Termina la era santista sin continuidad y sin reelección. El uribismo podría regresar al poder, la izquierda asusta con Petro y Fajardo y Vargas sueñan con una segunda ronda electoral lo que pone en juego la credibilidad de las encuestas.
Hace cuatro años, durante la primera vuelta presidencial del 2014, los colombianos en las urnas decidían sobre la continuidad de Santos, el retorno del uribismo al poder o la aparición de una tercería.
Al mismo tiempo estaba en juego la figura de la reelección presidencial, el tema de la paz o la guerra seguía pendiente, también la credibilidad de las encuestas que ha sido un debate recurrente cada cuatro años y si habría o no segunda vuelta presidencial.
Ahora, cuatro años después, como si el país estuviera sobre una bicicleta estática, varios de esos temas volverán a marcar la elección presidencial de este 27 de mayo de 2018, con algunas excepciones por ciertas novedades que se han registrado en la vida colombiana.
Por ejemplo, ya se eliminó la reelección presidencial, las Farc ya se desmovilizaron y no están disparando y matando, pero su reinserción a la vida civil se ha convertido en un dolor de cabeza por el debate nacional sobre la implementación de los acuerdos, sobre todos en temas tan sensibles como el juzgamiento, la verdad y la reparación por todo lo sucedido en desarrollo del cruento conflicto armando de más de 50 años.
Y en el campo político la mayor novedad será el fin del reinado del santismo tras ocho polémicos años en la conducción del Estado, en los cuales puede mostrar como gran logro para la historia de Colombia, el controvertido para unos, pero importantísimo y necesario, aunque imperfecto hasta ahora, acuerdo para la desmovilización como guerrilla de las Farc.
De resto, el actual proceso electoral nacional para la elección de un nuevo presidente de Colombia, se parece en mucho al de hace cuatro años.
Antes de adentrarnos a mirar lo que está en juego este domingo en las urnas, hay que mencionar que con las votaciones de este domingo se inicia el fin de una etapa de 16 años que marcaron la crónica nacional con los gobiernos reelegidos de Álvaro Uribe (2002 – 2006 y 2006 – 2010) y de Juan Manuel Santos (2010 – 2014 y el que tendrá su epílogo este próximo 7 de agosto).
La reelección, que unos defienden por ser un adelanto de cultura democrática para premiar, darle continuidad y otra oportunidad a los buenos gobiernos, pero que en Colombia derivó en peligrosas prácticas antidemocráticas y de corrupción, como la “yidispolítica” y “la mermelada” en ambos gobiernos, fue descabezada del ordenamiento constitucional y los actuales candidatos al Solio presidencial han exteriorizado que no tienen interés en revivirla, como por ejemplo el candidato del uribismo, tendencia política muy proclive a esas prácticas. “No, no y no” ha dicho el aspirante Iván Duque. Sin embargo, en campaña los candidatos se comprometen a no llevar adelante algunos temas, pero que después en el gobierno no cumplen.
Pero como a la gente hay que creerle, el abanico de opciones presidenciales plantea por ahora programas de gobierno para el próximo cuatrienio, en los que no se vislumbra que el tema de la reelección altere nuevamente la cotidianidad de la nación.
Sin continuidad, uribismo o sorpresa
Despejado por el momento ese asunto, la pregunta que muchos se hacen es si en los actuales comicios habrá continuidad del estilo santista, regresará el uribismo o de pronto se produce una gran sorpresa.
Lo del continuismo no parece nada claro en el presente debate electoral, pues los candidatos cercanos al gobierno no aceptan esa condición o señalamiento. Son los casos de Germán Vargas Lleras y de Humberto De la Calle Lombana, quienes a pesar de que seguirían algunas huellas del santismo, como mantener en pie los compromisos del acuerdo de paz con las Farc y el desarrollo en la infraestructura vial, etc., no necesariamente representan la continuidad, pues ambos tienen un talante muy distinto a la forma de ser de Juan Manuel Santos, quien concluiría su mandato con el más bajo índice o porcentaje de popularidad de un presidente en Colombia, pues se jugó todo su capital político en desarmar a las Farc para que sigan el camino de la política, lo que no ha sido entendido por el exigente e inconforme, pero a la vez ingrato pueblo colombiano, según el análisis de algunos pensadores y críticos de la vida colombiana, los cuales atribuyen la baja popularidad del presidente saliente a muchos sensibles errores, como el no saber conectarse con los gobernados.
En cambio, y todo parece indicarlo, otra vez está despejado el camino para el retorno al poder del uribismo, aunque no la tiene muy fácil.
Colombia asiste a una de las campañas electorales más kilométrica de su reciente existencia republicana, pues definitivamente tienen razón los que han dicho que la contienda arrancó desde el mismo domingo 2 de octubre de 2016 con el reñido plebiscito por el SI y por el NO en torno al acuerdo con las Farc, que ganó, contra todos los pronósticos estadísticos, esta última postura, lo que le dio nuevos aires y más vuelo al uribismo de enfrentar las dos elecciones nacionales de este año contra su gran rival: el santismo.
