Conviene que los colombianos miremos a nuestro pasado, que saquemos ese álbum de fotografías de nuestra nación y busquemos nuestra identidad, nuestra memoria, nuestra historia.
En 1953, el general de las guerrillas liberales de los Llanos, Guadalupe Salcedo, estrechaba su mano con el entonces presidente, Gustavo Rojas Pinilla, en señal de paz y reconciliación, luego de que este último decretara la amnistía como un mecanismo para frenar la violencia en el país, facilitando que cientos de insurrectos depusieran sus armas. El singular momento, ocurrido en Yopal, Casanare, quedó retratado en una fotografía histórica de la que llama la atención la imponencia de Salcedo montado en su caballo –y sobre quien recaían todas las miradas del público que rodeaba la escena–, en contraste con la timidez, casi complaciente, del General Rojas.
Otra fotografía, que también data de 1953 y hace parte de la colección histórica del municipio de Cabrera, Cundinamarca, muestra un río de hombres guerrilleros dirigidos por Juan de la Cruz Varela, en su proceso de desmovilización y entrega de armas en la plaza de este municipio. Ese mismo año, Álvaro Parra, un reconocido líder guerrillero de Paratebueno, Cundinamarca, también deponía las armas junto a un numeroso grupo de hombres… los suficientes para armar cuatro equipos de fútbol, con sus respectivos suplentes. Esta última dejación de armas, también quedó inmortalizada en una fotografía para la historia patria.
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La lista de sucesos similares puede continuar… son tantas las veces que este país ha dejado las armas y lo ha registrado en una fotografía que queda como evidencia de un momento histórico para la consolidación de la paz. La última en su especie, probablemente, es la imagen de Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño estrechando sus manos, con Raúl Castro como intermediario, simbolizando la voluntad del gobierno colombiano y de las Farc de acabar la guerra.
A pesar de tantas desmovilizaciones, de tantas entregas de armas, de tantas fotografías históricas, la violencia sigue estando ahí, desangrándonos como nación. Ver estas fotos históricas, que reflejan los esfuerzos por la búsqueda de la paz, puede significar dolor e impotencia, pero también revelan la esperanza de un pueblo colombiano que no se ha rendido... que sigue intentando encontrar la forma de convivir de otra manera, ya sin armas, ya sin guerra.
Jesús Ángel Sánchez habla de la fotografía como “máquina de la memoria” y recuerda que “sin memoria no existe la identidad. (…) Una de las primeras tareas de la fotografía se situará, precisamente, en el ámbito de la construcción de identidades, en la forja de memorias”. Conviene que los colombianos miremos a nuestro pasado, que saquemos ese álbum de fotografías de nuestra nación y busquemos nuestra identidad, nuestra memoria, nuestra historia. Y que nos preguntemos ¿qué hemos hecho mal para que tantas veces hayamos entregado las armas y que aún nos sigamos matando?, ¿qué armas no hemos entregado?, ¿qué guerras nos hemos terminado?
Nota de cierre: las fotografías mencionadas al principio de esta columna fueron recopiladas por bibliotecas públicas de diferentes lugares del país y están publicadas en la plataforma www.comparteturollo.gov.co, donde cualquier persona con acceso a Internet puede acercarse a ellas y observar el patrimonio fotográfico rescatado por estas instituciones culturales, que asciende a más de 13.000 fotos.
Nota final: Segovia, 11 de noviembre de 1988, no se olvida.