Pese a que su juventud no es el motivo por el que son asesinados, los jóvenes de la ciudad son presa de las bandas criminales por su vulnerabilidad, la falta de un entorno protector y la dependencia económica que los influencia a unirse en sus filas.
L a juventud de Medellín ha puesto una alta cuota de muertos en la ciudad, en el contexto de un conflicto urbano de bandas criminales que crea dinámicas de las que ellos no pueden escapar.
El pasado lunes, Farid Camilo Álvarez, un joven de 19 años que presuntamente se negó a pertenecer a una de las bandas criminales que libran confrontaciones en Altavista, fue asesinado en su propia casa. Por otro lado, el martes, día en el que se presentaron disparos de fusil y fuertes explosiones en ese corregimiento, Willinton Andrés Flórez, de la misma edad, recibió cinco disparos afuera de su casa y en frente de su familia.
Al igual que estos jóvenes, también fueron segadas en circunstancias desconocidas las vidas de John Mario Vázquez (23 años) del barrio Aranjuez y Juan Pablo Manrique (23 años) de la comuna 16.
El impacto de los enfrentamientos entre bandas criminales, las riñas callejeras, la intolerancia y otras manifestaciones que representa el riesgo de que se siga asesinando a la juventud, se situó como la principal preocupación de las autoridades, de los líderes sociales y la sociedad medellinense.
Ante este escenario, el debate público se enfocó en si estos asesinatos corresponden a un patrón sistemático generado por alguna característica de este grupo poblacional, ante el cual se debería crear el delito de “juvenicidio” en el código penal vigente.
EL MUNDO consultó a expertos sobre las características que hacen a los jóvenes reconocerse como una población vulnerable y si es pertinente la existencia de dicha categoría y el crimen.
El panorama de violencia que enfrenta la juventud se ha generalizado en los lugares con mayores problemáticas de inseguridad como las comunas 16, 7, 13 y Altavista, según lo manifestó Juan Fernando Gómez Gómez, personero delegado para los Derechos Humanos.
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“Hemos recibido casos que dan indicios de que algunos de los combos que están delinquiendo en estos territorios están integrados por jóvenes. Su pertenencia a estos grupos ya no es una situación excepcional, sino que se ha viniendo repitiendo”, explicó Gómez.
Sobre las muertes de los jóvenes, Ximena Norato, directora de la Agencia de Comunicaciones Periodismo Aliado de la Niñez, el Desarrollo social y la Investigación (Pandi), explicó que existe una confusión conceptual dentro de la juventud y la niñez, ya que la última va desde los cero hasta los meses finales de los 17 años.
Esto produce, a su juicio, que en una etapa de la vida se es niño y joven a la vez, lo cual hace complejo definir la ley que lo cobija.
“No es correcto mezclar las edades por las legislaciones. Una cosa es asesinar a un niño, y otra diferente a un joven. A pesar de que las razones de los homicidios de los dos grupos tienen similitudes. Colombia es el cuarto país del mundo donde más se asesinan personas de cero a 18 años, según Save The Children”, indicó Norato.
La directora de la agencia especializada en derechos de los menores agregó que debería existir una categoría especial para realizar investigaciones y sanciones más ágiles.
Lukas Jaramillo, coordinador de Instinto de Vida en Colombia, manifestó que los homicidios que se vienen dando hacia los jóvenes de la ciudad es una problemática preocupante, que no se debe a la pertenencia a ese grupo poblacional sino a unas características externas y de contexto que obligan al joven popular de la ciudad a combatir o morir en los enfrentamientos entre bacrim.
“Es un patrón histórico que apunta hacia los jóvenes populares, habitantes de periferias conflictivas donde hay un control criminal; normalmente son muchachos con pocas redes de apoyo”, señaló.
Jorge Iván Avendaño, docente y miembro del Programa Investigación Criminal de la Universidad de Medellín defendió la creación del delito de “juvenicidio”, ya que “ante la cantidad de homicidios de los que son víctimas los jóvenes, podría pensarse la creación de una categoría para protegerlos y brindarles garantías para el desarrollo de su vida”.
Avendaño manifestó que las razones que constituirían este delito es el exterminio del otro “por sus pensamientos, sus actuaciones o una orientación sexual determinada, su pertenencia a grupos sociales, políticos y por condición social, también cuando la madre quiere librarse de una responsabilidad asesinando a su hijo”.
Concluyó que los debates sobre medidas de protección para los jóvenes son necesarios para que ciertas capas de la criminalidad no sigan aprovechándose de ellos para sus conductas criminales.