Desde ese momento en el país no ha parado el agite político y en esas circunstancias se llegó este año a la campaña para las elecciones legislativas de marzo y a las presidenciales de este mes de mayo, pero las que podrían decidirse en junio en segunda vuelta.
El uribismo o también el polémico régimen de la seguridad democrática sigue muy vivo en el país, pero sin alcanzar una mayoría abrumadora entre los colombianos, por lo cual requirió de buscar socios para armar una coalición que le permita disputarle el poder de la nación a otras fuerzas y alianzas, que por estar dispersas podrían sucumbir en las urnas ante la concepción que lidera el expresidente Álvaro Uribe Vélez con sus fortalezas y debilidades.
El uribismo acaba de propinar su primer zarpazo al ganar en votos el Senado, pero en el fondo saben que no lograron lo que esperaban y es una tendencia política que se estancó en los dos millones de votos, lo que los obliga a armar coaliciones para intentar volver a la Presidencia.
Eso hicieron el mismo 11 de marzo pasado con la consulta interpartidista, en la cual lograron el triunfo con el respetable desconocido Iván Duque Márquez, pero le agregaron a su causa electoral 6 millones de votos, ayudados por dos socios de origen conservador e irónicamente la misma cantidad de sufragantes que obtuvieron en el plebiscito del 2006.
Es decir, para este domingo se sabe que cuentan con 6 millones, pero necesitarían 9 millones para ganar de una y gobernar otra vez a Colombia, para evitar repechaje de junio, en el cual no tienen nada asegurado.
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La sorpresa
¿Quién podría derrotar al uribismo? y ¿Quién podría propiciar una sorpresa electoral para la Presidencia de Colombia?, son dos de las preguntas que muchos se hacen en medio de la obvia expectativa e incertidumbre que reina electoralmente para este domingo.
Como no habrá en la práctica continuismo del santismo, esta vez no se puede hablar de una tercería, sino quién retará al uribismo entre los otros cuatro candidatos del abanico presidencial.
La gran sorpresa, protagonismo y figura de la campaña electoral es Gustavo Petro Urrego, un exguerrillero reinsertado, y con quien la izquierda democrática colombiana parece estar, por primera vez en sus luchas de largos años y divisiones internas, más cerca de un triunfo electoral para la jefatura de Colombia y esta vez por firmas y por fuera de las que fueron y unas que aún son estructuras contestatarias como la Anapo, el Partido Comunista, la UP, la AD M-19 y el Polo.
Después le sigue un proyecto político alternativo que se ha venido ganando un espacio desde el 2010, como es la propuesta Verde en Colombia, con la bandera contra la corrupción, que ahora unida al Polo y al movimiento local Compromiso Ciudadano, intentan ser una opción real, con la aspiración muy controvertida de Sergio Fajardo Valderrama, que podría ser una tremenda sorpresa.
Los otros dos aspirantes parecieran representar al establecimiento tradicional que ha mandado, como el uribismo, a Colombia, pero cada uno tiene su particularidad, estilo y propuestas. Son los casos de Germán Vargas Lleras y Humberto De la Calle, dos personajes de los que se podría decir tendrían que ser presidentes por su trayectoria pública, la que al mismo tiempo también los ha desgastado frente el electorado que tiene la palabra sobre qué hará con ellos dos en las urnas.
Todas estas seis alternativas de poder presidencial se sometieron a lo largo de este año a la medición de la opinión y de la intensión del voto por parte de las temibles encuestas de unas seis empresas dedicadas a estas estadísticas, que dejaron muchas lesiones y lecciones previas, y que nuevamente se están jugando su credibilidad al vaticinar que hoy Colombia no tendrá presidente, sino que dos integrantes de la sexteta de aspirantes se medirán en segunda vuelta este 17 de junio, pero ese pronóstico sólo lo corroborará la verdadera encuesta que son las urnas.
Entre tanto, hay que precisar que cinco de los candidatos a presidente y vicepresidentes, ya pasaron por el veredicto electoral. El primero fue
Humberto De la Calle en el 94, luego Germán Vargas, Gustavo Petro y Sergio Fajardo en el 2010, hace cuatro años Marta Lucía Ramírez y Clara López, mientras que debutan en estos trotes de comicios presidenciales Iván Duque, Claudia López, Ángela María Robledo y Juan Carlos Pinzón.
Últimas dos elecciones
Hace ocho años podían votar 29.9 millones de colombianos y lo hicieron en primera vuelta 14.4 millones y en segunda ronda 13.2 millones. En la primera votación la participación fue del 49.29 % y en la segunda de 44.34 % En la ronda definitiva los votos válidos fueron trece millones, los blancos ascendieron a 444.274, los nulos legaron a 198.003, las tarjetas no marcadas fueron 37.729 y la abstención se situó en el 55.66 %.
En el 2014 estaban habitados 33 millones de colombianos y sufragaron 13.2 millones, para un 40.04 de participación en la primera vuelta y del 47.90% en la segunda ronda toda vez que 15.8 millones se presentaron a las urnas.