La Academia Antioqueña de Historia y sus hombres

Autor: José María Bravo Betancur
22 septiembre de 2018 - 01:04 AM

¿Cómo hará la Academia Antioqueña de Historia, a lo largo de sus ciento catorce años de fundada, para mantener la alta calidad de sus integrantes?

JOSE MARIA BRAVO MARQUEZ

 

Es un distinguido profesor de música y de otras importantes asignaturas que capacitan a los amantes del estudio para ir a través del mundo, en este peregrinar mortificante o alegre, con alguna perspectiva de triunfo.

Nació en la ciudad de Medellín el 16 de mayo de 1903 en el hogar de don Ricardo Bravo Posada y doña Ana Joaquina Márquez Bravo, hermana del notable escritor, poeta y polígloto don Tomás Márquez, cuyas producciones honran la literatura colombiana y sus críticas literarias, bajo el seudónimo de don Lope de Azuero, tuvieron gran resonancia hace algunos años en el campo de las letras colombianas.

Hizo los estudios primarios en el Colegio de San José de Medellín a cargo de los hijos de San Juan Bautista de la Salle, luego cursó un año de bachillerato en la Universidad de Antioquia, después pasó a la ciudad de Cali y en esta histórica urbe del Valle del Cauca, estudió humanidades con los fervorosos seguidores de San Francisco de Asís el charlador de los pájaros y con el temido lobo de Gubia de quien habla el poeta Darío en su poesía inmortal. Con los mismos religiosos estudió filosofía en Ubaté, Cundinamarca, y con estos nuevamente estuvo en Cali y en Chapinero donde hizo estudios de teología (dogmática y moral), como también derecho Canónico y Civil.

Al profesor Bravo Márquez no le son desconocidos los idiomas francés, italiano y latín. Conoce también algo de alemán y de griego.

En el año de 1928 fue director de LA DEFENSA, diario tradicionalista de Medellín y en los años de 1930 y 31 fue colaborador de EL COLOMBIANO y COLOMBIA, importantes diarios de la misma ciudad. El último de éstos ya no existe.

Hace ya un lustro que dicta varias clases en la Universidad de Antioquia, entre ellas Historia antigua, media y moderna e HISTORIA DE AMERICA. Sobre ésta posee un texto inédito que se halla al estudio de varios profesores expertos para ver si es el caso de adaptarlo como obra de enseñanza en el ALMA MATER de Antioquia, gestadora de hombres útiles en diversos campos de la actividad humana.

 

Vea: Todo el que habla canta

 

Una de sus mayores aficiones es la música y por eso ha hablado con hombres geniales como Juan Sebastián Bach, Luis de Beethoven, Vicente Bellini, Cayetano Donizetti, Carlos Gounod, Amadeo Mozart, Juan Palestina, Joaquín Rossini, Roberto Schumann, Ricardo Strauss, José Verdi, Ricardo Wagner y Jorge Federico Hender, etc.

La voz de la música vierte como una suave tranquilidad sobre el imperio del mundo. La invención de sus signos es una de las mayores conquistas que ha hecho el hombre sobre la tierra. Se debe al monje Guy de Arezzo en 1023 y los primeros seis signos son las primeras sílabas de un cántico de San Juan, así: UT queant laxis, Resonare fibre Mira gestorum, FAmuli tuo um SOLve polluti, LAbii rectum. En el año 1640 se dice que empezó a reemplazar el UT por DO. Cuéntase también que el SI fue incorporado por Guy de Arezzo, mas otros dicen que fue Vender Putten en el siglo XVI y hay quien diga que en el año 1666 lo introdujo Lemaire. Por eso dijo alguno: “siete figuras aparecieron cerca de  mi. Todas vestidas de bellas sedas; sus gestos eran ritmos, y sus aspectos armoniosos encantaban.

Al hablar, sus lenguajes eran música; y si hubiesen sido nueve, habría creído seguramente que eran las musas del Sagrado Olimpo. Había en ella luz y melodía, y atraían como un imán supremo. Yo me adelanté hacia el g grupo mágico, y dije:

-Por vuestra belleza, por vuestro atractivo, ¿seréis acaso los siete pecados capitales, o quizás los siete colores del iris, o las siete virtudes, o las siete estrellas del Rey Apolo; siete princesas nacidas en el aire, del seno misterioso de nuestra madre la Lyra?

Y adelantándose la primera, oí que me dijo:

-Yo soy DO. Para ascender  al trono de mi madre, la sublime Reina, hay siete escalones de oro purísimo. Yo soy el primero.

