Bogotá se congregó en unidad para celebrar la santa misa con el papa Francisco. La vida, el perdón y la reconciliación forjaron el mensaje que el sumo pontífice le obsequió a los capitalinos.
Tal como lo había vaticinado la Conferencia Episcopal, el mensaje que el papa Francisco entregó a los bogotanos contenía una invitación manifiesta para buscar la paz y proteger la vida: “Jesús nos invita a dejar nuestros egoísmos y seguirlo, nos invita a perder miedos que no vienen de Dios; que nos inmovilizan y retardan la urgencia de ser constructores de la paz y promotores de la vida”, dijo su santidad a la multitud presente durante la misa campal ayer en Bogotá.
Con una sutil analogía, el santo padre instruyó en la palabra sagrada a los feligreses que le escucharon durante la liturgia que celebró en el Parque Simón Bolívar, citó la lectura del evangelio según San Lucas, en la que data el testimonio del milagro concedido a los pescadores sin fortuna.
Simón Pedro lanzó su red al mar pero no logró sacar ni un solo pez del agua, pero cuando Jesús le animó para que echara de nuevo su atarraya al mar, este tuvo confianza y volvió al océano obedeciendo al maestro, de un momento a otro los tejidos de su instrumento de pesca se deshacían por el peso de la cantidad de peces envueltos en su red. Entonces “Pedro experimenta su pequeñez y experimenta la inmensidad de la palabra y el accionar de Jesús”, resaltó su santidad.
“El pescador tuvo que pedirle auxilio a los tripulantes de otras barcas para no naufragar y ellos acudieron en su ayuda. Hace falta llamarnos unos a los otros y hacernos señas como los pescadores”, agregó.
El vicario de cristo continúo su predicamento para resaltar que “en Bogotá y en Colombia, una inmensa comunidad está llamada a convertirse en una red vigorosa que congregue a todos en la unidad, trabajando en la defensa y en el cuidado de la vida humana particularmente cuando es más vulnerable”.
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En medio de la eucaristía reinaba un silencio profundo entre creyentes, con sus gestos de esperanza recibieron cada palabra que el obispo de Roma les enviaba, muchos de ellos esperaron con ansias la llegada del máximo jerarca de la iglesia católica; no le fallaron a la cita histórica con el papa, el Simón Bolívar perdió el verde de sus prados entre el rio humano vestido de blanco.
El cielo capitalino estuvo despejado mientras el sumo pontífice recorría los terrenos del Parque en su papamovil, los fieles agitaban sus pañuelos y sus rostros tenían dibujada la ilusión por tener tan cerca al máximo pastor del rebaño católico. Los cantos corales en la tarima que aguardaba por el papa eran el preludio de ese insigne momento que presentía la muchedumbre, y, cuando más eufórica se mostraba la gente arribó su santidad con su atuendo blanco, cual ser de luz enviado para dar aliento al pueblo.
Un grupo de niños invidentes le esperaron a un costado de la tarima, y él, con la calidez que lo caracteriza los envolvió en su abrazo, los pequeños lo escoltaron hasta la plataforma dispuesta para celebrar la santa misa, una que Bogotá difícilmente olvidará por la sentida homilía que el vicario de cristo les regaló.
“Entre estas multitudes evangelizadas surgirán muchos hombres y mujeres convertidos en discípulos que con un corazón verdaderamente libre, pueden llegar a ser verdaderas comunidades vivas, justas y fraternas si escuchan y acogen la palabra de Dios”, les expresó el sumo pontífice.
Y para enfatizar en su mensaje de unidad, reconciliación y paz, retomó nuevamente el símil entre la historia del pescador y los feligreses colombianos: “La historia de violencia y división de vuestro pueblo no siempre los ha encontrado compartiendo la barca; para que nadie quede expuesto a las tempestades, hay que subir a la barca a toda la familia, ellas son santuarios de vida, y debemos hacer lugar al bien común por encima de los intereses mezquinos o particulares”.
El discurso del santo padre fue contundente y subrayó que “es necesario dejar las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social, las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales que consumen de manera desaforada lo que está destinado para el bien de todos”.
“Debemos salir de las tinieblas del irrespeto por la vida, que ciega a diario la vida de tantos inocentes, también de la sed de venganza y del odio que llena de sangre las manos de quienes se toman la justicia por su propia cuenta”, puntualizó el papa.
En un momento dado, elevó una plegaria al cielo por los más vulnerables y pidió: “Escucha nuestras oraciones, atiende el grito de los pobres y oprimidos que llega a ti desde todas las regiones del mundo, rompe el yugo de la violencia que nos hace enemigos y haz que, acogiéndonos como hermanos, seamos signos de una humanidad nueva, reunida en el amor.
El papa Francisco continuará hoy su peregrinar por Colombia en la ciudad de Villavicencio, donde las víctimas del conflicto armado estarán cerca del Pontífice y la reconciliación será un asunto central de su intervención.