Diversos mecanismos han sido siempre usados para manipular votantes, dependiendo del grado de desarrollo económico y madurez política de la sociedad
Realistamente hablando si acaso electorados como el suizo votan como resultado de un proceso racional de análisis de información objetiva sobre las implicaciones de las políticas que le son propuestas en unas elecciones. Diversos mecanismos han sido siempre usados para manipular votantes, dependiendo del grado de desarrollo económico y madurez política de la sociedad respectiva: propaganda política que puede llegar a los extremos o bien de Goebbels en la Alemania nazi o a las multimillonarias maquinarias que, pej. en USA, alcanzan sumas astronómicas donde además increíblemente la corte fallo a favor de Citizens united removiendo restricciones y dándole derechos de ciudadanos a los grandes conglomerados; o más elementales como el clientelismo con desplazamiento masivo de votantes por parte de caciques o el voto promulgado desde el pulpito como cuando la iglesia en Colombia movilizaba a los creyentes en contra del partido liberal; o más sofisticados tecnológicamente, como el uso del social media que tuvo lugar en las elecciones que llevaron a Trump al poder en USA, en el que la manipulación de factores culturales (pasiones irracionales) ha llegado a un nivel de sofisticación ilustrado por la forma como desde Rusia lograron hacer llegar a través de social media varios centenares de miles de mensajes a los votantes. La elección de Trump es uno de esos eventos históricos que como el fracaso de la mediación de Bonhoeffer con el obispo de Chichester para una rendición y del atentado de Stauffenberg sobre Hitler (fracaso que posponiendo la rendición de Alemania causo millones más de muertos y una devastación de ésta como la que los nazis pudieron completar en Rusia), la conversión de Bush del alcoholismo al metodismo con la consiguiente destrucción de Irak o la elección de Netanyahu en Israel enterrando definitivamente la única solución (dos estados) al conflicto en Palestina, lo ponen a uno a pensar sobre como hechos simples pueden desviar la historia humana de una senda de evolución racional. Es el triunfo de la irracionalidad y la ignorancia (como lo decía el eminente historiador inglés Schama: la derrota del conocimiento; o el cartel en una manifestación: Let us make america think again) logrado mediante manipulación a través del social media; es el ejemplo paramétrico de como sobreponerse a maquinarias políticas de gigantesco poder económico y logístico (Clinton), simplemente creando temores o movilizando pasiones sobre problemas falseados o bien en su naturaleza o bien en la solución (la desindustrialización del rust belt tiene más que ver con cambios irreversibles en las estructuras productiva y tecnológica, incluyendo la des carbonización de estas, que con nafta o estafas de los chinos y su solución no radica en refugiarse en un pasado que ya no es viable como pretende Trump en su ignorancia o deshonestidad).
En varias columnas he considerado como los populismos de Maduro a Trump a Uribe, crean universos paralelos o bien en materia de problemas o bien en materia de soluciones sin contenido real racional alguno. Así como en Venezuela se culpa a la CIA en conspiración con los industriales por el desabastecimiento resultante de la destrucción de la economía de mercado mediante una política económica torpe e ignorante, aquí nos intentan aterrorizar con fantasmas como el Castro chavismo, una entelequia que no existe más que en la cabeza de algunos cuadros de la nomenclatura política en Cuba y en Venezuela (incluyendo los de la DI que están jugando un papel tan importante en la sobrevivencia del colapsado régimen de Maduro), de algunos sectores disidentes de las Farc, y de los agentes de la reacción conservadora al acuerdo de paz que nos pretenden asustar con una amenaza que no tiene ninguna viabilidad ni económica (ni Cuba ni Venezuela tienen capacidad alguna de exportar sus desastres de destrucción de la economía de mercado) ni política (las FARC no son una fuerza electoralmente relevante salvo en algunas zonas marginales de la frontera agrícola).
El miedo es la emoción más poderosa para provocar reacciones irracionales, a ser manipulada en la obtención de resultados políticos. Es en realidad la emoción humana más potente y destructiva pues en el fondo el odio esta enraizado en ella (están profundamente imbricados en la psicología del tribalismo). No en vano Jesús, el universalista por excelencia, en una muestra más de su conocimiento de la naturaleza humana, insistió más (en términos de numero de textos evangélicos explícitos: no teman, confíen, tranquilos) en su invitación a la confianza, a la liberación que trae la superación del miedo, que en el amor (sabía que solo en la libertad frente al primero el segundo puede acontecer). Su la verdad los hará libres contrasta con su énfasis en la forma como nuestro dialogo interno sobre el pasado o el futuro nos esclaviza al desconectarnos de lo real conectándonos a nuestros temores e incapacitándonos. Esto lo han sabido los autócratas de todos los tiempos desde que exhibían los cuerpos desmembrados de quienes se atrevían a no temerles (como lo hace Isis); así como hoy se nos manipula con histerias colectivas de temor a amenazas inexistentes. Pero siempre está la opción de actuar (votar contra) no por temor sino en esa libertad que ofrece ver con objetividad.
Estamos recibiendo a diario una avalancha de mensajes con diversos grados de sofisticación informacional y mediática en los cuales sistemática y repetitivamente se nos advierte: Santos le está entregando el país al Castro chavismo; tropas cubanas y tropas venezolanas ocupan territorio colombiano; Santos ha acordado con las Farc una estrategia para llevarlas al poder; el país sigue los pasos de Venezuela hacia el abismo; el comunismo se va a ganar las próximas elecciones…Todo esto (no afirmado en estos términos sino como obvia inferencia) si no votas contra el legado Santos-Farc (por el CD). Es el mesianismo del caudillo tribal que ofrece protección al temor que crea en nuestras psiques, tan característico del líder del nacionalismo populista.