A un año de los Juegos Olímpicos de Río 2016, que entre el 5 y el 21 de agosto mantuvieron a los colombianos en vilo, celebrando más de lo esperado y consagrando como verdaderos héroes a nuestros deportistas, el Ministerio de Hacienda notificó al país del recorte de un 66% en el presupuesto para el deporte en 2018, noticia que ha caído como un balde de agua fría entre los atletas y entre los ciudadanos, quienes no se explican cómo se recorta el financiamiento de un proyecto que venía dando los resultados esperados.

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Retumban en nuestra memoria las palabras del presidente Santos cuando, tras los olímpicos de Londres, anunciaba que Colombia sería una potencia deportiva. Y en Río, hace un año, demostró que ya lo era, por lo que las ilusiones con miras a Tokio?20 se empezaron a alimentar con una meta muy clara: mejorar lo hecho en Brasil.

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En estas columnas señalábamos, tras la gesta de Río, que tales logros no eran fruto del azar sino de algo bien escaso en Colombia: la buena planeación. El camino iniciado en Pekín 2008 mostró que iba por el sendero correcto en los Suramericanos Medellín?2010, donde se obtuvo el título; se ratificó en la Olimpiada de Londres?2012 con ocho medallas, entre ellas el primer oro de Mariana Pajón, se mantuvo en los Suramericanos de Santiago de Chile?2014, donde Colombia fue segunda en el medallero, y alcanzó su culmen en Río?2016, con otras ocho medallas, pero ya tres de ellas doradas.

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No podría ser peor el momento para el anuncio de tan drástico recorte: el ciclo olímpico con miras a Tokio?20 inicia en noviembre con los Juegos Bolivarianos de Santa Marta y tendrán su primera gran prueba en los Suramericanos de Cochabamba?2018, a los que se corre el riesgo de no ir por falta de dinero, según el director del Comité Olímpico Colombiano, Baltazar Medina.

La ecuación es simple: la inversión en el deporte es un asunto de largo plazo. Si se corta abruptamente el fogueo de alto nivel, nuestros deportistas se quedarán a medio camino en su preparación y el resultado a corto plazo, del que no será fácil levantarse, será un retroceso de más de una década en la evolución del deporte nacional.

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os solidarizamos con los deportistas que piden que no recorten sus sueños, pues son los sueños, también, de millones de colombianos que nos emocionamos con sus logros. El activo más grande que generan nuestros atletas no son las medallas, sino el ejemplo en que se constituyen para la juventud del país, que necesita ver personificados los valores de superación, tenacidad, disciplina y persistencia para convencerse ellos mismos de que pueden alcanzar la victoria, en el deporte o en otros campos de la vida.

No aceptamos que una decisión burocrática subestime el alcance de la historia que los deportistas han venido construyendo, pues ellos son la inspiración para millones de aficionados y para aquellos que hoy quieren ser el relevo de esta generación de campeones.

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Se entienden las necesidades de la economía, pero en un país en el que el gasto público no baja, la corrupción impera y se destinan tantos recursos a medidas tan específicas en torno a un sobredimensionando proceso de paz, no dejaremos de clamar que el deporte genera más paz, más convivencia y más esperanza en el futuro.