El libro Homo Deus, breve historia del mañana del historiador israelí Yuval Noah Harari me ha suscitado reflexiones que quisiera compartir con mis lectores.
El libro Homo Deus, breve historia del mañana del historiador israelí Yuval Noah Harari me ha suscitado reflexiones que quisiera compartir con mis lectores. Para empezar es necesario resumir la tesis central del texto:
Los organismos somos algoritmos (conjunto de operaciones organizadas de manera lógica que se emplean para hacer cálculos, resolver problemas y tomar decisiones). El universo es un mero flujo de datos (Dataismo). Desde la revolución del lenguaje hace 70.000 años, los humanos estamos inmersos en metarrelatos, tales como las nociones de país, fronteras, religión y dinero, creados para posibilitar la comunicación entre los individuos. La inmensa habilidad de los humanos para dar significado a sus pensamientos y acciones, es lo que nos ha permitido el mejoramiento continuado de la especie. El culto humanista nos hace creer que somos el centro y los amos de la Naturaleza. La amenaza que la tecnología significa para el humanismo, así como el reto para dar sentido a la vida que se nos viene con la próxima sustitución del humano que conocemos por un superhombre o un Homo Deus, dotado de habilidades sobrenaturales, tales como poder lograr una existencia eterna, o por lo menos prolongable a voluntad, y feliz, logros, que muy a nuestro pesar no estarán al alcance de la mayoría.
Durante los últimos 300 años el humanismo ha llegado a ser la religión de Occidente, pero el sueño humanista puede llevarnos a su destrucción. La relación de los humanos con los demás seres vivos ha sido históricamente nefasta para estos últimos y muy probable esa será la actitud de los superhombres con la mayoría de los humanos, que necesariamente se conservarán como tales en el mundo que ya vislumbramos.
La modernidad es un pacto en el que se renuncia al sentido de la vida dado como designio de Dios a cambio del poder sobre la Naturaleza, en la creencia que la experiencia humana explica el cosmos. Hoy el mundo está dominado por el paquete liberal del individualismo, los derechos humanos, la democracia y el mercado libre. Pero la ciencia del Siglo XXI socava los cimientos del pacto liberal, hasta el punto de que la biotecnología y las tecnologías de la información están cambiando de manera acelerada nuestro entorno y a nosotros mismos.
Los liberales valoramos la libertad porque creemos en el libre albedrío, donde cada uno decide su destino por sí mimo. La ciencia desvirtúa esta creencia y más aún la creencia en el individualismo, que supone la existencia de un yo único e indivisible, dotado de una voz interna, única fuente de todo sentido y autoridad en el universo. Nadie podría conocerme mejor de lo que yo me conozco.
Tres acontecimientos recientes hacen que la creencia liberal no pueda seguir siendo sostenida: 1) Los humanos perderán utilidad económica y militar y por tanto el sistema dejará de atribuirles el valor que antes les asignaba. 2) El sistema seguirá encontrando valor en los humanos colectivamente, pero no en los individuos que serán cada vez más gestionados por algoritmos externos que tomarán por nosotros la mayoría de las decisiones importantes y 3) El sistema seguirá encontrando valor sólo en algunos individuos élite de superhumanos mejorados.
Dividir la humanidad en castas biológicas destruirá los cimientos de la ideología liberal, que supone que todos los seres humanos tienen igual valor e igual autoridad, lo que llegó a ser el gran sofisma de la modernidad: conceder el mismo valor a las experiencias humanas en lugar de crear las mismas experiencias para todos.
Desde la publicación por Darwin de El origen de las especies en 1859, las ciencias de la vida han terminado por ver los organismos como algoritmos bioquímicos, y en los últimos años la informática ha llegado a producir algoritmos electrónicos cada vez más sofisticados. El Datismo une ambos sistemas y señala que las mismas leyes matemáticas aplican tanto para los algoritmos bioquímicos, como para los algoritmos electrónicos.
Con el Dataismo se invierte el proceso tradicional del conocimiento. Antes con los datos se llegaba a la información y con ella al conocimiento y la sabiduría, pero ahora los dataistas creen que los humanos ya no pueden hacer frente el inmenso torrente de datos, ni “destilarlos” en información, ni mucho menos en conocimiento y sabiduría. El Dataismo se ha convertido en la nueva religión que reclama para sí la libertad de información. El cambio de la visión del mundo homocéntrica a la datacéntrica será toda una revolución, que abandona el paradigma que concibe los sentimientos como los superiores algoritmos, para reemplazarlos por algoritmos computacionales. Google y Facebook no sólo saben cómo nos sentimos, sino que tienen mucho más datos sobre nosotros de los que ni siquiera sospechamos.
Para concluir, el libro nos deja tres grandes interrogantes para que sigamos reflexionando: 1 ¿Realmente los organismos son sólo algoritmos y la vida solo procesamiento de datos? 2. ¿Es más valiosa la inteligencia que la conciencia? y 3. ¿Qué ocurrirá cuando algoritmos no conscientes pero muy inteligentes nos conozcan mejor que nosotros mismos?