La otra me dijo:

Mi nombre es RE. Yo soy el segundo escalón del trono. Mi estatura es mayor que la de mi hermana DO. Pero la irradiación de nuestros cabellos es la misma.

Esotra djo:

Me llamo MI. Tengo un par de alas de palomas y revuelo sobre mis compañeras, desgranando un raudal de trinos de oro.

La que sigue habló así:

_ Mi nombre es FA. Me deslizo entre las cuerdas de las arpas, bajo los ecos de las violas, y hago vibrar los sonoros pechos de los bajos.

La otra habló de este modo:

-Mi nombre es SOL. Tengo nombre de astro y resplandezco ciertamente entre el coro de mis hermanas. Para abrir el secreto del trono, en la puerta de la plata y del oro,  hay dos llaves misteriosas. Mi hermana FA tiene l una, yo tengo la otra.

La que sigue dijo así:

Mi nombre es LA, penúltima del poema de Mallarmé. Soy despertadora de los dormidos o titubeantes instrumentos, y la divina y aterciopelada Filomena descansa entre mis senos.

La última estaba silenciosa, y entonces la interrogué:

¡Oh! tú, que estás colocada en el más alto de los escalones de tu madre la Lyra, eres buena, eres bella, eres fascinadora; deberá tener entonces un nombre suave como una promesa, fino como un trono, claro como un cristal!

Y ella contestó: Sí”

coloquio fue sublime y las notas se quedaron con nosotros para deleite humano.

El profesor Bravo Márquez ha escrito varias obras musicales propias para piano, orfeón y orquesta. La música la practica con alegría y la enseña con deleite en varios establecimientos de educación, como el Ateneo Antioqueño y la Escuela Complementaria José Félix de Restrepo.

En los años de 1933 y 34 estuvo al frente de la Dirección de Escuela de Música en el Instituto de Bellas Artes de la capital de Antioquia.

En Cali y Bogotá enseñó algún tiempo latín y música y en La Ceja del Tambo, música y francés. Ha enseñado también particularmente varias asignaturas. Es, pues, un ciudadano de una cultura reconocida por sus comprofesores y discípulos.

El doctor Julio César García lo propuso como miembro correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia, en virtud de sus capacidades y por el tamiz de su criterio el doctor García mostró que si es acreedor a tal distinción.

El señor Bravo Márquez es también peritísimo en la historia del Arte. Así que su labor en la Academia es de un interés trascendental.

Quien se prepara de este modo para ir por los campos de la vida, merece muy bien el acatamiento de los hombres estudiosos y el reconocimiento de sus merecimientos.

 

Le puede interesar: La moral era el eje de la sociedad

 

El pasado nos interroga sobre, ¿cómo hará la Academia Antioqueña de Historia, a lo largo de sus ciento catorce años de fundada, para mantener la alta calidad de sus integrantes?

Compartir Imprimir

Comentarios:


Destacados

Carlos Vives
Columnistas /

Para adelante y para atrás

El Mundo inaugura
Columnistas /

EL MUNDO fue la casa de la cultura de Medellín

Mabel Torres
Columnistas /

Firmas y responsabilidad

Guillermo Gaviria Echeverri
Columnistas /

La desaparición de EL MUNDO

Fundamundo
Columnistas /

Mi último “Vestigium”

Lo más leído

1
Columnistas /

Cinco cosas a favor y cinco en contra sobre el comunismo extinto

Los comunistas son tan enfáticos en su convicción que con la mayoría resulta imposible hacer un diálogo
2
Columnistas /

¿Glorieta, rompoi o romboi?

@ortografiajuanv explica las interrelaciones de culturas y la formación de nuevas palabras
3
Cazamentiras /

Nicolás Maduro, ¿colombiano?

Recientemente, usuarios en las redes sociales reavivaron la polémica en torno a la nacionalidad del...
4
Columnistas /

Eutanasia, mistanasia, gerontocidio

En varios países europeos, muy especialmente en Bélgica, pero también en Suecia, Alemania, Gran...
5
Columnistas /

¿Dulcecito o dulcesito?

El elemento que agregamos al final de una palabra para cambiar su sentido se llama sufijo… Este sufijo...
6
Columnistas /

Entre Roma y Colombia, paralelo de la decadencia

Colombia buscará en las elecciones presidenciales el líder que logre unificar de nuevo al país. Obra...