Íngrid Betancourt: “Siento que Colombia ha madurado muchísimo”

Autor: Javier Restrepo Gonzalez
22 abril de 2018 - 10:24 AM

La exsenadora y excandidata presidencial visita al país por estos días. La literatura, la política, sus estudios y el proceso de paz fueron abordados en este diálogo con elmundo.com

Bogotá

A las puertas del Club El Nogal, al norte de Bogotá, fue grabado sobre piedra un analema que representa la fecha y la hora del atentado terrorista perpetrado por las Farc en ese sitio la noche del 7 de febrero de 2003. Ocurrió a las 8:15 de la noche. A esa misma hora, en algún lugar del sur del país, Íngrid Betancourt estaba próxima a cumplir su primer año de secuestro, también a manos de las Farc, en medio de la espesura de la selva.

El viernes, recién cumplidos quince años del atentado que dejó como saldo trágico la muerte de 36 personas y a pocos meses de cumplirse diez años de la Operación Jaque, que le devolvió la libertad, la exsenadora y excandidata presidencial eligió el exclusivo club, convertido también en lugar de memoria, para atender a la prensa nacional con motivo de su visita al país, cuya agenda incluye dos conversaciones sobre la reconciliación dentro de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, y dos homenajes: uno a su padre, Gabriel Betancourt Mejía, nacido en Medellín y quien fuera ministro de Educación y fundador del Icetex, y otro a su madre, doña Yolanda Pulecio, por los 60 años de los hogares infantiles que fundara en Bogotá.

Con una mirada serena, a pesar de haberse bajado del avión que la trajo de Francia a las 2:00 de la madrugada, un hablar reposado y una actitud sosegada, radicalmente opuesta a la de la combatiente activista de finales de la década de los 90, conversó sin prevenciones con los enviados de elmundo.com, tanto de literatura como de política, sin dejar pasar, por supuesto, su vida presente, la cual refleja el profundo cambio que la libertad le trajo y que, según nos adelantó, podría ser el tema de su próximo libro, aunque todavía no está segura de haber alcanzado la distancia suficiente para hacerlo.

 

¿Cómo le ha ayudado la escritura a sanar las heridas que le han dejado las difíciles experiencias que ha tenido que afrontar?

Yo creo que uno sana las heridas de mil maneras ¿no? Lo más importante es estar rodeado de la gente que uno ama; pero yo creo que el mérito de la literatura es poder transformar ese dolor, esa experiencia negativa, en una experiencia de luz, positiva, transformar lo que se vivió en conocimiento que le pueda ser útil a otros. Entonces creo que ese esfuerzo le reivindica a uno el tiempo doloroso, le hace a uno sentir que lo que uno vivió no fue en vano y yo creo que permite cambiar esa experiencia traumática en algo que fortalece. Yo creo, realmente, que el poder compartir con los demás le ayuda a uno a transformar una experiencia en conocimiento.

 

¿Y entre los libros leídos, cuáles le han “salvado la vida”?

Hay uno, obviamente, que es el de Primo Levi (Si esto es un hombre, 1947), que es la narración de un hombre que vivió en un campo de concentración y es una manera muy humana cómo logra salir de ese horror y transmitirlo al mundo, eso fue importante. Pero hay libros que me han ayudado, digamos, en la reflexión. Ahora, a mí me gusta mucho la literatura, me gusta leer autores que son un poquito controversiales, hay uno en Francia que se llama (Michael) Houellebecq que es muy negativo, una cosa como muy negra, pero que sí le abre a uno los ojos sobre cosas que son esenciales pero que uno no ve y le parecen como normales. Es como aprender a mirar el mundo con ojos despiertos y también aprender a maravillarse de lo que nos trae la vida. Entonces la literatura da eso.

 

Su más reciente libro, La línea azul, cuenta una historia de amor enmarcada en la dictadura argentina. ¿A qué se debe ese interés en un período tan complejo de ese país?

Me interesó poder hablar de un país diferente al nuestro, para poder hablar de cosas que nos sucedieron a nosotros. Me interesaba también mostrar una situación en la cual hechos muy difíciles como la tortura y, bueno, lo que sucedió en Argentina que fue terrible, pues sucedieron con una ideología de extrema derecha y lo que yo quería era un poco reflexionar sobre el hecho de que la locura del humano, cuando el ser humano traspasa las fronteras de lo aceptable y se vuelve cruel para el otro, eso se viste de cualquier ideología, eso puede ser extrema izquierda, como el caso de Camboya o los campos de prisioneros en la Unión Soviética en los tiempos de Satlin, en fin, o de extrema derecha como en Argentina. Y me parece que eso es importante, porque la reflexión a la que esto me ha llevado es a tener como una especie de prevención frente a todo lo que es doctrinario, creo que los seres humanos estamos en un momento de nuestra evolución en que tenemos que tomar con mucha cautela lo que son las ideologías y las doctrinas. Tenemos que llegar a una madurez del pensamiento en que podamos ser libres, sentirnos cómodos con ideas de diferentes o que parecen venir de diferentes ideologías sin que por ello le pongan un rótulo.

