Están embarcando a la colectividad en una empresa sin futuro, más allá de un efímero reconocimiento
Indudable que Humberto de la Calle Lombana es, un excelente candidato a la Presidencia de Colombia. Serio, estudioso, de intachable conducta. Su eventual candidatura garantiza que el partido Liberal, cuestionado como todos los partidos tradicionales, se reivindique ante la opinión pública ofreciendo al país una opción transparente, digna y ganadora.
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Es posible que muchos ciudadanos, situados a la derecha del espectro ideológico del país, vean con recelo el nombre de Humberto de la Calle por su determinante participación en el reciente proceso de paz que se firmó con las Farc. Para otros, es seguro que lo vemos como prenda de garantía para que el postconflicto se realice con seriedad y respeto por la palabra empeñada. Unos y otros tenemos que aceptar su respetabilidad, su clara exposición de los temas nacionales con aplomo, sin ofensas. Tengo la certeza de que De la Calle será martillo contra los que queden al margen de la ley y contra nadie más.
El partido Liberal, tan de capa caída hace ya más de veinte años, tiene en la candidatura de Humberto de la Calle la gran oportunidad de su vida. Es una opción alejada de las triquiñuelas politiqueras. Es la posibilidad de resurgir de la situación de segundón que hoy tiene con una alternativa seria y respetable. El liberalismo no puede seguir mirando con la miopía de hace años el acontecer político. Algunos de nuestros dirigentes, especialmente parlamentarios, creen que fuera de los cargos públicos y de los contratos oficiales no hay salvación. Se atrincheraron a ese lado de la actividad política sin ver la ideología ni la lucha por las reivindicaciones sociales que el partido liberal ha enarbolado desde siempre. No puede ser que la llamada mermelada sea la que mueva a un partido con una gran historia y condenado por eso a un triste presente e incierto porvenir.
Hoy se observa a la maquinaria liberal halando un barco tal vez llamativo para la clientela, pero sin ninguna posibilidad de obtener positivos respaldos en la opinión pública. Están embarcando a la colectividad en una empresa sin futuro, más allá de un efímero reconocimiento. El más exitoso resultado posible, es aparecer como segundo de algún otro partido o movimiento político. Así no puede pensar el liberalismo. Es miopía política. Los militantes de a pie tenemos aquí la brillante oportunidad de derrotar las clientelas en su propia salsa.
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El liberalismo pudo abrir su abanico de propuestas aceptando entre los precandidatos a Sofía Gaviria Correa, quien tiene posiciones sobre la paz con la Farc distintas al grueso de la dirigencia del partido, pero siempre ha defendido tesis que son esencialmente afines a las propuestas liberales.
En los temas fundamentales del partido liberal, la doctora Sofía es figura de primera línea y su posición frente a la paz es comprensible, aunque algunos no la compartamos.