Jorge Hugo y un nuevo paso

Autor: Juan Felipe Zuleta Valencia
19 febrero de 2017 - 06:00 PM

La belleza, plasticidad y fuerza de la gimnasia eran privilegios casi vedados para el deporte colombiano hasta que apareció la figura de Jorge Hugo Giraldo, quien se encargó de abrir un camino que él anduvo en solitario durante años y hoy recorren quienes heredaron la pasión, el talento y, sobre todo, la disciplina del gimnasta antioqueño.

Medellín

Mientras evoca momentos puntuales de su carrera con un nivel de detalle increíble, Jorge Hugo hace pequeñas pausas en su relato y sus ojos se quedan viendo fijamente a un niño mientras practica en el caballete o a una jovencita que ensaya algunos saltos y caídas. 
Embelesado por los movimientos de los aprendices, los pequeños y expresivos ojos de Jorge Hugo parecen decir algo. Y cómo no, si en esa mirada están contenidos 28 años de experiencia en la gimnasia y ahora, sentado a un costado del coliseo que lleva su nombre, Jorge contempla un legado que él ayudó a construir. “Cuando empecé entrenábamos en una bodega que quedaba al lado del coliseo Yesid Santos. Los aparatos eran viejos pero buenos. Yo no me puedo quejar; entrenando allí clasifiqué a mis primeros Juegos Olímpicos”, recuerda Jorge Hugo, quien llegó a la Liga cuando tenía 8 años; se probó y toda su  vida dio un vuelco súbito. “El profesor Fernando Ángel me vio y no creía mucho en mí porque era chiquito y flaco, pero me dio la oportunidad e inmediatamente vio que tenía fuerza, capacidad y coordinación. Le dijo a mi mamá: sígalo trayendo. Y yo empecé a entrenar todos los días”, detalla el gimnasta antioqueño, quien desde entonces comenzó su acelerado ascenso: las competencias, los kilómetros y las medallas se fueron acumulando. Hasta que llegó aquel oro en el Panamericano infantil en Brasil en 1993, cuando el país conoció el nombre de ese muchacho que ya llevaba cinco años dejando hasta la última gota de sudor en las interminables rutinas y entrenamientos. Cinco años de sacrificios anónimos que se hicieron visibles mientras él no dimensionaba lo que había logrado. “Llegaron las  entrevistas luego de ganar ese oro y yo no sabía muy bien por qué. Era un Panamericano infantil y no pensé que tuviera esa trascendencia”, señala Jorge Hugo, quien ya en esa época  entrenaba a doble jornada y se había inscrito en un colegio de Indeportes, que le permitía unos horarios accesibles para entrenar a fondo.

