Las medidas extremas de la contingencia no pueden ocultar la urgencia de reactivar el desarrollo del sistema de transporte integrado del valle de Aburrá.
Declarar al valle de Aburrá en contingencia ambiental y sugerir, o imponer, medidas extremas para reducir los niveles de partículas contaminantes en el aire no puede convertirse en rito repetido con riesgo de ser otra costumbre con que esta sociedad intenta paliar temporalmente males evitables con políticas públicas y voluntad ciudadana.
Con aportes de expertos en transporte y ambientalistas, la subregión concibió, y dio los primeros pasos en su implementación, el transporte y la movilidad como sistema integral con el Metro como centro en el que convergen cables, tranvías, Metroplús, buses alimentadores y de las cuencas, así como las bicicletas y senderos peatonales.
Este modelo que articula medios de transporte ambientalmente sostenibles, económicos para los usuarios y eficientes en su cobertura parece olvidado. En cambio de ese sueño, difícil pero posible, Medellín ha optado por medidas de circulación y políticas de tarifas a la medida de los buses tradicionales, medio hostil a los usuarios y a la ciudad que tiene inocultables responsabilidades en el crecimiento de la preferencia por viajar en inseguras y contaminantes motos.
Dos contingencias ambientales son mucho para un valle mediano en población e industrias. Tener más sería absurdo, y doloroso para una región que se atrevió a soñar con ser innovadora en su modelo de transporte y movilidad.