Indolencia ciudadana

Autor: Henry Horacio Chaves
26 mayo de 2017 - 12:08 AM

Nuestra ciudad sigue habitada por personas que parecen insensibles a lo que pasa a su alrededor

Un profesor universitario desciende de un bus en el parque de Las Mercedes y al cruzar la calle es atropellado por un automóvil. Los ocupantes del carro, tres jóvenes, se ríen al ver que el señor termina de cruzar la calle en medio del dolor del golpe aunque no cayó al piso. Una vecina le pregunta si puede caminar y se lamenta de la indolencia de los ocupantes del vehículo para quienes la escena parece graciosa. El conductor baja del auto solo para revisar que no esté averiado, pero ni pregunta al peatón por su suerte ni le ofrece alguna disculpa. 

Una escena como tantas otras en el trajinar cotidiano de una ciudad como la nuestra en donde la incapacidad de afectarse o conmoverse con algo parece reservada a las expresiones de las redes sociales. Allí son frecuentes los lamentos y los llamados, pero en la vía pública la pereza, la desidia y la insensibilidad, parecen dominar el terreno. Además de las justificaciones puntuales sobre el afán de cada uno o las recriminaciones sobre el descuido del otro, no hay espacio para una disculpa o una voz de aliento; no hay, como debería, una idea generalizada de que es prioritario cuidar al más débil en la calle, casi siempre el peatón que es el único papel que compartimos todos, pero con frecuencia el ciclista o el motociclista.

No es gratuito que la OMS haya catalogado la accidentalidad vial como una de las epidemias principales de la sociedad. Estudios del Banco Mundial indican que los accidentes de tránsito son la séptima causa de morbilidad en el planeta y en la próxima década alcanzarían a ser la quinta causa. En menores de 40 años, ya son  la primera causa de muerte en el mundo y la segunda en Colombia. Una realidad de la que poco se habla y sobre la que parecen escasos los esfuerzos en pedagogía. 

Lea también: Día mundial de la bicicleta

Obviamente esa insensibilidad no es exclusiva de las calles de Medellín. Basta con revisar las noticias sobre ciclistas atropellados y abandonados en el mundo, para encontrar nombres de campeones al lado de los de ciudadanos comunes, en todas las latitudes. Pero no podemos conformarnos con el vano consuelo del mal de muchos. Como tampoco se reduce la indolencia a la actitud que asumimos en los accidentes viales. Quien tenga duda, mire la acera por la que camina para que vea la cantidad de basura que arrojamos en la que fue un día “la tacita de plata”. Esta semana el colega Luis Alfonso Yepes mostró en su cuenta de Twitter la triste figura de un colchón abandonado en un separador del barrio Guayabal, al lado de unos escombros. Triste espectáculo que hizo parte del paisaje por varias horas.

Entonces se pregunta uno ¿en dónde han quedado las inversiones y los esfuerzos en educación?, ¿cuál es el papel de la escuela o de los medios?, ¿qué impacto ha tenido entre nosotros la Secretaría de Cultura Ciudadana, creada hace casi dos décadas? Parece que como sociedad nos vamos rajando y dejamos la queja, la reflexión y la opinión a las redes sociales.  En ese escenario, por ejemplo, todos parecen preocupados por la calidad del aire, pero en las calles siguen moviéndose en vehículos particulares para comprar un pan a tres cuadras, no solo no buscan medios alternativos sino que en ocasiones son una amenaza para ciclistas o peatones. 

Lea también: Cultura ciudadana

Será que nos hace falta un giro de tuerca para entender que se es ciudadano en la calle, en la acera, en el parque, es decir en el espacio real de un escenario que compartimos con otros a los que nos negamos sistemáticamente a mirar, al punto de que parece raro cuando alguien saluda. Está bien compartir pensamientos y reflexiones virtuales, cadenas de oración y frases de sabiduría, pero en la calle a diario se hace evidente que nadie es tan feliz ni tan sensible como aparenta en Facebook ni tan inteligente o cívico como se muestra en Twiter. La calle está cada vez más habitada por la indolencia ciudadana. 

Vea además: Deliberamos pero no actuamos

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