Siempre que puede Juan Diego regresa a su querida Medellín, porque aunque disfruta de su vida en Europa, hasta las cosas más pequeñas, como saborear una arepa o un buñuelo, le recuerdan que no hay mejor lugar como casa al lado de su familia y amigos.

De su casa se marchó hace 16 años, época en la que estudiaba en el Salesiano El Sufragio y ya era uno de los mejores basquetbolistas del país, lo que le hizo merecedor de una beca para continuar con su incipiente carrera en Estados Unidos, la meca del básquet. 

Tenía apenas 15 años cuando llegó a New York y contrario a lo que podría pensarse, para Tello fue fácil destacarse rápidamente sobre la cancha, pero no en su vida cotidiana. “Aunque estaba en medio de un nivel muy alto, no se me hizo difícil hacerme un lugar y mostrarme. Pero la adaptación social fue dura porque vivía con una nueva familia y en ese entonces no había ni Skype ni las facilidades para contactarse con las personas como ahora”, recuerda Juan Diego, quien luego de dos años de high school, se dio el lujo de escoger universidad entre un ramillete interminable de ofertas que tentaron de todas las formas posibles al colombiano. Lousville finalmente enamoró a Tello con un programa ambicioso y con el voto de confianza de Rick Pitino, mítico entrenador que hace parte del salón de la fama. “Estando en Louisville llegamos al Final Four, los cuatro mejores de 365 universidades. Eso no lo cuenta cualquiera”, señala Juan Diego. Fue una época eufórica para Tello en Estados Unidos. Entrenó con siete equipos de la NBA y su nombre se pronunciaba con ansias entre varios quintentos importantes.

Pero al momento del draft ninguna oferta llegó por él. El camino para la NBA llegó hasta ahí. “En la universidad había tenido un historial de lesiones complicadas y aunque hubo interés finalmente los equipos no quisieron arriesgar en esa inversión. Sentí frutración y tristeza. ¿Cómo no? Si es que en los campamentos demostrabas ser mejor que varios de los jugadores que estaban siendo escogidos mientras vos no”, describe el antioqueño, quien luego de retomar fuerzas fijó su mirada en otro lugar que nunca fue su objetivo hasta entonces, pero que le demostraría que era el camino indicado. “Me  fui para el baloncesto europeo y durante tres años estuve yendo a la Liga de Verano en Estados Unidos esperando una oportunidad en la NBA. Pero en Europa ya me había hecho un nombre y me sentía cómodo y decidí quedarme definitivamente”, cuenta Juan Diego, a quien le costó la competencia europea por el chip que llevaba de Norteamérica. “El básquet en España es mucho más táctico. En Estados Unidos, como está orientado al espectáculo, permite que los jugadores salgan con una que otra camina. En Europa es prohibido, y me demoré unos tres meses para entender el juego. Me ayudó la versatilidad porque varios jugadores que fueron a Europa cuando hubo huelga en la NBA en 2011 no marcaron diferencia, porque no lograron entender el juego, y es que iban con la idea de ser figura. Yo mismo llegué allá con esa idea, pero logré lo que muchas de esas estrellas no lograron y fue moldear mi estilo de juego y aportar aunque mido 2,6 metros, porque podía lanzar, pasar, defender. Ser muy completo para comprender el juego como un todo”, explica Tello.

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En España estuvo en tres equipos, pero su mejor momento fue con Gran Canaria, equipo con el que vivió un día inolvidable al superar al todopoderoso Barcelona con una sesta suya. “Ya en ese entonces estaba muy feliz de jugar en Europa, porque tener al frente a equipos como Barcelona, Real Madrid o jugar la Euroliga, me hicieron ver que podía hacer una gran carrera aunque no hubiera llegado a la NBA”, afirma el deportista.

La experiencia en España le sirvió para dejar su nombre en alto en el básquet francés donde fue campeón con el Nanterre en 2012  y luego en Lituania donde fue MVP, con un nivel altísimo que lo llevó a la Liga Turca, junto con España y la NBA las más prestigiosas y mejores pagas.

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En Turquía recaló en el Pinar, un equipo cuyas aspiraciones a comienzos de la temporada 2014-2015 eran entrar a play-off y hacer una campaña digna. “Buscar un título no era la realidad para el equipo pero eramos un grupo que congeniábamos muy bien y nos enfocamos. Fue algo sublime alcanzar ese título, y saberse campeón de la Liga Turca, porque vencimos equipos como Fenerbache, que invierten millones de euros”.

  Han sido cuatro años en en el baloncesto turco. Y aún estando lejos, muy lejos de casa, Tello ha sido feliz y ha hecho una carrera plena en esas tierras. “Todo está en saber disfrutar y emocionarse con la posibilidad de probar cosas nuevas. Siempre que llego a una ciudad pienso en todo lo bueno que tiene por ofrecerme, desde la comida hasta las oportunidades profesionales. Además, el básquet turco es tremendo, la afición es muy apasionada, llegando incluso al extremo de que en muchos juegos terminan expulsados de los coliseos porque buscan peleas con hinchas de otros equipos. Pero el ambiente es increíble”, narra el pivot, quien ahora mientras descansa en Medellín espera seguir su carrera en Turquía, quizás con Besiktas, equipo que mostró interés y cuenta con el técnico con el que salió campeón Tello en Pinar.

Una lucha con balón y sin el
Aunque su carrera la hizo lejos de Colombia, Tello siempre ha sido un crítico y veedor importante para que el baloncesto nacional crezca y se desarrolle de mejor forma.
Desde hace un tiempo organiza campamentos para hallar jóvenes que se perfilen hacia la competencia. “La idea es que además de detectar talentos podamos inculcarles una buena ética de trabajo y hacerles seguimiento e impulsarlos hacia Europa. Después de comenzar con la idea otros eventos han ido llegando y eso es importante para ampliar el panorama de estos muchachos”, expone el deportista, quien admite que el básquet profesional en Colombia ha tenido altibajos en los últimos diez años, pero actualmente se encuentra en buen momento. Aún así, dice, el deporte en general carece de estructura y de apoyo para formar talentos. “O te dedicas a estudiar o al baloncesto, no se puede hacer las dos. Y como el deporte no te garantiza un futuro estable pues optan por dejarlo”, señala Tello.

El pasado mes de abril Juan Diego sufrió un accidente en un globo aerostático en Turquía que dejó un fallecido y decenas de heridos que se salvaron de milagro. “Después de salir con vida de un globo cayendo al vacío uno aprende a restarle importancia a cosas que antes influían mucho: un mal desempeño en la cancha, un mal día, esas cosas pasan a un segundo plano”, admite Tello quien agradece a Dios el regalo de la vida más allá del susto porque aún tiene muchos sueños por cumplir en Europa y proyectos por realizar para el beneficio del básquet colombiano. “Quisiera tener un centro de alto rendimiento donde muchos jóvenes puedan formarse y en un futuro no muy lejano ayudar a que el baloncesto en Colombia dé un paso más”, concluye.