El colaboracionismo de un viejo partido con el régimen no es tanto un golpe a una ciudadanía agotada por el régimen destructivo como sí una oportunidad para que el “madurismo” descalifique a quienes entendieron que no es posible que los gobernadores tomen posesión y admitan la existencia de la espuria Asamblea Nacional Constituyente.
La debilidad de un sector de la Mesa de Unidad Democrática para resistir y confrontar la legitimidad de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y el resultado de las elecciones regionales celebradas el pasado 15 de octubre, claramente violatorias de las libertades democráticas, ha fracturado -posiblemente de manera definitiva- la alianza opositora venezolana después de que cuatro de los cinco gobernadores electos, todos ellos integrantes del partido Acción Democrática (del diputado Henry Ramos Allup) aceptaran tomar juramento ante la ANC.
La determinación del dirigente de Primero Justicia, Henrique Capriles, de romper lazos con el líder de Acción Democrática, en la cual lo acompañó la dirigencia de Voluntad Popular, el partido del líder preso Leopoldo López, mantiene la coherencia con el mensaje que ha compartido también el movimiento Vente Venezuela, de la exdiputada María Corina Machado, el mismo que ha sostenido a los sectores populares que por largo tiempo han salido a las calles a marchar contra el régimen chavista y que ha motivado a varios gobiernos a tomar la decisión de romper con la dictadura.
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No dudamos que tal postura redundará en el fortalecimiento de quienes van a enarbolar ahora las banderas de la oposición para seguir exponiendo ante el mundo la progresiva derrota de la democracia, postura que ha obtenido triunfos como del apoyo del gobierno de Canadá, que representa a una de las democracias de centro-izquierda más fuertes del mundo, así como del relator especial para la protección de la libertad de opinión y expresión de la ONU, David Kaye, quien denunció las “muy serias violaciones” a la libertad de expresión y las “presiones” contra los medios de información en el vecino país.
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El colaboracionismo de un viejo partido con el régimen no es tanto un golpe a una ciudadanía agotada por el régimen destructivo como sí una oportunidad para que el “madurismo” descalifique a quienes entendieron que no es posible que los gobernadores tomen posesión y admitan la existencia de la espuria Asamblea Nacional Constituyente. Esto pone a prueba, una vez más, la inteligencia de los líderes opositores, la capacidad de unidad del pueblo venezolano y la solidaridad internacional con una tragedia política, económica y humanitaria que no parece tener pronta salida, pero que necesita de la consolidación de una nueva fuerza opositora que evite a toda costa que se pierda la esperanza.