentil las condujo a través de los borrachos y estrellados de las noches bogotanas. A la mañana siguiente la dama del cuento estaba, como decimos vulgarmente, como un “lulo”, sin haber tomado medicina alguna.

Por la tarde de ese día viernes la dama volvió a chequeo médico y el doctor ni corto ni perezoso le “colocó” a la dama lo que llaman un Holter, aparato colgante y rampante que descaradamente mide toda la vida. los pecados capitales incluidos. Con Mr. Holter adherido, la dama se embutió las pastillas para dormir mejor -estilo lobo de Caperucita- y tomó también las tales bajadoras de presión. Puff!

Pasada la hora del almuerzo y habiendo copiado toda su vida privada y semi pública en ¨el cuadernito”, la dama fue a la clínica a que la liberaran del tormento inquisicional, lo cual fue hecho “de un tacazo”. Luego, ella tuvo que pedir auxilio para que le despegaran los 5 circulitos pegados como para una foto de SOHO, para lo cual la dama debió comunicarse rápidamente con las directivas y fotógrafos.

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