Para una ciudad aún frágil en sus relaciones de confianza como Medellín, el incumplimiento de la palabra o el aprovechamiento de la institucionalidad para fines non santos puede hacer trizas, de verdad, lo hasta ahora avanzado
Del establecimiento de lazos de confianza en el ejercicio del gobierno puede significar el éxito o fracaso de una política pública. Las instituciones y sus autoridades son las primeros llamados a promover, honrando el valor de la palabra y el impacto de sus acciones, los acuerdos —formales e informales— entre ciudadanos e institucionales, y por supuesto, entre los mismos ciudadanos.
Hechos recientes, como la captura de Gustavo Villegas, que por su gravedad han estremecido a los ciudadanos de Medellín, me llevaron a cuestionarme por más fracturas en la construcción de confianza de la institucionalidad local con los ciudadanos. Primero vi el letrero de un taxi que decía “Alcalde, su palabra no tiene valor”, haciendo referencia al inconformismo del gremio a las promesas hechas por el mandatario para conjurar el paro del pasado 10 de mayo. Luego pensé en otros síntomas que no colaboran con ese necesario —y urgente— propósito.
No se construye confianza cuando se perpetúan expresiones de exclusión. Por ejemplo, en el corregimiento Altavista, tras los problemas de orden público, las autoridades han dicho: "no nos iremos"; luego regresa la muerte y repiten: "llegaremos". No se construye confianza cuando se requiere del Ejército para acompañar operativos de movilidad. No se construye confianza cuando las vallas de obras públicas cada vez tienen menos información para la veeduría ciudadana. No construye confianza quien se niega a apretar la mano de quien considera diferente. La confianza perdida no se recupera mirando a los ojos.
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En mi consideración fue un acierto que la cultura ciudadana fuera el eje transversal del plan de desarrollo de la actual administración de Medellín. Sin duda hay que avanzar en transformar, no sólo la piel de la ciudad, sino en el comportamiento ciudadano que se traduzca en mejores niveles de convivencia por ejemplo.
Aún Medellín adolece de una ciudad fragmentada y con debilidades en el tejido social.
De acuerdo con el informe Retos y oportunidades de la cultura ciudadana en Medellín (Corpovisionarios, 2015), el 42% del ponderado de la ciudad contestó que “en general se puede confiar en la gente”, sólo el 19% de las familias vulnerables creen en esa afirmación. A renglón seguido sólo el 26% de los encuestados confía en las instituciones y mientras la confianza en los jueces disminuye, la predisposición a justicia por mano propia sube.
Este año se hará una nueva encuesta que mostrará si hubo un impacto en la generación de confianza en tener a la cultura ciudadana como eje transversal del plan de desarrollo. Para una ciudad aún frágil en sus relaciones de confianza como Medellín, el incumplimiento de la palabra o el aprovechamiento de la institucionalidad para fines non santos puede hacer trizas, de verdad, lo hasta ahora avanzado.
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