En Medellín hay dos exposiciones (una en el Mamm y otra en el Edificio Antioquia) del mismo artista, mientras los creadores locales tienen cada vez menos oportunidades para exponer, ¿por qué?, responden los organizadores, ¿qué hay para destacar de las muestras?, plantea este escrito.
Sabio, fuerte y contundente es Aníbal Vallejo Rendón cuando dice que en Medellín no hay muchas opciones para los artistas emergentes. Tampoco las hay para los de mediana trayectoria. Ni qué decir de los grandes maestros como él, muchas veces olvidados.
Recientemente, el artista, excurador del Museo de Antioquia y exdecano de Artes de la UdeA, planteaba un debate sobre cómo hoy las oportunidades de un artista para exhibir su trabajo son muy reducidas, ya que, en la Medellín actual, “se cuentan en los dedos los espacios disponibles para exhibir artes plásticas”.
Entonces, si esta es una ciudad con muchos artistas porque cada vez se gradúan más de sus facultades e institutos, y no hay dónde colgar sus obras como puede evidenciarse en una de las decenas de consultas que este medio de comunicación recibe vía correo electrónico cada semana: “soy artista plástico, he participado en exposiciones en París y en eventos importantes, pero no he podido conseguir un espacio para exponer en Medellín, por ello les pido que me ayuden con una nota para difundir mi trabajo”… ¿por qué hay dos exposiciones (de importante tamaño) del artista Juan Mejía en Medellín?
No se trata sólo de que Juan Mejía, nacido en Estados Unidos, quien se crió en Cali y ahora está radicado en Bogotá, no sea nacido en estas tierras. El creador, quien es profesor asociado del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes, en el área de Artes Plásticas, tiene una trayectoria en exposiciones desde 1995, así como una propuesta que, para críticos como Carolina Ponce de León, posee méritos para exponer en esta ciudad y en cualquier otra. Eso no se puede ocultar, ganó el Premio Luis Caballero en 2015; pero ¿será que debe tener una dupleta de exposiciones, lugares, esfuerzos en comunicaciones y gestión?, lo que, por lo menos en los últimos cinco años, no pasa con ningún creador de la ciudad.
Es bueno que Medellín, sus ciudadanos, sus artistas, todo el mundo, vea otras perspectivas, aunque sería mejor si esto estuviera balanceado con la notoriedad que reclaman los creadores locales.
Las razones del Mamm y de la UdeA
“No son dos exposiciones, nosotros vemos el proyecto Hacia un lugar común que está exhibido en la Naviera, como parte de la presencia de Juan Mejía en Medellín. Lo que pasa es que las instituciones culturales tenemos que juntar esfuerzos, hubo un tema de oportunidad, a la Universidad de Antioquia y al Mamm nos parecía interesante juntar esfuerzos, juntar presupuestos, hacer una alianza grande entre dos instituciones potentes de la ciudad, no se trata de cuántas exposiciones, se trata de la oportunidad”, respondió al respecto María Mercedes González, directora del Mamm.
¿Por qué sí hacen ese “esfuerzo conjunto” por un artista que no es de la ciudad (ni del departamento) y no por uno local?, fue la pregunta siguiente a la directora, quien respondió que “el programa Revisiones, del cual hace parte la exposición de Juan Mejía, fue concebido para difundir, ofrecer visibilidad a un artista colombiano de trayectoria media, ante lo que el universo de posibilidades es amplio. No somos un Museo temático, ni cronológico, entendemos el arte colombiano de una manera amplia, en ese proyecto han estado María Isabel Rueda (Cartagena), Beatriz Olano (Medellín) y ahora Juan Mejía (Valle del Cauca). El criterio del lugar de nacimiento o de trabajo del artista tiene un peso, pero también hay otra serie de elementos a la hora de considerar hacer una exposición u otra pasa con todos los segmentos que tenemos en el Museo”.
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Para Oscar Roldán-Alzate, director de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia, “es una dulce coincidencia, yo desde hace más o menos dos años, cuando Juan se ganó el Premio Luis Caballero, hablé con él porque siempre he querido que la ciudad vea esas obras, es un premio nacional, que no solamente han ganado en Bogotá. Cuando estaba en el Mamm en Carlos E. Restrepo, logré traer una obra ganadora, después era más complicado traer a los ganadores. Cuando vi la obra de Juan, la que tenemos en la Naviera, pensé que era una oda a una de las empresas humanas más sensacionales que ha existido, yo lo invité, y, cuando el pasado 2016 estábamos llegando al tema, nos dimos cuenta de que el Museo también quería hacer una exposición de él, entonces me pareció oportuno que juntáramos esfuerzos para un artista que ha planteado unas preguntas novedosas en el circuito del arte contemporáneo en Colombia”.
Juan Mejía, por su parte, explicó que “son dos exposiciones con dos iniciativas diferentes que se juntaron en algún momento, entonces me pareció bueno. Fue muy interesante tener dos exposiciones de esta envergadura: la del museo es retrospectiva y la otra tiene el peso de que es un premio. Fue una gran entrada a toda la ciudad, ya que nunca había exhibido allá”.
Comentarios críticos a las dos muestras de Juan Mejía
1.La curaduría atiborrada y excesiva que el Mamm planteó para la exposición Educación sentimental de Juan Mejía resulta hasta peligrosa para la obra misma. Durante la inauguración, que contó con lleno total, algunas piezas quedaron movidas por personas que pasaban junto a ellas y las corrían con el cuerpo, entre el tumulto. Ojalá quienes trabajan en las salas del Museo hayan reportado esto.