¿Por qué la juventud es una población vulnerable?
Este fenómeno de asesinato de la juventud medellinense, que inició desde la época de la lucha de los carteles del narcotráfico, generó una vulnerabilidad dentro de esta población.
Sobre esta temática, EL MUNDO intentó obtener la versión del secretario de Seguridad de Medellín, Andrés Tobón, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta de la entidad.
Ximena Norato, de Pandi, manifestó que esta población es vulnerable porque “aún dependen económica y emocionalmente de un adulto. Ellos no tienen capacidad de tomar decisiones en pro de su propia protección por su inmadurez cerebral; les excita la adrenalina y disfrutan de las aventuras a costa de arriesgar su vida”.
Acerca de los grandes vulneradores de derechos de la juventud, Norato agregó que para el 2015, momento en el que había aún un conflicto crudo con las Farc, Medicina Legal indicó que el 10% de los homicidios se dieron por esa guerra. “El resto del porcentaje corresponde a que nos matamos en riñas por venganzas, celos, deudas y fenómenos como el pandillismo y el microtráfico. Están asesinando a nuestros jóvenes en las calles”.
El personero Gómez manifestó que las bandas delincuenciales se aprovechan de la dependencia de los jóvenes y los seduce para unirse a actividades criminales con promesas de recibir mercados, pago de deudas, protección y para obtener armas.
Jaramillo explicó que si bien hay jóvenes que entran en las filas de los grupos criminales, es “irresponsable” decir categóricamente, sin estudios serios, que ellos son víctimas y victimarios cuando “existe un patrón de asesinato de los jóvenes por parte del crimen organizado”.
“Esa cifra de que el 55% de los homicidios en la ciudad se dan por enfrentamientos entre bandas es un absurdo, está mal medido porque en Medellín hay muchos menos combates de esa naturaleza”, acotó.
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Lukas Jaramillo, uno de los líderes de la estrategia No Copio en Medellín, que impulsó el protocolo de prevención de los asesinatos llamada “Nada Justifica el Homicidio” consideró que hay una cultura arraigada en los medellinenses en materia de violencia, la cual consiste en el “sálvese quien pueda, vea cómo sale adelante y es más importante llegar primero que cooperar. Esto hace que las redes protectoras de los jóvenes sean débiles”.
“Además, siempre habrá un adulto que hará las veces de empresario criminal, el cual está manipulando a los jóvenes para perpetuar la violencia. Medellín tiene una tradición criminal que los lleva a creerse los dueños del territorio y que tienen la hegemonía sobre la juventud; lo cual hace que pierda el valor de la vida de ellos”, reflexionó Jaramillo.
La sociedad debe rodear a los jóvenes
Para solucionar la crisis de tejido humano y de redes familiares denunciada por los expertos consultados por EL MUNDO, estos recomendaron rodear a los jóvenes y mostrar que son productivos y que sus vidas valen.
Lukas Jaramillo, del Instinto de Vida, expresó que debe haber más responsabilidad sobre los mensajes que se difunden en los medios y en la escuela, ya que se creó un correlato del éxito que privilegia exclusivamente que el primero es el que vale la pena.
“Creamos referentes y no nos preocupamos por reconocer al que más coopera o el que renunció a la autoría por el bien de todos. Este culto al líder en la cultura antioqueña es una discusión que no se ha hecho aún aquí”, manifestó Jaramillo, quien invitó a las autoridades a que vayan a los “guettos” con planes que no los aburran.
Juan Fernando Gómez Gómez, personero delegado para los Derechos Humanos, recordó que por ser un grupo altamente vulnerable, “hacemos un llamado a ese núcleo llamado familia para que esté vigilando a sus hijos; quiénes son sus amigos, dónde se mantienen. Porque son presas de los grupos criminales que los intentan persuadir de trabajar con ellos.
Por su parte, Ximena Norato, de Pandi, cree que la educación es un elemento clave para que estas personas se alejen de las calles y las pandillas. “Sin embargo, para el grado décimo ya tenemos más personas por fuera del sistema educativo que dentro del mismo. Tenemos un sistema deficiente, que es poco atractivo y no retienen a los jóvenes en sus aulas” denunció.
“Tenemos una alta cantidad de ‘ninis’ (ni estudian ni trabajan) que sólo pueden ver como ocupación estar en las calles y estar vulnerables a las carreras criminales para hacer plata. Deben fortalecerse los espacios educativos y crear políticas fuertes de inclusión laboral”, agregó Norato.