A uno, por ejemplo, le puede apasionar la justicia social y eso no implica que uno sea comunista. O a uno le puede apasionar el hecho de que haya prosperidad a través de la creación de riqueza en términos de una estructura en la cual la sociedad reparte y distribuye la riqueza sin que eso sea necesariamente un concepto socialista. Y hoy en día vemos países que están sacando un poco de todas esas recetas, lo que le conviene, y un poquito lo que hay en Francia en este momento es eso, que a mí me parece que nos debe llamar a reflexionar. Es decir, el presidente de Francia hoy día coge cosas de la izquierda, cosas de la derecha y está transformando a Francia de una manera libre, sacándose un poquito de esas armazones en las que lo quieren a uno encapsular con algún rótulo y terminan limitando la posibilidad de hacer cosas, entonces me gustaría que esa fuera un poco la reflexión en Colombia, que pudiéramos salir, liberarnos de las doctrinas.

 

Usted venía de hacer literatura testimonial ¿por qué este salto a la ficción?

Hay un momento en la literatura testimonial que se agota y es el pudor. Hay ciertas cosas que uno no puede contar. Cosas que uno no se siente tampoco con… es decir, que sabe que tendría beneficio compartirlas pero que no quiere uno asumirlas en cabeza propia. Y la literatura da la posibilidad de liberarse y de crear un mundo en el cual uno puede mezclar la ficción con lo real y puede uno tocar temas que son muy sensibles y que llegan al lector sin el peso de una vida vivida, sino con la posibilidad de sentir que hay una libertad de pensar lo que uno quiera sobre lo que se está contando.

 

Usted está estudiando Teología. ¿Cómo ha sido la experiencia y cómo le ha ayudado a sobrellevar lo vivido?

La Teología para mí ha sido descubrir un mundo extraordinario. Obviamente es una reflexión sobre preguntas esenciales, quiénes somos, a dónde vamos, de dónde venimos, es nuestra relación con algo que sentimos en nosotros que puede ser trascendental. Y más allá de eso está la reflexión como cristiana y como católica, que a mí me ha dado respuestas a preguntas que yo necesitaba resolver y que en la educación que yo había tenido no se me habían facilitado. Pero esa Teología también da un marco crítico, porque la Teología obliga también a repensar el mundo en el cual estamos. Y a ser críticos con lo que vemos. Y a entender de una manera espiritual cosas como la política. La política es una actividad humana esencial, en la cual nos organizamos para crear el mejor de los mundos. Y nuestra responsabilidad, obviamente, no puede ser simplemente, en el corto plazo. Es decir, nosotros tenemos que asumir una responsabilidad que es mucho mayor que el alcance de nuestra vida y de nuestro espacio, entonces yo creo que la Teología permite mirar quiénes somos en relación con la expectativa que tenemos, en el caso del catolicismo, de ese mundo, de ese reino de Dios, y que realmente estamos convocados a comenzar a hacerlo acá, con la palabra; la palabra es muy importante, de hecho, Dios comunica a través de las palabras, es decir, el tema de la palabra, el tema de la relación con el otro, toda la reflexión sobre la percepción del otro como un igual a mí y, por lo tanto, la necesidad de respeto y de dignificación de la persona que no piensa como yo o de la otra persona que ha sido, digamos, enemigo o contraparte. Entonces son reflexiones obviamente teológicas pero también muy filosóficas, que ayudan a enmarcar la vida, que le permiten a uno andar más tranquilo por el mundo, entendiendo que las relaciones que uno tiene son fundamentales y darle importancia a cosas que uno no consideraba como importantes antes. Yo creo que es como si le pusieran a uno unos lentes, puede ver uno mejor.

 

¿No es un poco paradójico que en Colombia, que es considerado uno de los países más católicos de Latinoamérica, esas cosas que usted dice aparentemente la gente del común no las pone en práctica?