Si la idea es que la muestra desconcierte, lo hace. Siendo una obra sobrecargada de imágenes y reflexiones, verla en tal montaje requiere mucho más tiempo y paciencia. Se necesita un ojo entrenado, conocimiento y dominio del discurso artístico, condiciones que el público local todavía está construyendo en muchos casos, aun cuando hay grandes conocedores. Nadie está subestimando al público, que quede claro, es una reflexión de lo valioso de entregarle al visitante local una exposición menos cargada para que no se sienta abrumado, con cientos de formatos, técnicas, colores, materiales, mensajes.
Recordando el montaje de la revisión Muestrario de José Antonio Suárez (que también tenía muchas obras), el Mamm contradice la dinámica de una exposición curada con cautela, porque esa sí que guiaba a ver las libretas del dibujante, invitaba a apreciar el detalle, a evaluar condiciones particulares en un mar de obra, porque la consistencia museográfica iba en una dirección (o muchas, similares). Esta, por el contrario, no parece tener una conexión entre algunas series que comparten la sala. No hay puntos fijos, no hay posibles guías.
Juan Mejía resulta divertido, irónico, fuerte y políticamente crítico. Quizás muchas de las obras sobrarían para decir que es virtuoso en el manejo de las técnicas, él dijo al respecto que esta exposición es “una especie de retrospectiva de mediana carrera, entonces de entrada compromete una cantidad de trabajo. No están todos pero sí los más representativos momentos, no me parece que las obras se afecten en ese sentido, me pareció que la selección y el montaje se fueron construyendo uno sobre el otro. Sí se concibió que se fuera llenado el espacio, pero hay la posibilidad de contemplar cada trabajo. No es minimalista, ni con todo el espacio respetuoso y sagrado sino que tiene el espíritu de estar bastante lleno. La selección de trabajo se hizo en conjunto con el curador. Lamento mucho que a usted no le parezca, pero yo quedé muy contento con el montaje”.
La visión de la representación y las figuras, del concepto de imagen comercial o popular junto a la de figuras destacadas en áreas como la literatura, es precisa.
“Supongo que uno puede hacer una exposición más reducida, pero no veo por qué vaya a ser mejor. No creo que haya una repetición de cosas, no sabría qué es lo que sobra. Hay unas obras generales de artistas que, de algún modo, son más coherentes formalmente, entonces menos obras hablan de sus cambios o evoluciones, en mi caso yo varío las cosas formalmente, recurro a diferentes medios, pero en últimas lo que me gusta es la posibilidad de hacer otro tipo de relaciones que sí están. No es una cosa exhaustiva, pero sí hay proyectos representativos, ambiciosos, series, que se conectan los unos a los otros”, agregó Mejía.
2.La curaduría que Oscar Roldán-Alzate llevó a la Naviera plantea contundencia. La muestra, titulada Hacia un lugar común (dado el nombre de la obra con la que Mejía ganó el VIII Premio Luis Caballero en el 2015), no requiere las salas llenas de obras, abrumadoras, para que cada pieza impacte, porque, según parece, el curador entendió que Mejía es potente tanto en mensaje como en técnica.
Es un artista delicado en la manera en que compone, porque por separado cada creación tiene un hilo.
Como lo planteó el curador, el trabajo de este artista “que no se desliga de lo estético, hace un puente entre el universo estético y el conceptual”.
En la muestra, la potencia del mensaje se entiende con obras de gran formato espaciadas, un color azul de fondo que bien da esas dimensiones de agua y una línea de pensamiento que conecta con la historia del edificio.
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Hay una pared especial que en la museografía presenta una decena y media de obras, la diferencia es que, como no pasa en la exposición del Mamm, esta tiene una línea de color, un concepto plenamente desarrollado a través de diferentes momentos de creación, y no genera cansancio visual, porque entiende la idea básica que, con menos recursos, genera más sensaciones.
Juan Mejía, el artista, la definió como “un proyecto único que se adecuó muy bien al espacio, se ve tal como había sido concebida para el Museo de Arte Moderno de Bogotá, con los espacios divididos, y en la Naviera cuajó bastante bien”.
3.Con estas dos exposiciones, Juan Mejía presentó diferentes momentos de su carrera, ante lo que planteó que “hay cambios formales, aproximaciones distintas. A veces hay una idea que determina una serie o proyecto en particular y esto va a decir el medio a utilizar en cada trabajo: si son pinturas es porque son homenajes a los animales que hablan. Hay medios distintos para cada proyecto, alrededor de una idea muy sencilla o muy básica”.
A la hora de juntar todos los proyectos, como se ve en la exposición en el Mamm, pudo notar “la relación que hay, unas referencias culturales a occidente, diferentes tipos de culturas: una más elevada o una de masas, esas mezclas que me han interesado. También hay un tono de humor, espero que la gente sea receptiva a él. Al armar la exposición, no es algo muy explícito, pero sí hay una cuestión de los orígenes, hacia un extremo están los orígenes del mundo, la relación de la naturaleza, mis propios orígenes, lo formativo, luego referencias y después metáforas sobre el fracaso, el éxito, los afectos, una cosa que sirvió para armar el montaje”.
Puede que el problema no sea cuántas sean las exposiciones de Juan Mejía en Medellín, así algunos hablen de exceso. El problema realmente está en que en una de las muestras se vea a un Juan Mejía que cansa, que excede, del que ya es suficiente, mientras en la otra, contrariamente, se invite a querer saber más, se dé un bocado pequeño de un gran plato, para antojar.
Es básicamente la lucha de Juan Mejía VS Juan Mejía en la que no hay dos ganadores, sólo una de las propuestas curatoriales vence.