El mural para nuestro gran artista, como el mismo lo definiera, es una lección de historia social
Este para mí un inmenso honor atender la solicitud del señor presidente de Ademinas para expresar unas palabras como homenaje al ingeniero y también arquitecto, urbanista escultor y pintor Pedro Nel Gómez, egresado de nuestra Escuela Nacional de Minas en el año 1922, uno de los más grandes artistas colombianos del Siglo XX. El maestro Pedro Nel fue también el diseñador y constructor de los edificios de nuestra facultad donde hoy estamos reunidos, así como el artífice de su complementación pictórica, amén de su profesor de las cátedras de arquitectura, que más tarde le permitieron fundar la Facultad de Arquitectura.
Aquí una pequeña evocación a la memoria de mi padre un albañil maestro de obra, encargado por Pedro Nel Gómez como su residente durante la construcción de estos edificios.
Mis escasos conocimientos sobre arte sólo me permiten esbozar algunos aspectos del contenido social y político de la obra pictórica del Maestro Pedro Nel, en especial su muralística. Es que el mural para nuestro gran artista, como el mismo lo definiera, es una lección de historia social, abierto a la interpretación pública, que actúa como un referente del pasado y del presente, donde se ancla la identidad de un pueblo y donde se recogen los valores que han sustentado el devenir de la colectividad.
En la obra de Pedro Nel los individuos sólo tienen valor en función de su pertenencia a los colectivos en que se organiza y estratifica la sociedad, la vida de su pueblo que lleva a los muros: el trabajo de los mineros artesanales del oro de su natal Anorí, los desplazados por la violencia partidista de los años 50, los indígenas del Vaupés…
La obra de madurez del Maestro se divide en tres etapas: la década del cuarenta, la década del cincuenta y las décadas de los sesenta y setenta. La del cuarenta es la de mayor integración del artista con la realidad política nacional; la del cincuenta la de mayor producción de murales y las del sesenta y setenta, el periodo de compenetración con nuestro ancestro mitológico.
Durante los años cuarenta del siglo pasado nuestro país empieza a sentir los efectos de la Revolución en Marcha de López Pumarejo y el clima de libertad, requerido para impulsar la transformación regional con la cual se compromete políticamente Pedro Nel como concejal de Medellín, con proyectos tales como la Central Hidroeléctrica de Riogrande, los sistemas de transporte municipal de Medellín, la reorganización del espacio urbano, la canalización del río Medellín y de la quebrada Santa Elena, entre otros. En su obra artística de este periodo se destaca la preocupación por un nacionalismo de estirpe liberal progresista y un americanismo reivindicativo, como posicionamiento político-artístico ante el arte europeo, tal como lo consignara en el Manifiesto de los artistas independientes de Colombia a los artistas de las Américas, documento elaborado conjuntamente con otros intelectuales antioqueños de la época.
Este es tiempo donde se consolida la integración profesional y artística del Maestro Pedro Nel, hasta llegar a ser el intelectual orgánico, integrador del pensamiento humanístico y científico en un único sistema de conocimiento. Este periodo termina con el ascenso al poder de los gobiernos conservadores en 1946, pero el Maestro no se detiene en su intensa actividad profesional, artística y docente, como profesor en la Facultad de Minas y la fundación de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional en Medellín, de la cual fue su primer decano, amén de la terminación de sus murales y gravados en la Facultad de Minas.
Con el general Rojas Pinilla en el poder, el maestro Pedro Nel volvió contar con todo el apoyo oficial para desarrollar su gran proyecto muralista nacional emulando al de sus pares mexicanos, pero centrado más en las denuncias de las angustias de su pueblo que en la exploración épica de la revolución, como lo hicieron Siqueiros y Rivera en México.
El Homenaje al hombre en los imponentes frescos que tenemos delante de nuestro ojos en esta Aula Máxima, los murales del Palacio Municipal de Medellín denominados La Vida y el Trabajo, los Momentos Críticos de La Nación en el Banco de la República de Bogotá y la Creación de la República Latinoamericana en el pórtico la Facultad de Minas, junto con otras muchas creaciones reunidas en su casa-museo del Barrio Aranjuez de esta ciudad y otras más dispersas en el territorio nacional, presentan una unidad de sentido propia del liberalismo nacionalista del Maestro, integrada con criterio narrativo e historicista.
Las décadas de los sesenta y setenta es la de la reflexión sobre la mitología, la cultura popular y la indagación filosófica. El Maestro comprende que los mitos son fuerzas vivas en la vida de los pueblos y es así como llega a afirmar que “que no es el pueblo el que crea los mitos, sino que es el mito el que posee al pueblo”. En esta conceptualización se inspiran sus dibujos, acuarelas, frescos, óleos y esculturas sobre nuestros mitos ancestrales, tales como La Patasola, La Llorona, La Patetarro El Gritón, La Andrógena y el Pájaro Mancúa, que integran el Proyecto Totem de La Selva, uno de los últimos trabajos realizados por Pedro Nel en la década de los setenta en el campus de la Universidad Nacional Sede Medellín.
Ya en los años 70, periodo último del artista, incrementa su producción literaria y filosófica, recopilada por la doctora Leni Oberndofer en su Libro “Pedro Nel Gómez, pintor, escultor y amante”, publicado por la Secretaría de Educación y Cultura de Medellín en 1961.
Pedro Nel Gómez El Pintor de la Patria, sin duda el más grande artista colombiano del Siglo XX.
En otra oportunidad espero hablar de la obra de Peter Santamaría, fundador en esta misma facultad de la carrera de Ingeniería de Petróleos y Geología, mi profesión, y nuestro decano y profesor de toda la vida; de José Tejada e Ignacio Arango, mis maestros en la escuela del trabajo en Integral, la gran empresa de ingeniería que fundaron y dirigieron por décadas.
*Discurso pronunciado por José Hilario López en la conmemoración de los 130 años de la Escuela Nacional de Minas, donde se rindió homenaje a los ilustres egresados Pedro Nel Gómez, Peter Santamaría, José Tejada e Ignacio Arango.