En los últimos 30 años, Colombia no sale de escándalos en escándalos, de corrupción en corrupción en sus poderes públicos.
Colombia ya no sale de un escándalo de corrupción uno tras otro en el sector público y que involucra directamente a sus tres poderes. En gran parte al Legislativo y al Ejecutivo, pero el país está que no sale de su asombro cómo ese flagelo está carcomiendo a la justicia, precisamente la llamada a hacerle frente al gravísimo problema que está afectando a la sociedad colombiana.
Por eso en la actual campaña presidencial los candidatos que abogan en sus plataformas por su control y castigo están llamando la atención de un electorado asqueado por el lamentable y triste espectáculo de la indecencia, que tiene como uno de sus protagonistas a la clase política.
Con el hoy denominado “Cartel de la Toga”, materializado en una asquerosa compra y venta de fallos judiciales, pareciera que la nación ya tocó fondo con la corrupción en los altos niveles del Estado.
Estremece la piel de muchos colombianos ver en las pantallas, en las fotos y ahora en las masivas redes sociales a jueces y magistrados capturados, entre rejas y a otros togados compareciendo ante investigadores sindicados de graves comportamientos y presuntos delitos que ellos mismos juraron combatir y castigar.
Esto ha llevado a que la corrupción en lo público esté no sólo en el primer lugar de la agenda nacional, sino que es un asuntos de la actual campaña electoral al lado de temas tan sensibles y que generan controversia y dividen a los colombianos como el proceso de paz, la pobreza, el tema pensional, las desigualdades, la falta de oportunidades, la delincuencia urbana, la muerte y el hambre de niños por citar los que hoy figuran en el debate general de los colombianos.
Pero lo lamentable de todo este desolador panorama de la corruptela, es que los últimos hechos no son solo de ahora, sino que el país viene arrastrando un pasado preocupante que se acentuó con la aparición hace unos cuarenta años del narcotráfico en las décadas de los años 80 y 90 y que produjo coyunturas que desestabilizaron a las instituciones, para luego derivar en otros fenómeno como la narcopolítica, la parapolítica, las delaciones, recompensas y su responsabilidad en los falsos positivos, en las interceptaciones, en la financiación legal de campañas electorales desde el exterior, hasta caer en el fondo de un profundo precipicio con los lamentables casos de jueces como los de Jorge Pretelt, Francisco Ricaurte, Leonidas Bustos y Gustavo Malo, y el fiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno, quien como dicen las mamás antioqueñas ya es el colmo de los colmos.
Desplome moral
Como político, congresista, ministro y ahora como profesor y analista, Armando Estrada Villa fue testigo de dolorosos insucesos deshonestos que empañaron y estremecieron a la política y al sector público nacional.
Consultado en torno al abismal crecimiento de la corrupción en Colombia dijo que “sabemos quiénes son los responsables de la corrupción así no haya todavía condenas o no haya sanciones, ya sean de carácter penal, administrativo o fiscal”
Culpó a los dos últimos gobiernos nacionales, los de Uribe y Santos, de ese crecimiento de la corrupción.
“Se nota de entrada que esos dos gobiernos fueron permeados por Odebrecht, que es en estos momentos el caso de corrupción más escandaloso por lo cuantioso y que tuvo que haber llegado a los altos niveles de decisión.
“Uno no cree que El Ñoño y senador Bernardo Miguel Elías Vidal o el exviceministro Gabriel García Morales, por dar sólo dos nombres, tuvieran tanto poder para que el Conpes o el Consejo de Ministros aceptaran sin más o sin ningún análisis, lo que en su caso dijo García y en el otro el Ñoño”.
Por eso dijo que la Fiscalía y la Procuraduría, que según él están bien orientadas, van a tener que llegar más alto o hasta algunas de las personas que hacen parte del Copes y del Consejo de Ministros.
¿Y ya es el colmo de la corruptela que los propios jueces se corrompan con la venta y compra de fallos judiciales?
Colombia estaba acostumbrada a que hubiera escándalos de corrupción entre los congresistas y en el Gobierno Nacional y que el clientelismo se convirtiera en el mayor canal de corrupción.
¿Cómo ha funcionado ese clientelismo?
El gobierno compra a los congresistas, estos reciben el dinero que le daban a los alcaldes y gobernadores, y de ahí los legisladores sacaban una comisión por esos auxilios.
El país se insensibilizó frente al clientelismo como fuente de corrupción, pero no creíamos nosotros que esa práctica en Colombia llegara en la justicia a tan altos niveles.
Que se corrompa un juez o un fiscal no era bueno y era rechazable, pero no admitíamos que fuera posible que la corrupción llegara a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte Constitucional.
Eso es el extremo de la corrupción y es el aspecto más crítico que tenemos en este momento, porque nos lleva a decir que la corrupción es tan grave que la sal se corrompió.
¿Qué incidencia tiene en todo este descalabro el narcotráfico y los tristes famosos casos de la narco política y la para política?
El narcotráfico le hizo mucho daño a Colombia por ese principio con el cual ellos trabajaron de que la riqueza tenía que ser rápida y fácil, cuando los antioqueños estábamos acostumbrados a que la riqueza se amasaba o se conseguía con muchos años de trabajo.
Ese principio de riqueza rápida y fácil permeó todo, a la política, a la economía y hasta la iglesia porque hubo sacerdotes que admitieron los dineros del narcotráfico con tal que se pudieran construir iglesias y recibir limosnas.
Por eso el narcotráfico tiene que ver mucho con ese desplome moral y hoy estamos viendo las consecuencias para el país.