La historia nos aclara quiénes somos, porque nos explica de dónde venimos, cómo se formó nuestra cultura y cuáles procesos determinaron la manera como vivimos hoy.
Esta columna de opinión abre hoy una serie de artículos que pretenden llevarle a los lectores una visión resumida de la historia de Colombia, desde nuestros aborígenes hasta el presente. Sí, hasta hoy, porque la etapa más importante para nuestra vida es la historia reciente.
La historia nos aclara quiénes somos, porque nos explica de dónde venimos, cómo se formó nuestra cultura y cuáles procesos determinaron la manera como vivimos hoy. Desafortunadamente esta disciplina desapareció en Colombia desde 1985 como una asignatura en la formación básica y superior, lo cual hace que las últimas tres generaciones de colombianos, perdónenme lo fuerte de esta afirmación, ignoren quiénes somos.
La historia, como disciplina científica, debe ser independiente de las ideologías, para recoger solamente los hechos que realmente ocurrieron. La historia tampoco responde a la moral ni a la ética. Si el historiador se deja condicionar por una ideología o aplica juicios de valor en sus trabajos, fácilmente pierde la perspectiva del contexto y se queda con una visión parcial y sesgada. Una actitud abierta y una visión ecléctica son necesarias para el estudio de la historia.
Empecemos.
Los aborígenes en los tiempos prehispánicos.
Cuando se habla de los aborígenes americanos, normalmente se enuncian las comunidades que habitaron el territorio, identificadas con el nombre del cacique que las regía a la llegada de los conquistadores europeos. Es mucho más formativo presentarlas en su evolución a lo largo del tiempo y en sus relaciones con otras comunidades y con el medio. También es bueno referirse de manera analítica a su cultura, a su forma de pensamiento, a sus técnicas de agricultura y de comercio, hasta donde puedan conocerse.
Nuestros estudios arqueológicos y antropológicos enfrentan dificultades grandes. En primer lugar, los puebles primitivos han sido mirados como sitios aislados y muy poco como contextos. En segundo lugar, casi la totalidad de los registros y tradiciones de los pueblos aborígenes se perdieron, no solamente a causa de la destrucción, sino por la distorsión de sus contenidos por parte de los cronistas españoles que registraron la conquista sin preocuparse por rescatar y registrar fielmente las tradiciones, culturas y conocimientos que encontraron, sino interpretándolos a la luz de las categorías del pensamiento en que ellos venían formados. Está pendiente estudiar a profundidad el desarrollo cultural y espiritual de nuestros antepasados aborígenes. En las próximas entregas profundizaremos este tema.
La llegada del hombre a América.
El hombre llegó a América a través del estrecho de Bering hace aproximadamente treinta mil años, aprovechando el puente natural que se produjo con Asia gracias a la glaciación Wisconsin (conocida en Europa como glaciación Würm), que inició hace cien mil años y terminó hace diez mil. Los hombres que poblaron nuestro continente venían de Asia, muy lejanos en el espacio y en el tiempo de los primeros representantes del Homo Sapiens en Europa, y tardaron entre diez mil y veinte mil años en cruzar el continente de norte a sur antes de llegar, por tierra o por mar, a territorio colombiano.
Algunos historiadores esbozan otras teorías sobre el origen del hombre americano. Una es que el género Homo hubiera surgido también en América; sin embargo, no hay ningún vestigio arqueológico que lo demuestre, Otras teorías se refieren a viajeros que atravesaron el océano Atlántico desde África, o el océano Pacífico desde Asia, pero las evidencias de ello son posteriores a la presencia del hombre en nuestro continente.
Antes de formarse las culturas de los quimbayas, chibchas, taironas y demás grupos que existían a la llegada de los conquistadores españoles, el hombre primitivo había evolucionado en el actual territorio colombiano durante once mil años en cinco etapas de desarrollo, que son: Cazadores recolectores, agricultores sedentarios, aldeas tribales, cacicazgos y federaciones de aldeas.
Se estima que, en el momento de iniciarse la conquista española, la población aborigen del territorio colombiano ascendía a unos tres millones de personas, agrupadas en los tres últimos estadios aquí mencionados: aldeas, cacicazgos y federaciones.
Continuará.