Israel: ¿hacia una democracia totalitaria?

Autor: Joseph Hodara
2 diciembre de 2017 - 12:06 AM

Medidas institucionales y legislativas que le permitirán a la familia Netanyahu contener y disolver el alud de acusaciones y sospechas en torno a múltiples signos de corrupción que instancias jurídicas y policiales han venido reuniendo

El celebrado historiador israelí Yaakov Talmón (1916-1980) acertó en sugerir y sistematizar los orígenes y el desenvolvimiento de un sistema político e ideológico que denominó la democracia totalitaria. Concepto y realidad que habrían empezado a forjarse en los preámbulos de la revolución francesa, y que se perfilan y elucidan en los escritos de Jacques Rousseau. Como régimen se institucionalizó en varios países y periodos en el curso del siglo XX. Alemania, Italia, y la Urss constituyeron entonces ejemplos conspicuos, y no faltaron ensayos para instalarlo en tiempos idos en algunos países de América Latina.  

Democracia implica un régimen gubernamental que se sustenta en ciudadanos que libremente escogen a sus líderes, respeta la división de las diferentes modalidades del  poder incluyendo a los medios de información, institucionaliza la igualdad ciudadana en materia de deberes y derechos, y ofrece instrumentos para corregir e incluso cambiar el orden político cuando éste lesiona o contradice las expectativas de la sociedad.  

En contraste, un régimen totalitario centraliza y controla todos los resortes del poder en una figura que se considera mágica o carismática, silencia o reduce cualquier factor de oposición, y pone desmesurado énfasis en las amenazas externas a fin de alentar temores sociales que le benefician.

Yaakov Talmon demostró que las diferencias entre estos dos sistemas se evaporan en la realidad política e ideológica de nuestros tiempos. Uno puede conjugarse y confundirse con el otro de suerte que rasgos democráticos y totalitarios coexisten en inestable equilibrio. Sólo la capacidad crítica y la lúcida movilización de los sectores sociales puede frenar esta tendencia en tanto que el pasivo conformismo y las inercias intelectuales le auspician y favorecen.   

La evolución política de Israel – incluyendo el lapso pre-estatal – revela la presencia de algunas modalidades de la democracia totalitaria. Así, a lo largo de ese periodo y hasta los años setenta nociones marxistas y post-marxistas coexistieron con la democracia liberal. Las coaliciones gubernamentales jefaturadas por Ben Gurión y las figuras que le siguieron aceptaron algunas tendencias de este carácter. Por ejemplo, líderes de organizaciones obreras y de los kibutzim, además de algunos intelectuales auspiciaron prácticas y demandas que no siempre coincidieron con el credo liberal.

Un giro importante se produjo en el periodo beguinista. Aquí se puso énfasis en un nacionalismo fundamentalista que glorificó en su retórica el triángulo Dios-Tierra prometida y Pueblo elegido, sin lesionar sustancialmente el libre juego democrático. Sin embargo, en ambos periodos se preservó el equilibrio de los poderes, la irrestricta evaluación de políticos y políticas, y el amplio respeto a la figura presidencial como garante de la unidad nacional. Un equilibrio que hoy se tambalea.  

En efecto: en las últimas dos décadas rasgos que definen a la democracia totalitaria brotan en la realidad israelí. No hay que apelar a Maquiavelo para sugerir que el poder  corrompe cuando no es debidamente controlado; efecto que se multiplica cuando un liderazgo y una facción política perduran por largo tiempo. En estas circunstancias ascienden los signos de un liderazgo que busca totalizarse y eximirse de una estricta vigilancia.  

Vea también: Trump, un abismo entre Israel y las diásporas

El ascenso en Israel de la ortodoxia no sionista y antidemocrática en la coalición gubernamental es uno de ellos. Las concesiones ofrecidas en los últimos días al viceministro de salud es un ejemplo. Institucionaliza y multiplica la injusta tolerancia a una amplia población en constante crecimiento que modela y arriesga el futuro del país sin asumir las cargas militares y sin tomar parte activa en las ciencias y en las artes.

A este hecho se agregan otros que nos aproximan a la democracia totalitaria. La implantación de temas religiosos en los textos escolares, la dinámica colonizadora en Judea y Samaria como mandato bíblico y estratégico a expensas de los cuatro millones de palestinos que los habitan, y las torcidas críticas a la diáspora judía son algunos indicadores.

Y a ellos se añaden en los últimos días dos inquietantes hechos. De un lado, medidas institucionales y legislativas que le permitirán a la familia Netanyahu contener y disolver el alud de acusaciones y sospechas en torno a múltiples signos de corrupción que instancias jurídicas y policiales han venido reuniendo. Por esta vía los delitos cometidos y que habrán de cometer la élite en el poder no serán tema de la opinión pública ni de los medios de comunicación. Gozarán de indulgencias de propia autoría. Tal vez los historiadores en algún futuro conocerán estas distorsiones, si Netanyahu y sus ayudantes no aciertan a borrar cualquier rastro.

Lea también sobre interrogatorios de la Policía a Netanyahu

Por otro lado: la figura presidencial como representante y mediadora de la sociedad israelí se deteriora en estos días como resultado de torcidas intervenciones. Para algunos diputados de equívoca biografía Reuvén Rivlin es hoy el presidente " de la izquierda israelí ". Etiqueta que no sólo personalmente le ofende; también rebaja y deslegitima su autoridad. Y como si esto no fuera suficiente, Netanyahu y miembros de su gabinete le solicitan indebidamente acortar la sentencia de un soldado que claramente dañó la ética militar. Así se corrompe la necesaria y equilibrada división del poder.

Circunstancias y tendencias que propician en Israel y en nuestros días algunos signos de la democracia totalitaria que el historiador Yaakov Talmón visualizó en la Europa fascista y comunista. ¿Tendremos los recursos y las fuerzas para contenerlos?   

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