La población que habita este caserío se encuentra en situación de vulnerabilidad, corren el riesgo de perderlo todo si se llegara a romper la presa de Hidroituango.
El caserío de la isla La Amargura, habitado por 753 campesinos e indígenas zenúes, corre el riesgo de desaparecer bajo las furiosas aguas del río Cauca que escapan del Proyecto Hidroeléctrico Ituango.
Su gente, acostumbrada a vivir en armonía con el agua y a sacar su sustento de la pesca, ahora ve en peligro sus vidas, viviendas, gallinas, cerdos, perros y cultivos que forman su patrimonio si se llega a romper la presa, lo que generaría una catástrofe de incalculables proporciones.
En ese sentido, Apolinar Oviedo, concejal de Cáceres, sostiene que "la isla es la población que tiene mayor riesgo en toda la región debido a que está en el centro del río Cauca", cuyas aguas represadas amenazan toda la región del Bajo Cauca.
"A esto se suma que se nos está erosionando la tierra por los altos niveles" del río, agregó Oviedo .
La emergencia que obligó a la evacuación de los habitantes de la isla de La Amargura se inició en la madrugada del pasado 7 de mayo cuando se produjo el derrumbe que taponó el túnel de desviación del río.
Eso causó "una reducción" de su caudal aguas abajo y "un embalsamiento de la presa" aguas arriba, por lo que las autoridades abrieron la casa de maquinas de la central para permitir que el río siguiera su curso, lo que sumado a las fuertes lluvias aumentó el caudal.
Al menos seis municipios de Antioquia están en riesgo por una inundación y por eso han sido evacuadas también miles de personas de Puerto Valdivia, Tarazá, Cáceres y Caucasia.
De la isla tuvieron que salir 59 familias que fueron trasladadas en canoas hasta el caserío de Guarumo, donde se les brindan las condiciones básicas de alojamiento.
"Me tocó salir a las 5 de la tarde en compañía de mi familia, lo hice con ayuda de la Defensa Civil y del Ejército. En mi casa dejé las gallinas y los perros porque no los pude traer", manifestó Francisco Castillo Pérez, un indígena Zenú.
En medio del asfixiante calor, los miembros del Ejército, de la Defensa Civil y otros cuerpos de socorro ayudan principalmente a las mujeres y a los niños a abordar las canoas para ponerse a salvo de una eventual crecida del río.
Ante lo apremiante de la emergencia, los pobladores preparan alimentos para toda la comunidad en grandes ollas, mientras otros no tiene más alternativa que esperar recostados en hamacas.
Los habitantes de la isla dejaron atrás sus viviendas hechas de madera, palma y plástico, materiales que no ofrecerían ninguna protección a sus moradores ante el paso de las aguas del Cauca, convertidas por estos días en una masa de color marrón que causa miedo por la fuerza con la que pasa por las poblaciones.
Cultivos de los que los isleños sacan su alimentación, como la yuca, plátano, maíz y arroz, corren el riesgo de desaparecer bajo el agua, lo que aumenta la preocupación de los campesinos e indígenas.
Cálculos preliminares indican que en este sector cerca de 700 hectáreas se verían perjudicadas.
"No nos hemos recuperado bien de la pasada inundación y ahora viene la creciente de Hidroituango", se lamenta Santiago Fidel Pérez, un campesino que reparte su tiempo entre sus cultivos y actividades de pesca.
Entre los evacuados hay niños, adultos y embarazadas que son atendidos en el caserío Guarumo, donde la Alcaldía de Cáceres dispuso dos albergues, uno de ellos en una iglesia evangélica que dejó de prestar sus servicios para atender la emergencia.
"Hemos evacuado a la comunidad debido a que el riesgo está latente. En los albergues tenemos muchos niños, una menor de edad embarazada y personas discapacitadas", afirmó Álex Cuadrado, integrante de la Defensa Civil.
En la isla La Amargura el río Cauca alcanza en estos días una profundidad de casi 4 metros y un caudal de 2.279 metros cúbicos por segundo que sus habitantes esperan que no aumente para que no se lleve lo poco que han construido con años de trabajo.