Si, y al mismo tiempo el colombiano tiene una tradición social de una riqueza extraordinaria. Es decir, la solidaridad de familia, y entre amigos, esas relaciones humanas que nosotros como colombianos sabemos formar, y que, de hecho nos nutren y que nos hacen sentir especiales, que son nuestro equilibrio, que son nuestra felicidad, las personas con las cuales podemos compartir momentos de risa, de recreo, eso está profundamente ligado con una valoración del ser humano que es cristiana. Uno ve en el mundo sociedades en las cuales no hay ese vínculo familiar, en las cuales las personas envejecen solas y a las encuentran muertas en el apartamento y nadie se da cuenta. Eso es algo que no sucede en Colombia. Aquí la gente vive con la gente, yo creo que los colombianos, cuando hablamos por ejemplo del rebusque, estamos contando con el otro para salir adelante y estamos encontrando las fórmulas. Yo quiero contarles algo que viví: cuando yo estaba haciendo política en Colombia, esto hace ya muchos años, yo iba mucho a los barrios del sur de Bogotá y ahí llegaba mucha gente desplazada por la violencia, y lo que a mí siempre me llamó la atención es que en esos barrios donde las necesidades eran todas - la necesidad de luz, de alcantarillado, las casas eran hechas con material de reciclaje, etcétera-, esos hogares que formaban en esos ambientes tan empobrecidos, eran esos hogares los que cumplían una función que tenía que cumplir el Estado, que era la de acoger a esas familias que llegaban de la periferia y del campo desplazadas por la violencia.

Entonces yo creo en la bondad de los colombianos, yo lo he visto, es algo que es para mí comprobado. Hemos tenido experiencias desastrosas como el narcotráfico, la corrupción, que han, digamos, roto nuestro tejido social; pero yo creo que lo podemos volver a recomponer.

 

En ese orden de ideas,¿qué le despierta a usted la fe? ¿Qué la ayuda a usted a mantenerse fuerte?

Bueno, la fe para mí fue una revelación. Hacía parte de una familia con unas raíces católicas fuertes y practicantes, pero yo era escéptica, la verdad. La religión no me interesaba para nada y los ritos me parecían que no… Es decir, no veía la necesidad de seguir los ritos de la tradición católica. Pero es verdad que la experiencia de la selva, de hecho de todas las cosas difíciles que viví, me trajo algo que fue extraordinario en una manera muy individual, que es la certeza de Dios. Difícil de explicar, no puedo explicarles el asunto, lo único que puedo dar es testimonio de esto y eso obliga a un cambio en mil cosas.

 

La Feria del Libro tiene las emociones dentro de su eje temático. ¿Cuál es su emoción hoy, estando de nuevo en suelo colombiano?

Bueno, debo decir que me he sentido muy en paz. He sentido que la gente está… hay otra vibración; cuando yo vine en los años pasados sentía como una angustia, una inquietud, una febrilidad en el aire. Yo siento que hoy en día la gente se queja, sí, se queja mucho, pero no siento la angustia que se me transmitía. Siento que la gente está tranquila, las preocupaciones son preocupaciones manejables, la gente está aprendiendo a vivir normalmente. Es decir, yo creo que estamos pasando por un periodo interesante, que es destraumatizarnos, aprender a leer un periódico sin que la foto de primera página sea de cuerpos descuartizados. Nos estamos descontaminando. Esa es la sensación que tengo.

 

La reconciliación es el tema que usted va a abordar en sus conversaciones en la Filbo. ¿Usted cree que Colombia sí está transitando ese camino de reconciliación o todavía estamos lejos?

No, yo creo que estamos en pleno. Hay cosas que son para mí dicientes. Por ejemplo, he estado siguiendo mucho lo que pasó con (alias jesús) santrich porque están en el meollo del asunto, estamos hablando de las Farc, estamos hablando de que hay un proceso de paz muy criticado por impunidad, pero de pronto arrestan a uno de los jefes de las Farc por hechos cometidos después de la firma del acuerdo. Y el señor se va para la cárcel y los comandantes de las Farc lamentan el hecho, pero aceptan la decisión de la justicia.

Eso ya nos lleva a una maduración del proceso de paz, lo que esto nos está probando es que la justicia está actuando, que no hay nadie por encima de la ley y esto nos tiene que dar tranquilidad a todos, es decir, de que todo el mundo está jugando según las reglas. Eso es algo importante. Importante también, creo yo, ver también cómo se está manejando lo de las disidencias de las Farc. Los que aceptan el proceso de paz toman una decisión política, es una decisión de vida, es una decisión que obviamente conlleva aceptar ser otras personas; cada uno de ellos, al dejar de ser guerrilleros, se transforman en ciudadanos como ustedes, como yo, y eso quiere decir que hay otra persona que nace en ese momento. Los que están allá, que siguen allá, pues son bandoleros, ahí no hay ninguna bandera política, no hay nada. Son realmente delincuentes y yo creo que esa diferenciación la tenemos que hacer.

