A pesar de que la alcaldía ofrece la oportunidad a los habitantes de calle de acogerse al proceso de rehabilitación, muchos optan por solamente asistir a los centros habilitados para comer, asearse, o lavar su ropa.
María Teresa Posada Rincón estuvo sumergida casi la mitad de su vida en el mundo de las drogas. Lo reconoce y cierta vergüenza aflora en su rostro. Rememora con pesar aquellos días que pasaba en las calles de Medellín por voluntad propia, pidiendo dinero a los transeúntes, durmiendo en las aceras con la noche como techo.
Esta mujer de 48 años ha vencido un proceso de rehabilitación duro y complejo para abandonar totalmente su angustioso pasado. Junto a otros 34 exhabitantes de calle recibe un diploma que avala su actual condición de desintoxicada, libre y presta a trabajar por sí misma.
“En algún momento mi familia desistió y no quisieron ayudarme más”, narra. “Salí a las calles, conocí muchas historias tristes que soy incapaz de contar. Hay muchas personas inteligentes y llenas de amor metidas en el mundo de las drogas. Mi estado era deprimente y sentí la necesidad de resurgir. Entonces, la alcaldía de Medellín me tendió la mano y me trasladaron hacia Los Patios, donde traté de recuperarme física y mentalmente por un año y cuatro meses. Hoy estoy aquí, totalmente limpia”, relata.
Aunque María Teresa afirma que las políticas funcionan, reconoce que aún muchos habitantes de calle no reconocen su condición y, por ello, no reclaman la ayuda que la alcaldía les ofrece. “No saben que son seres dignos”, continúa. “Y que merecen vivir con amor. Tienen todas las posibilidades y no saben aprovecharlas”.
Durante aproximadamente nueve meses estos exhabitantes de calle estuvieron acompañados por un equipo psicosocial integrado por psicólogos, nutricionistas, enfermeros, trabajadores sociales y demás especialistas que realizaron una evaluación personalizada de cada caso, para apoyarlos en su proceso de resocialización. En este período se integraron a determinados oficios a partir de talleres que los preparan para su posterior proyecto de vida.
En Medellín se atienden más de 1.200 personas diariamente a través del programa para habitantes de calle que implica más de 25.000 millones de pesos al año. Luis Bernardo Vélez, secretario de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos, refiere que muchos de los recién graduados del programa ya poseen un empleo o habilidades para conseguir un trabajo estable. Declara, además, que hasta hoy se han rehabilitado cerca de 350 personas, no obstante, desearía que las cifras ascendieran.
Sin embargo, el proyecto persigue que, paulatinamente, logren un desprendimiento gradual de algunos de los beneficios ofrecidos para darles la oportunidad a los otros que ingresan. Al término del sistema, deben valerse por sí mismos.
“Ellos afianzan, sobre todo, su red de protección y el vínculo con familiares y amigos. Vuelven a nacer. Esto es un logro para ellos, pero también para el Estado, para Medellín, para la ciudadanía”, asegura.
Andrés Felipe Carmona resulta otro de los beneficiados con el proyecto para rehabilitar a los habitantes de calle. Aunque lleva poco tiempo acogido a los beneficios, tiene la certeza de que quiere cambiar, “salir adelante y dejar las drogas”. “Necesito recuperar a mi familia”, casi suplica. “Quiero estudiar, trabajar, ser alguien para la sociedad”.
A su lado, Wiliam Vargas se presenta como alcohólico y, acto seguido, explica lo difícil que fue para él reconocer su problema. “Vivir en las calles es algo cruel. No es fácil estar pidiendo todo el tiempo, molestando a las personas para gastarlo en trago. Eso no es vida”.
William bebía a diario, abandonó a su esposa y a su familia. En repetidas ocasiones sus amigos le aconsejaron que pidiera ayuda para “salvar su vida”. “Tengo pensado montar un negocio por mi cuenta y mantenerlo”, declara. “Me siento mucho mejor, ya no quiero volver a sufrir más. El que ha estado en la calle y pasa por ahí, no regresa a lo mismo. Siempre están los que prefieren quedarse así. Yo no quiero regresar a mi pasado”.
El concejal de Medellín Ramón Emilio Acevedo Cardona asegura que la política pública hacia los habitantes de calle parte de reconocer que son personas con determinados problemas, algunos de salud mental y otros, la gran mayoría, por dependencia a la drogadicción. Su principio fundamental es la atención integral e individualizada, aunque se persiga un enfoque general, a partir del momento en que se les contacta y se les ofrece la oportunidad de reintegrarse a la sociedad. Actualmente las cifras apuntan a que deben de existir cerca de 6.000 habitantes en las calles de Medellín.
“A cada uno de ellos le hacemos una historia socio-familiar y personal que nos permita entender cuál es la situación por la que están pasando, y sus factores de salud mental o enfermedad física, para establecer una perspectiva terapéutica”, afirma Acevedo.
Muchos niños, niñas y adolescentes de la ciudad de Medellín son expulsados de sus casas y se ven obligados a dormir en las calles por causas tales como violencia intrafamiliar, pobreza extrema o abusos sexuales. Acevedo recalca que se llega a ese punto por muchas situaciones más, pero, sobre todo, por el abuso de las drogas en una fase disfuncional.
“Se quedan sin familia, sin trabajo y, si dejan el consumo, aparecen síntomas de abstinencia muy fuertes ligados a la ansiedad, la angustia o la irritabilidad. Renunciar a ello, siendo un adicto, no resulta tan fácil. Si lo fuera, no habría adictos en el mundo. Salir de ellas es recorrer un laberinto terrible, aún acompañados por un equipo terapéutico”.
A pesar de que la alcaldía ofrece la oportunidad a los habitantes de calle de acogerse al proceso de rehabilitación en los hoteles dispuestos para tal fin, muchos optan por solamente asistir a los centros habilitados para comer, asearse o lavar su ropa. Luego, regresan a su rutina diaria.
“De alguna manera, para ellos se les convierte la vida en algo fácil, aunque todos los que no vivimos en la calle la vemos difícil. No tienen que pagar arriendo, ni servicios, ni transporte, ni agua o luz y encuentran la comida donde la botan. Les resulta cómodo. Es una situación complicada desde el imaginario mental”.
Contrario a lo que muchas personas puedan pensar respecto a los habitantes de calle, muchos de ellos fueron profesionales graduados en importantes universidades. El concejal Acevedo ha conocido a ingenieros, doctores o abogados que sucumbieron a la drogadicción y ahora duermen a la intemperie y piden limosnas para doparse.
“Las drogas no respetan el factor intelectual. Yo mismo he llevado a rehabilitación a hijos de industriales, de ganaderos, siendo veterinarios o ingenieros. Realmente, en las calles hay gente muy valiosa para la ciudad de Medellín”, concluye Acevedo.