Habitada palabra: Claudia Trujillo

Autor: Óscar Jairo González
6 mayo de 2018 - 02:00 PM

El ensayista Óscar Jairo González presenta la obra Habitada Palabra de la poeta Claudia Trujillo, libro editado por la Universidad de Antioquia.

Medellín

Cuando se comienza a estar en la vida, no necesitamos sino tenernos a nosotros mismos. Nada nos lleva a relacionarnos con nadie ni con nada. Vivimos en la condición de quién es nuevo en esa vida, de quién la inicia y que no siente necesidad, al decir de sí mismo, de ese su decirse a sí mismo. Y lo que sabe lo sabe, sin duda, para sí mismo. Y lo que no sabe, no le interesa saberlo. En esa su vida no debe causar inquietud el no saber nada. Es la nada en su intensidad más derribadora. Es lo real que se hace en uno mismo. Cada momento de ello, del comienzo de la vida, es como quién está desnudo y lo sabe. Y siente que está desnudo. No tiene sentido no estarlo y no hace nada por no estarlo. No quiere hacerlo. Nadie le dice, todavía, en ese todavía maravilloso, que tiene que hacerlo. Desnudo se mueve entonces en el comienzo. Aquí no es necesario decir nada a nadie, sino con uno mismo. Esa es la incendiaria inclinación por vivir. Es instalarse como en una maravillosa nada del decir. Decir de la nada. 

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Al tener la vida en relación con los otros, entonces nada de lo que había comenzado, puede ser lo mismo. Todo se cambia y se transforma, porque la vida en esa indicación otra, no puede ser la misma ni hacerse de la misma manera. Cesa la tensión de la temperatura en uno mismo, para hacer tensión de la temperatura mediada e intervenida por el otro y los otros. Nadie es el mismo tras haber realizado la tentativa de tener que relacionarse con esos otros. Y esos otros determinan entonces lo que uno ha de hablar con ellos. Ellos son entonces la causa de lo que se dice. Ya nuestra relación con el decir, se hace quizá, inabarcable por uno mismo, se hace inasible por el otro, no se dice ni dice con la misma intensidad barroca con que uno lo hace. Y entonces se quiebra la relación de un decir, porque todos son un decir y formamos, entonces, una comunidad del decir en otros sentidos y temperaturas. 
Nos movemos ahí, con una inmenso dolor y melancolía, porque no podemos decirnos desnudándonos como queremos. Aquí se trata de un desnudar que nos excede. No está siquiera en nosotros mismos. Tiene forma de sueño. Ya veremos por qué. Decirse en el sueño es realizable, pero no podemos decirnos en él, porque no podemos ni sabemos cómo estar en él, sin tener que destruirlo, por las tareas con nos intervenimos en el decir y en el hacer, dado que nos mantenemos en la contradicción de lo uno y lo otro. No conocemos la metódica para sabernos dentro de lo uno y lo otro. No tenemos la forma de hacerlo, no poseemos la turbulencia necesaria para invocarlo. Y si lo invocamos, será solo por un instante. Decir de la invocación en el instante, sin tener que decirlo en el mismo sentido en que no se dice a uno mismo ni a todos los otros. Gravitación de los sentidos quiméricos. 
Cuando se va por un camino de bosque, uno quiere sentir que es el mismo y que se dice en el camino y en el bosque a uno mismo lo que tiene que decirse del camino y del bosque. Y nadie puede perturbar esa tranquilidad en movimiento como la lluvia que se da solo sobre uno mismo. Quiero decir que en ese momento no llueve en todo el bosque sino en uno mismo. Cubre la lluvia la mismidad de uno. No es la lluvia para todos sino la lluvia que en ese mediodía me cubre a mí. Y no puedo decirlo. Quiero decir de ese camino, de ese bosque y de esa lluvia, y no puedo decirlo a nadie, de tal manera que ese libro se hace solamente en mí. Nadie lo sabe. Nadie sabe que yo soy el libro de la naturaleza. Gravedad del tensionar el misterio. 

La voz de la poeta
Ya que cuando se tiene entonces el conocimiento intuicional, la conciencia obsesiva en la dimensión de incitación a la transformación y se causa en uno mismo, esa, llamémosla, conciencia en turbación no coincidente, que es la que se tiene también sostenida en lo insostenible del inconsciente, entonces una y otra, nos hacen decir desde el comienzo lo que sentimos necesidad de decir, y eso se da cuando ese sí mismo, se da forma en su naturaleza como poeta. Como lo ha hecho en esta Habitada Palabra, la poeta Claudia Trujillo. Por eso ella puede decir, no decirle a otros, inicialmente, que está poseída de su palabra, pero que también quiere transmitirla, pero no sabe cómo, y por eso entonces nos decía, cuando le inquiríamos sobre el tema de la luz en la poesía: “A poco, hoy mi poesía es otra. Esa otra luz reclinando el corazón en la tiniebla, sobre esa Nada inmensa, casa de todas las palabras”. Eran momentos en los que ella, estaba llevándose a sí misma, a este libro, a ese libro en el que tenía que decir, pero sin saber cómo, porque entonces, cuál sería la palabra desde donde tenía que escribirlo; cuáles serían las palabras con que lo diría, para que ella misma pudiera decirse y decirlo a otro: “Los pensamientos huyen/mientras las palabras/regresan/a las cosas/a la vida/a la luz primordial”. 

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Y cuando la palabra es la que la hace saber de sí misma, de los otros y de la naturaleza, es el momento en que la escribe, y la escribe para poseerla ascéticamente en ese momento, dado que sabe que ella de nuevo irá hacia donde ella no está, pero la poeta que es y será, si la posee para siempre y por siempre. Por eso nosotros la miramos en esta noche, sin libro y con libro, habitando y no habitando su palabra iniciante e incitadora en aquello mismo que ella se dice a sí misma y nos dice a nosotros: “Una palabra toca la vida”. ¿Cuál vida, dice el poeta? La que tenemos que buscar en “las palabras de las piedras”. 


La autora

Claudia Trujillo (Medellín 1963) es arquitecta de la Universidad Nacional, ensayista, activista cultural y poeta. 
Ha sido editora y animadora de las revistas de divulgación poética Gerifalte, Susurros digital y Poética. También es cofundadora y ha sido presidente de la Casa de poesía Porfirio Barba Jacob en Medellín.
Tiene entre sus obras publicadas los libros Los días sagrados, Extranjera y Callada escritura, además de colaboraciones en revistas de poesía y participación en festivales a los que ha sido invitada.
En 2004 ganó el Premio nacional de poesía convocado por el Museo Rayo y en 2002 había sido finalista en el Primer premio nacional de poesía Carlos Héctor Trejos, convocado en Río Sucio.
También en 2004 fue seleccionada para hacer parte de los autores reseñados en la Enciclopedia de literatura antioqueña clásica y contemporánea, multimedia editado por la Gobernación de Antioquia y el Idea.

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