Cuando las vitrinas estaban vacías y las medallas olímpicas pasaban de largo, hubo alguien que trajo la primera a Colombia; una medalla en blanco y negro que dibujó el camino del éxito.
Antes de echar el cuento vamos primero con un pequeño test a ver qué tal estamos de historia del deporte colombiano. Primera pregunta: ¿Primer(a) deporista en ganar dos medallas olímpicas para Colombia? Segunda: ¿Cuáles fueron las primeras disciplinas que dieron títulos mundiales y medallas olímpicas simultáneamente? Última: ¿Único(a) deportista en Colombia ganador dos platas olímpicas?
En las tres respuestas está involucrado el mismo nombre: Helmut Bellingrodt, el primer colombiano en lograr una medalla olímpica. Lo hizo en tiro deportivo en Múnich, cuando alcanzó la plata en los 10 metros blanco móvil con su fiel rifle Remington, que aún guarda en una caja fuerte.
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Y si no le atinó a las respuestas no se preocupe, el mismo Bellingrodt, aún siendo héroe del deporte nacional, sabe que factores como el tiempo, su disciplina y hasta su apellido, no ayudan mucho a tener la vigencia que merece.
“Muchas veces cuando llego a dar una charla sobre temas deportivos y sociales, los jóvenes no tienen ni idea de quién soy yo o lo que hice hace 45 años. Pero es normal, han pasado muchos años y realmente todo lo que tenga que ver con armas en este país tiene una connotación negativa, como es razonable. Por lo tanto, el tiro es un deporte que se mira de reojo y con recelo”, piensa Helmut, quien tiene muy claro también que su apellido ha influido para que su hazaña ceda su arraigo entre las nuevas generaciones. Y es que no deja de parecer “raro” que la primera medalla criolla en Olímpicos haya sido por cuenta de un tipo alto, rubio, con evidente aspecto de extranjero y de apellido que suena a lejos. “Mis padres me bautizaron Helmut Ernesto precisamente para que siempre tuviera una evidencia a la mano de que soy colombiano, y yo siempre me presento con mis dos nombres. Pero parece que para mucha gente no ha sido suficiente”, cuenta, Helmut, hijo de Anneliese y Ernesto, dos jóvenes que se enamoraron mientras vacacionaban en Hamburgo, Alemania, pero echaron raíces en Barranquilla, ciudad donde Friedrich Bellingrodt, abuelo de Helmut, construyó su hogar a fines del Siglo XIX con los ahorros de toda su vida, desde que salió de su natal Hamburgo en busca de suerte tras leer un anuncio de periódico donde requerían trabajadores para una multinacional venezolana.
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Ese mismo Helmut Ernesto fue el que desechó una oferta que la mayoría de personas y en cualquier momento tomarían sin mediar palabra. “Luego de ganar la medalla de plata en Múnich, los dirigentes de la Federación Alemana de Tiro se me acercaron y me preguntaron sobre mis apellidos, y yo les conté toda la historia de mi abuelo y mis papás. Inmediatamente me dijeron que sería fácil nacionalizarme por mi ascendencia y que me darían beca, trabajo y todo para formar un hogar a cambio de competir, naturalmente, representando a Alemania. Piénselo, me dijeron. Pero yo no tenía nada que pensar. Les agradezco mucho, me siento honrado, pero yo nací en Barranquilla, me crié en Barranquilla, mis amigos son de allá y yo no pienso hacer vida en ninguna parte que no sea mi tierra”, les contestó inmediatamente Helmut, quien sentencia sin titubeos y con inconfundible acento costeño: “Es que yo soy currambero y colombiano al mil por cien”.
Su acto de lealtad le significó al país otra medalla olímpica, esta vez en Los Ángeles 1984, donde el tirador se volvió a colgar la plata convirtiéndose además hasta ahora en el deportista nacional más veterano en lograr una medalla. Tenía 36 años y esa fue la cuarta presea para el país en Juegos Olímpicos.
Eran los tiempos en que las medallas llegaban a cuenta gotas y no como ahora. Pero claro, por algo había que empezar. “Cuando gané la plata en el 72 los dirigentes entendieron que más que un sueño absurdo ir a pelear medallas en Olímpicos era posible. Claro, se necesitaba organización, un proyecto dirigencial, apoyos, estrategias. Pero a partir de ahí se plantearon otras necesidades además de ir a pasear a unos Juegos”, señala Helmut, quien se muestra confiado en que el deporte colombiano superará nuevamente sus umbrales en el próximo ciclo olímpico que comienza con los Bolivarianos en Santa Marta y seguirá con los Centroamericanos en Barranquilla, de los cuales él hace parte del comité organizador.
Eso sí, es tajante sobre el futuro de su deporte. “No veo muy claro que el tiro deportivo del país vuelva a subir a un podio olímpico en años próximos”, sentencia. Y es que aunque para él y sus hermanos el tiro fue una tradición heredada de su padre que dio triunfos al país, Helmut ni siquiera pudo transmitirle esa pasión a sus hijos. “El mayor fue el único que tiró, incluso fue campeón nacional y la Federación me permitió imponerle la medalla. Pero cuando se bajó del podio, me enganchó la medalla en el pescuezo y me dijo: papá, no friegues más; esto lo hice para darte gusto, pero ya no más”, cuenta entre risas Helmut, quien pese a ver que su tradición familiar no prosperó en sus hijos y aunque esté consciente de que su imagen en la historia del deporte nacional mengua vigencia entre las nuevas generaciones, tiene una certeza que lo hace sonreír todos los días dondequiera que esté y sabe además cómo quiere ser honrado. “La forma en que yo quiero que dignifiquen mi legado es que todos los talentos deportivos en este país sigan compitiendo y formándose con el esfuerzo con que lo hacen. Yo no me fui para Alemania porque siempre tuve claro que competir era algo que debía hacerse por objetivos que no son materiales, como representar a la región, a un país y hacerlo por el honor de lograrlo. Aunque la gente nueva no sepa quién soy, por allá en el 2060, cuando tengamos 80 o 120 medallas, siempre que estén hablando de Colombia en Juegos Olímpicos dirán que Helmut Bellingrodt fue el primero en lograr una medalla, y eso lo sabrán mis bisnietos, lo sabrá mucha gente”, dice.