Hace más de 55 años, Iván Molina comenzó su travesía en un deporte del cual apenas llegaban a Colombia las imágenes de los grandes y pomposos maestros de la raqueta, de países lejanos.
“En mi primer viaje para competir salimos cuatro jovencitos desde Medellín a jugar un torneo en Utah, Estados Unidos. Pero llegamos a Miami  y tuvimos que viajar tres días en bus. Obviamente por el cansancio perdimos todos los juegos y aún nos quedaban tres días de viaje para volver”, cuenta Iván, a quien seguramente en ese momento no le hizo tanta gracia como lo cuenta ahora en la tranquilidad de sus 70 años de edad, radicado en Florida, donde se dedica a formar talentos como parte de la Federación Internacional de Tenis.
Su primer viaje como profesional resultó  muy grato. Fue en 1965, cuando viajó a Suiza acompañado literalmente sólo por su raqueta y escaso equipaje, con una escala obligada en Italia, país del cual no tenía visa. Como resultado tuvo que pasar la noche en la frontera entre ambos países, esperando a que los agentes aduaneros en confuso idioma solucionaran su problema.
Pero esos fatigosos viajes tuvieron su recompensa. En su carrera de 16 años, Molina se dio el lujo de vencer a Artur Ashe y Rod Laver (para muchos el mejor de la historia). Además, hasta hace algunas semanas era el único colombiano con un título de Grand Slam, que consiguió en dobles mixto con Martina Navratilova en Roland Garros en 1974. Un logro de proporciones para él y para el tenis colombiano.

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Un espacio en el tenis
Pero ni siquiera sus sonoros triunfos ni su título inédito sirvieron tanto a Molina para llevar su deporte hacia el público colombiano como lo fue la Copa Davis, torneo en el que representó al país en 33 series sumando sus presencias como jugador y capitán. Sobre todo aquella imborrable actuación en la Davis de 1974, cuando él y Jairo Velasco vencieron a Estados Unidos (3-2), en la Final Americana. “Formamos un gran equipo pero nadie creía que pudiéramos ganar esa serie. Nosotros concentramos durante tres semanas para esa eliminatoria y le dimos un sentido profesional que no se había visto hasta el momento. Y bueno, es inolvidable lo que logramos”, recuerda Iván, quien luego, como capitán, tendría por delante otra oportunidad para hacer historia pero esa vez no pudo ser. “Ser capitán en esa serie ante Chile en 1991 y jugando en Medellín, fue uno de los grandes momentos en mi carrera. Lastimosamente perdimos, fue muy amargo porque desaprovechamos esa oportunidad ante más de 6.000 personas y con televisión para todo el país. Hubiéramos motivado a toda una generación con nuestro triunfo y así hacer crecer más al tenis en el país en esa época”, evoca Molina. 
Pero el exdeportista se alegra por una nueva oportunidad, primero para que Colombia por fin acceda al Grupo Mundial, dando ese paso definitivo a la élite de este deporte; segundo, para quitarse esa paternidad de Chile, que a Molina sí que le tocó sufrir como jugador y capitán. Y finalmente, para Medellín, de manera que luego de dos series fallidas en las que fue sede, por fin se concrete un triunfo, que no sólo implica benficios en lo inmediatamente deportivo sino en la proyección. 
“Para Medellín y Antioquia es la oportunidad de incentivar el tenis y volver a ser fuertes, porque actualmente no tenemos representantes en Copa Davis, cuando siempre aportamos varios jugadores antioqueños en cada serie”, señala Molina, quien también es crítico con el panorama general del tenis colombiano y dice que falta organización y la participación en el circuito internacional juvenil, es aceptable pero no suficiente. “Ese es el termómetro para ver lo que pasará en un futuro. Y si hacemos ese exámen, quedamos en deuda”, dice.
Algo con lo que concuerda Álvaro Cortés, histórico de la segunda generación de tenistas colombiano, y quien en su momento fue muy crítico con la Federación colombiana cuando sucedió el bochornoso retiro de Santiago Giraldo en la última serie ante Chile. Según Cortés, que Santiago hubiera tomado la decisión de retirarse del juego sin tomar en cuenta las implicaciones y la opinión del equipo, demuestra falta de planeación y liderazgo en el tenis nacional. Pero como dice Iván Molina, esta serie ante Chile es otra oportunidad para llevar el tenis colombiano a un nuevo sitial, y así seguir creciendo.