La alternativa del centro

Autor: Johnatan Clavijo
22 marzo de 2018 - 12:08 AM

El comentario común es que si no se han unido las dos candidaturas de centro es por culpa de sus egos.

Después de las elecciones para elegir a los miembros del Congreso de la República en el próximo periodo de gobierno, la tensión política gira en torno a la campaña presidencial. Iván Duque y Gustavo Petro ya demostraron lo que pueden lograr como candidatos, tras conocerse el resultado de sus consultas internas. Cambio Radical se posiciona como segunda fuerza política del país y su líder natural, Germán Vargas Lleras, sigue trabajando para tener una alta votación que lo ponga en un escenario de segunda vuelta.

Mientras tanto el centro, representado en Sergio Fajardo y Humberto De la Calle, ve difícil la posibilidad de unirse alrededor de una candidatura única, que genere un impacto en la opinión pública y ponga la balanza de nuevo a su favor antes de la primera vuelta. Otros, más osados, van más allá y piden que a la alianza de Fajardo y De la Calle se una Petro, en una apuesta que resulta muy difícil, incluso en una segunda vuelta, por las diferencias sustanciales en las formas y en las propuestas para gobernar el país que tienen los dos primeros con el candidato de la Colombia Humana.

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El comentario común es que si no se han unido las dos candidaturas de centro es por culpa de sus egos. Pero el asunto va mucho más allá y tiene que ver con el trabajo que desde las dos campañas se ha adelantado y que no se puede negociar en una mesa de buenas a primeras; también, se relaciona con las responsabilidades políticas que debe asumir alguna de las partes al renunciar a sus aspiraciones presidenciales y, dicho sea de paso, de lo difícil que resulta negociar con un Partido Liberal que carga el lastre de ser un partido tradicional, involucrado en juegos de poder y las repartijas de cargos que nada tienen que ver los mensajes de una coalición alternativa que declara como su “punto de partida”, la lucha contra la corrupción y el clientelismo.

El escenario es complejo porque plantea que, si el centro no se une, difícilmente logrará estar en un escenario de segunda vuelta donde, con mayor facilidad, el candidato que haya llegado hasta allí podrá recibir adhesiones y respaldos sin comprometer la visión que una parte del país ya ha respaldado en las urnas. Ahora, del desempeño de estos candidatos dependerá cómo inclinan la balanza a su favor y ponen en relieve sus propuestas, en un ambiente donde parece primar la polarización, el odio y el miedo.

Ambas campañas tendrán que lograr diferenciarse para que, ante los electores, no sean lo mismo en dos cuerpos distintos. También, necesitan crear hitos que motiven a los votantes inseguros a inclinar la balanza a su favor y se sientan convocados por una propuesta con posibilidades de gobernar, con respaldo ciudadano y con capacidad de emocionar, ya no desde el miedo o el odio, sino desde la esperanza.

En este escenario, la Coalición Colombia liderada por Sergio Fajardo podría aventajar a De la Calle si sabe explicar claramente el terreno común que ya se ha construido durante más de seis meses entre el Polo, la Alianza Verde y Compromiso Ciudadano, destacando la fortaleza de un programa de gobierno tejido desde la diversidad de las visiones –y que puede ser cualquier cosa menos tibio–, y si saben aprovechar también la legitimidad y la experiencia de un exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín con muy buenos resultados en ambos cargos de relevancia nacional, y que, además, ha sabido gobernar sin necesidad de dar dádivas.

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Aunque es una lástima que las posibilidades de lograr una candidatura única de centro sean cada vez menores, aún queda un camino por recorrer y serán los ciudadanos quienes elijan a quien mejor encarne una nueva alternativa para un país que necesita de nuevas alternativas después de 16 años de uribismo y santismo.

Nota de cierre: aunque votaron casi la mitad de las personas que podían ejercer este derecho el 11 de marzo, aún son muchas las que no se deciden a ejercer su derecho. Ojalá, en las presidenciales, muchas más personas vayan a las urnas, porque –parafraseando a Barack Obama– el cargo más importante en una democracia no es el de Presidente o Primer Ministro, sino el de ciudadano.

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