La chica danesa y las reflexiones de Gadamer

Autor: Óscar Jairo González
9 febrero de 2017 - 12:00 AM

La película británica dirigida por Tom Hooper, es analizada por Óscar Jairo González en estos apartes de sus textos de estudio, escritos a la luz de la letra de Hans-Georg Gadamer en Elogio de la teoría. 

Medellín

Toda relación con uno mismo, toda relación con los otros, y toda relación con el mundo (visión del mundo), son problemáticas, por su carácter inconmensurable e inabarcable. Uno mismo tiene esas características, uno mismo es de esa manera. Y también lo son los otros, cada vez que nos hallamos ante los otros, se nos hace tormentosa la relación, se hace oscura y transparente en el mismo momento. Podemos decirla, pronunciarla, evidenciarla pero no conocerla en su totalidad. 


Considero que la película La chica danesa relata una historia, la historia de la vida de dos pintores: Einar Mogens Wegener y Gerda Wegener. Cuya relación estará medida, intervenida y dominada por el arte. La vida en el arte y para el arte. Toda la vida se resuelve en esa relación, de carácter estético. Quién hace arte, quién tiene la sensibilidad construida para el arte, lleva una vida de otra manera, como lo hicieron Einar y Gerda. Es revelador que su vida, en todo momento se basa en una rebelión constante contra todo lo que busca dominar, condenar la vida libre del artista. El artista requiere y reclama la libertad para vivir su arte. 


Aquí esa necesidad de libertad es esencial y nodal en y para sus vidas. No se es artista en condiciones y circunstancias que no propicien la libertad creadora. Y si ese medio y condiciones no lo propician el artista, sea el que sea, posea el estilo que posea, tiene que liberarse de él para ser libre en la creación, como lo hicieron y lo probaron con sus vidas Einar y Gerda cuando deciden instalarse en París. Y París es la ciudad del arte y de  la libertad, es allí donde van a poder desnudarse en su intención e interés de llevar su vida en el arte. No habrá más contradicciones ni habrá más críticas a sus vidas y a su hermosa relación, hermosa por el carácter revolucionario que tiene, y pueden vivirse de esa manera, desde la transexualidad de Einar (Lili Elbé) y la visión de la sexualidad de Gerda.


La vida entonces solamente tiene sentido, cuando la verdad, se alcanza, así sea por un momento, por medio del movimiento intencional y maniobrado hacia la construcción de la verdad en cada uno, de la consciencia de la necesidad irreductible de esa verdad, que son y forma la realidad de la vida.


La verdad tiene sentido entonces, si está contenida y deviene de la razón, de la razón como la concibe Gadamer: La razón consiste siempre en no afirmar ciegamente lo tenido por verdadero, sino en ocuparse en ello críticamente. Su hacer es el de la Ilustración, pero no como el dogma de una nueva racionalidad absolutamente regulada que todo lo sabe mejor; la razón es también comprenderse a sí mismo y nuestra propia relatividad en un autorreconocimiento perseverante.


El diálogo está construido por las palabras y para Gadamer es muy principal este hecho como lo demostró en su libro posterior a este del que tratamos,  sobre el poeta Paul Celan: Quién soy yo, quién eres tú. (1999). El trato (como un tratado) entre Einar y Gerda, se hace, se realiza desde y en la palabra, como es palabra también lo que pintan, su pintura. Cada pintura que hacen, una relacionada con el tema de la naturaleza, la de Einar y la otra relacionada con la figura humana (Figurativismo, y Art Nouveau), son su palabra, y es la palabra de cada pintura, la que les revela de otra manera en su relación. 


Gadamer afirma que: “El logos es más bien una disposición de palabras para la unidad de un sentido, el sentido del discurso. Llamamos a eso la unidad de una frase. Pero también esto es una fragmentación de la palabra. Aunque no es por completo artificial, es por fin una unidad deliberada. Ya que, ¿dónde está la palabra que debe ser dicha, completamente dicha? ¿Dónde termina el sentido? ¿En la unidad de la frase? Más bien en la unidad del discurso que termina en un enmudecer”. 
La palabra da y proporciona el horizonte de sentido. Tiene sentido lo que se dice entre ellos, porque está la palabra en el principio mismo de su relación y trato desde y mediado por el arte. 


La contradicción de uno y otro, se resuelve en la palabra y cesa la turbiedad del odiarse por conocer su verdad. Como lo es la transexualidad de Einar, pero que se muestra y se exhibe poderosamente a través y por medio del arte, de lo estético. Gestos de uno, que se hacen arte, y puede ser, inclusive su modelo mujer. Observamos que no se trastorna la relación, por esa verdad, que se conoce en ellos, cuando esta se desnuda y se hace verdad como la luz luminosa del Taller en el que pintan, que me recuerda la luminosidad barroca, si podemos hablar así, del pintor Vermeer de Delft.


De esa manera, lo que llamamos tolerancia del otro, de los otros, alcanza y se dimensiona en otro sentido, porque esa tolerancia se construye y se forma en el trato. Cada ser humano debe ser un tratado, un tratado para ser leído y considerado por el otro. Einar y Gerda toleran lo que son, porque entre ellos dos, hay un tratado que los media, que hacen y escriben (pintan) desde el arte. 


No es una casualidad que el arte sea el provocador de la vida en la tolerancia, porque el arte que los relaciona es rebelión contra el orden establecido, y la vida del artista, es exactamente lo contrario del orden y de la obediencia. El artista no se obedece sino a sí mismo, obviamente, que desde y con lo que ha formado y estructurado para su vida. 
Libertad y rebelión son de carácter y pertenecen al temperamento estético del artista, y aquí tanto de Einar y de Gerda. Como el interés y la necesidad están determinadas por el arte, es donde se causa la relación de conocimiento de sí mismos. Y cuando se intenciona la vida hacia el conocimiento de uno mismo, del otro y del mundo, es cuando se causa el nuevo horizonte de sentido de ellos, de los otros y del mundo. 


Y por lo tanto, se excede la realidad en sus intolerancias oscuras, en sus intolerancias exterminadoras del otro, porque al conocerme a mí mismo, puedo conocer al otro y de allí, sin duda, al mundo. Visiones del mundo, que están concentradas en la vida en el arte. 
Con ello quiero decir, que todo ser humano tiene vida en el arte, hace su vida en el arte, pero no todos los seres humanos tienen y desarrollan, les interesa y sienten necesidad de hacer y llevar una vida en el arte. 

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