Fernando González y la “otra parte” en tiempos de pandemia

Autor: Luis Fernando González Gaviria
9 mayo de 2020 - 12:04 AM

No permitamos que la vida vuelva a ser la de antes, la palabra “normal” es aterradora, inhumana y dictatorial, ella nos encierra y nos roba la dinámica que llevamos dentro.

Medellín

Nadie es profeta en su tierra. Esta frase provocadora suscita una mirada honda a los hijos e hijas paridos en estas montañas. Sus palabras son legado y memoria que siguen resonando con fuerza. ¿Tendrá algo para decir en tiempos de pandemia Fernando González? ¿Su palabra puede iluminar y suscitar un pensamiento distinto en medio de la crisis que estamos viviendo? El filósofo de “otra parte” sigue hablando hoy, espabilemos el oído y abrámonos a su palabra para recibir de su libro, “viaje a pie”, una honda percepción de la vida. Empecemos el viaje…

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Primer paso: “El ignorante se aburre en los caminos; sólo percibe las sensaciones de cansancio y de distancia. Es como un fardo. Los ojos le sirven sólo para ver la comida, el obstáculo y la hembra; el oído, para oír ruidos, y el tacto, el olfato y gusto, para los fines primordiales”. Tenemos una percepción de la vida muy limitada porque hemos acostumbrado nuestros ojos a la miopía existencial, producto del hastío de sobrevivir que es causa del conformismo. En tiempos de encierro la vida nos ha sorprendido, ha sacudido las bases que pensábamos estaban fuertes, nos ha hecho estremecer y exige de nosotros un cambio radical. Salgamos del letargo para hacer de nuestra vida un auténtico viaje de plenitud. Quien mira más allá de sus necesidades, entenderá la riqueza que tiene.

Segundo paso: “Curad al amigo abatido, haciéndole creer en sí mismo o en algo que le sirva de eje, el hilo madre para tejer la tela de su vida. ¡Cuán propia es este vida moderna, rápida, difícil y varia, para perder toda fe, para ir por la vida como madero agua abajo!” El coronavirus nos ha hecho replantear a fondo nuestras creencias de todo tipo. Nuestra fe, es decir, nuestra manera de ser humanos, necesita ser asumida desde otro ángulo. Los protagonistas de hoy son los agentes del personal sanitario, pero ¿el resto de la humanidad qué? La respuesta a esta pregunta viene de la toma de conciencia de saber que necesitamos del otro, pues en la alteridad nos encontramos auténticamente. “Curad”, es decir, salvemos al otro con nuestras palabras, hagámosle entender que el final no ha llegado todavía. Estamos en camino.

Tercer paso: “!EL DINERO! Indudablemente el nombre mejor para nuestro siglo es este: el siglo del hombre que hace fortuna. Vivimos a la caza de la fortuna; gastamos nuestras energías en la consecución del dinero. Todo es para nosotros un medio de conseguir dinero”. Hizo de profeta Fernando González, supo leer a fondo las realidades a las que nos estábamos abocando desde el siglo XX y que padecemos en el XXI. Con dolor y lágrimas hemos entendido que apostar la vida entera para llenar los bolsillos, resulta siendo una riqueza muy traumática. Cuando el billete usurpó el puesto del ser humano, lo relativo se volvió esencial y lo esencial relativo. Aquí está la nueva esclavitud, venderse al espejismo de una vida monetaria. En el confinamiento entendimos que lo verdaderamente valioso y capaz de darle plenitud a la existencia no tiene precio, por no tener precio, es que vale la vida entera. La auténtica riqueza está en “otra parte”.

Cuarto paso: “Lo único esencial en un entierro es el cadáver y el sepulturero. Las andas y el coche son accesorios; las lágrimas son un lujo; las mujeres enlutadas y los viejos barrigones que hablan de la brevedad de la vida, son una gloriona irónica para el muerto. La única escena de la vida en que la riqueza es una tontería sin sentido es un entierro”. La realidad del mundo actual nos ha puesto de cara a la muerte, nos hizo entender que es cercana, íntimamente nuestra. Es urgente repensar nuestra actitud frente a ella, salvarla del antagonismo macabro en que la metimos. Debemos reconciliarnos con ella, asumirla y vivirla. Sí, la muerte se vive, es la otra cara de la existencia. Lleguemos al final libres, es lo único que importa. El camino no termina en el cementerio, estamos hechos para más.

Quinto paso: “Nos miramos por dentro y vimos allí confusos sueños, formas de amor, ansias de riqueza y miedo a la muerte. Nos miramos por dentro en el camino solitario y oscuro y pensamos que esta labor sólo es humana, pues ningún animal hace otro trabajo que el momentáneo ordenado por su instinto”. Ser iguales es un lujo muy barato que no podemos darnos. Ya hemos ensayado con todo lo externo, lo epidérmico, lo superficial, y no hemos logrado colmar nuestra sed de más. La única manera de poder transformar-nos es caminando hacia el interior. Hay que darle una oportunidad a la vida profunda, allí descubriremos nuestra identidad auténtica para rehacer nuestra existencia en estos tiempos. El camino es hacia el interior, allí entenderemos que estamos colmados de Trascendencia.

Sexto paso: “El hombre que odia y se retrae en sí mismo, es porque tiene pocas reservas defensivas; es un organismo próximo a la muerte. Las naturalezas débiles reaccionan rompiendo con la realidad”. Lo más inhumano que tiene la persona es el odio. En tiempo de cuarentena hemos descubierto que es un estorbo existencial, no sirve para nada, nos atrofia. Somos y acontecemos en la realidad, este es nuestro espacio vital, desde allí construimos lo verdadero. Odiar es la expresión máxima del encorvamiento egoísta de una persona, es la enajenación de sí mismo y la realidad a proyecciones falsas saturadas de inmadurez. La verdadera muerte es optar por el odio, quien odia es aniquilado desde dentro, quien odia se pierde a sí mismo, quien odia no necesita más infiernos, ya vive ahí. 

Séptimo paso: “La belleza no es plástica; es interna y expresiva; es la fuerza que está dentro y que emana, que se expande en las formas. La salud es belleza, y ésta es prometedora”. Los ojos que gustan de la profundidad jamás se deleitan en la superficie. En el reencuentro con el otro es donde brota la belleza, la que no se acaba, la que no es pasajera o con ecos de bisturí. En este tiempo estamos entendiendo que la forma auténtica de la belleza es salud, es la esencia misma de lo que somos. En la salud hallamos el valor de lo simple que da hondura a la vida. Quien está saludable ha descubierto su belleza e identidad.

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Al final, el principio. Tenía razón Fernando González al decir que la vida es un viaje, uno que es irrenunciable y decisivo. No permitamos que la vida vuelva a ser la de antes, la palabra “normal” es aterradora, inhumana y dictatorial, ella nos encierra y nos roba la dinámica que llevamos dentro. El viaje continúa, descubramos “nuestro propio ritmo para caminar”, sólo allí podremos atisbar que mientras haya camino todo podrá ser de otra manera.  

 

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