Durante muchos años Colombia no sabía dónde estaban las Farc. Había narcotráfico, que se financiaban con eso. Y nosotros teníamos que tener la seguridad de que, cuando hubiera un proceso de paz, eso se cortaba y se cortó, y lo hemos visto. Y yo creo que eso es parte de la reconciliación. Nosotros, poco a poco, estamos aprendiendo a creer en el otro. Poco a poco estamos mirando cómo actúan dentro de unas líneas de juego. Obviamente el proceso de paz no es perfecto, obviamente hay cambios que probablemente hay que hacer, pero lo que yo sí siento, y lo siento en las personas con las cuales hablo, es que en ningún momento se dice hay que volver a la guerra. Eso no está en la mesa.

 

Se habla de que acá en Colombia hay una aguda polarización ¿Usted lo percibe así desde afuera? ¿Lo ha percibido al llegar a Colombia?

Yo creo que hay diferentes niveles. Hay, obviamente, una polarización que es normal y es la de  las elecciones, cuando hay elecciones siempre hay polarización porque uno tiene que mirar y escoger, y eso implica hacer contrastes. Eso es normal.

Ahora, hay otra polarización que es la que nos atizan, es la de las redes sociales, y eso se vuelve un basurero. En la medida de lo posible uno debería vacunarse,  porque la verdad es tratar de quitar e interpretar cada cosa que se hace y dice de una manera que no sirve sino para el odio. Yo creo que hay que saber que eso es una franja mínima de colombianos, porque fuera de eso, cuando uno habla con la gente, uno siente que la gente está tranquila, que la gente está viviendo sus vidas, que hay problemas (delincuencia, el celular te lo roban, las colas de Transmilenio), pero son los problemas normales. Yo lo que les digo es que sinceramente siento que Colombia ha madurado muchísimo. Y yo creo que los colombianos han madurado muchísimo, tienen mayor libertad de pensamiento. Pregúntele a las personas alrededor de ustedes por quién van a votar. Yo he hecho ese ejercicio, y nadie me dice “yo voy a votar por tal”, dicen “está difícil porque a mí me gusta esto de este, pero me gusta esto del otro y los candidatos son buenos”. Es decir, hay debate. La gente no está alineada, con el cerebro lavado y los ojos vendados a favor del uno o del otro, por un color político. No, estamos analizando. Eso es extraordinario.

 

Se habla de la reconciliación como si fuera una cosa del dominio público y que fuera responsabilidad del Estado que nos reconciliemos, pero de pronto desde la Teología la reconciliación es un asunto de cada uno ¿usted qué opina de eso?

La reconciliación es relacional. La reconciliación es con uno, con el de al lado, con los que están en mi entorno, con los que están en el entorno de mi comunidad y de mi país. Es decir, con todos los niveles de relación que tenemos. Hoy yo creo en la reconciliación, entender que es un camino que lo llama a uno, uno escoge su camino, pero hay caminos que lo escogen a uno. La reconciliación nos escogió porque estamos ahí metidos, nosotros no habíamos programado esto, créanme que yo no lo había programado, pero el hecho es que cuando uno ve que hubo la paz uno sí tiene que empezar a decir “bueno, ¿qué voy a hacer yo si me encuentro con uno de los que estuvieron de guardias míos en la selva? Tiene uno que hacer el proceso y decir “bueno, de pronto es el momento de tener un gesto”, y yo creo que los colombianos estamos llamados a crecernos en este proceso. Uno puede dejarse nutrir de odios y dejarse manipular, pero también puede decir “yo no quiero volver a un país en el cual no podemos salir a la calle”. No, no más. No más de eso. Y yo creo que estamos caminando ese camino, ese camino nos llama y lo estamos caminando.

 

Hablando de caminos, precisamente, ¿usted ha contemplado volver a la política o piensa quedarse en la academia o en la escritura?

Yo estoy en un momento de mi vida donde siento una libertad muy grande, y le doy gracias a Dios por eso porque realmente creo que es el ying y el yang, después de haberlo perdido todo ahora tengo una inmensa libertad, libertad para decir lo que pienso, libertad para ir donde quiero, libertad para quien quiero ver y, obviamente, libertad también para sentir en mí que quiero estar activa y servir, eso es algo que tengo claro. Ahora, servir en Colombia, sí, por qué no. Volver a Colombia, por qué no, pero por qué no servir en otros países. Yo creo que somos ciudadanos del mundo y donde uno pueda ser útil hay que ser útil, y donde uno pueda aportar hay que aportar. Yo siempre seré colombiana, también seré francesa, es parte de lo que soy, son cosas que no puedo negar, pero vamos a ver lo que la vida trae. En todo caso estoy abierta a todo.

 

* Para la realización de esta entrevista se contó con la colaboración especial de Felipe Sánchez Hincapié, editor jefe de Laterales Magazine.

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