Los investigadores serios del país están proponiendo la creación de un Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación
Un observador imparcial, quizás un historiador interesado en la historia de las ideas y de las instituciones en Colombia, observaría un hecho contundente que tiene sus atenuantes. Desde la llegada de España, y por razones propias del atraso científico en la península frente al resto de Europa, en la Nueva Granada no hubo Ilustración sólida y duradera. Fueron los Borbones y Fernando VII quienes finalizando el siglo XVIII introdujeron la ciencia y facilitaron la investigación. José Celestino Mutis fue punta de lanza en esta tarea y quedó el hito de una Expedición Botánica inconclusa. Unos pocos individuos como Caldas, cultivaron la ciencia natural. Una prueba sencilla, en el comienzo del actual milenio los estudios socio-humanísticos en Colombia apenas reconocen en el evolucionismo una teoría más y no el ámbito desde el cual hay que abordar el hecho social y la cultura. No se trata de una simple controversia epistemológica o de historia de la ciencia.
El oscurantismo asedia a la investigación y a los investigadores bajo la forma de desprecio, falsos conflictos entre facultades y recortes en los recursos públicos y privados por ignorancia de la importancia de la ciencia, la tecnología y la innovación para el desarrollo de la productividad. Se sigue pensando en Colombia como en la época colonial en la depredación de las entrañas del suelo como motor de riqueza y la productividad. Pero es de la indiferencia de lo que quiero hablar. No me refiero a quienes hacen ciencia, la divulgan, la piensan y evalúan sus resultados. Me refiero a quienes se refugian en un reconocimiento mediático y más que ser indiferentes la desprecian o no la comprenden como Fernando Vallejo.
Me preocupan seriamente las indiferencias cercanas y protuberantes, no ya en la universidad colombiana que la padece por el bajísimo presupuesto para investigar a la cual la someten los gobiernos. Es grave la ausencia de una política de Estado sobre Ciencia y Tecnología en Colombia, como sí la hay en Kenia, Argentina o Costa Rica. Hay que recordar que hace 26 años la Comisión de Sabios propuso incrementar en cinco veces el presupuesto para la ciencia y tener un investigador por cada mil habitantes, 16 años después tenemos el 16% de la meta propuesta. Y en recursos proporcionales al PIB dedicamos menos de la quinta parte de lo necesario. Cualquier comparación nos deja en un punto preocupante si consideramos que Kenia le dedica el 2%; si fuera un partido de fútbol habríamos perdido sin hacer el saque inicial. Estamos fuera de competencia si aceptamos la metáfora deportiva.
A la clase política colombiana, con muy pocas excepciones, no le interesa el tema, no da votos, como tampoco el tema de la cultura y ellos administran y reparten, hacen la Ley de Presupuesto y podrían implementar una política de Estado. Y a algunos investigadores solo pareciera interesarles “lo del diario”, como diría un trabajador informal. Más que indiferencia entre la clase política y los investigadores parece haber desconfianza. Es posible que Colciencias, que viene sufriendo reducción en su presupuesto, sea asimilada por el Ministerio de Educación y mientras tanto los investigadores serios del país están proponiendo una política estable; la creación de un Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación, la adopción de una política de Estado sobre el tema, con recursos sólidos y políticas transparentes que nos permitan salir de un atraso descomunal que se expresa en una desmedida y romántica confianza en la literatura y la poesía si aún no llegamos a la ilustración y racionalidad necesarias para vivir en democracia.