Un todoterreno
Antes de cumplir los 20 años, Jorge Hugo ya acumulaba viajes sobre sus hombros, mostrando una capacidad de adaptación envidiable. Tal como lo hacía con los seis aparatos que conforman la gimnasia, entre los cuales se movió siempre con solvencia, lo que se conoce en el argot del deporte como all around. Algo así como un todoterreno; esa es la palabra precisa para él.
Durante seis meses dejó su casa en el barrio Robledo Aures para tomar una beca en España, esa experiencia le cambiaría la vida y la forma de asumir su carrera. Luego vinieron otros viajes, nuevos lugares. Y mientras él exploraba el mundo, en su barrio, muchos de sus amigos a los que tanto quiso y aún recuerda, se iban esfumando. “Todavía recuerdo con gran cariño a mis amigos de niñez y juventud aunque muchos de ellos ya no están vivos y otros están en la cárcel. El barrio donde me crié no era el mejor pero igual viví grandes momentos”, destaca Jorge, quien siempre reconoció sus orígenes y en su brújula siempre supo hacia donde debía ir.
Llegaron los primeros Juegos Olímpicos en Atenas, una competencia que le regaló uno de esos momentos que se quedan grabados nítidos y perfectos en la memoria. “Entré al coliseo y estaba en el mismo grupo del campeón mundial y el que sería campeón olímpico. En medio de tanta gente y bullicio lo primero que vi fue la bandera de Colombia y eso me dio una sensación inolvidable”, recuerda Jorge.
Su participación en los Juegos de Atenas rompió los paradigmas de la gimnasia no sólo en Colombia sino también en Latinoamérica. “Por muchos años clasificar a Olímpicos era algo impensado. De pronto iba algún argentino o brasileño, pero en esta parte del mundo era muy difícil ir a Olímpicos. Por eso uno de los mayores logros fue convencernos en el país y decirles: venga, vamos a hacerlo, sí se puede”, cuenta el deportista.
Luego llegaron los Juegos Olímpicos en Beijing y Londres, siempre dejando la mejor presentación posible, sin ahorrarse nada. Incluso en Londres estuvo a punto de meterse a las finales pero por una décima quedó por fuera.
En esa época apareció la figura de Jossimar Calvo, con quien  Giraldo tuvo que disputarse el  cupo para asistir a los Olímpicos de 2012. La experiencia de Jorge Hugo pesaría sobre el ímpetu de  Jossimar. Pero lo más importante era que el antioqueño ya tenía heredero. “Después de Londres pensé en el retiro, pero de la nueva generación sólo estaba Jossimar. De la Federación y la Liga me dijeron que aguantara y hoy por hoy tenemos una selección con un nivel muy grande.  Incluso estuvimos cerca de ir a los Río 2016 con un equipo completo y nos faltó poco. Pero ahora siento que me puedo retirar tranquilo”, afirma Jorge Hugo.

Una mirada atrás
“Retiro”, esa palabra que para los deportistas que tocaron la cima se torna una idea tan difícil de asumir, para Jorge Hugo se convierte en una realidad palpable y hasta deseable. Su mente ya no le reclama objetivos deportivos, porque siente que deportivamente cumplió con lo que soñó. Su cuerpo, en cambio, sí reclama descanso. “Claro, con 28 años exigiendo el cuerpo al límite es normal levantarte con dolor en la rodilla, inflamación en los hombros y muchos otros malestares. Y la mente se lastima también pero uno aprende a seguir, a llenarse de motivaciones y esos dolores van quedando atrás y la mente empieza a funcionar. Esa es la vida, no sólo en la gimnasia”, expone Jorge Hugo.
Mientras responde afectuosamente a cada saludo  de los muchachos que acaso sueñan con emular su grandeza, Giraldo reflexiona sobre la importancia de los papás en el desarrollo de todo deportista. “Mi mamá sagradamente me traía todos los días y mi papá sin tener muchos recursos siempre hizo grandes esfuerzos para darme pasajes y una alimentación adecuada. Valió tanto la pena que todavía estoy aquí”, dice.
Entrenó con la selección japonesa, aprendió durante meses  del gran maestro español Antonio Vázquez y tuvo el privilegio de salir campeón sudamericano y medallista de Copa Mundo en casa. Con muchos de sus sueños cumplidos, Giraldo mira ahora desde otra orilla, dispuesto a dar un nuevo paso en su vida ahora se prepara en Estados Unidos para ser líder y dirigente deportivo, y a  guiar a quien lo necesite, como su hijo Cristian, quien heredó su pasión por la gimnasia, o el mismo Jossimar Calvo.  “Jossimar antes no disfrutaba las competencias, como yo al principio. Lo aconsejé para que disfrutara cada momento sin presiones y así lo ha hecho”, afirma Jorge.
Y cómo no puede ser de otra forma su visión de la  vida es a través del prisma del deporte. “En mi barrio se sienten muy orgullosos de mí y yo de haberme criado allá. Trato de ayudarlos y mostrarles que a través del deporte uno observa la vida de una forma diferente. Más integral. Y eso en este país es necesario para ir más allá. Seguir avanzando”, concluye Jorge Hugo mientras vigila los pasos de los muchachos en el coliseo.

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