Prohibir el uso de los componentes agroquímicos que afectan a las abejas serviría de comienzo para protegerlas.
Cristian Naranjo Mira
Hace algunos años, varios apicultores de todo el mundo pudieron ver desde primera fila una de las amenazas globales que afecta actualmente a la humanidad; notaron la masiva y repentina muerte de sus abejas; una gran pérdida sin razón aparente que extrañaba a los encargados de las colmenas. Como el fenómeno se dio en el ámbito mundial, el análisis y las hipótesis no se dieron a esperar y aunque no hay consenso científico las respuestas acerca de las causas apuntan al uso de los agroquímicos en la producción agrícola, el cambio climático, la fragmentación de las zonas verdes y agentes patógenos como virus, bacterias y micro parásitos.
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Pero ¿qué tiene que ver la muerte de las abejas con una amenaza global? Es simple, no sólo se trata de miel, se trata de la supervivencia humana. El proceso de la polinización de las plantas se había menospreciado hasta hace poco, pero ahora tiene toda nuestra atención porque de estos antófilos depende aproximadamente el 70 % de los alimentos que se producen en el mundo. La producción de frutas, verduras, semillas y algodón se vería seriamente afectada ante la pérdida de las abejas; más de 250.000 especies de plantas se extinguirían con ellas, trayendo una pérdida de la biodiversidad tan grande que crecería sustancial y progresivamente hasta llegar a nuestra especie.
Ahora aclaremos; el peligro es grave; información suficiente sobre la muerte de las abejas ya se tiene, la población ya sabe que el mundo se vería en crisis sin ellas y también sabe que puede cultivar en su jardín caléndula, girasol y otras flores para contribuir con la causa. Pero ¿qué hay con las decisiones del poder Ejecutivo que al final tienen mayores impactos? ¿Dónde están las propuestas y la iniciativa institucional para la solución?
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Prohibir el uso de los componentes agroquímicos que afectan a las abejas serviría de comienzo; sin embargo, lamentablemente, las entidades encargadas como el Instituto Colombiano Agropecuario -ICA- se encarga más de reglamentar que de prohibir dichos usos; pero más allá de esto, y aunque se sabe con seguridad lo que está pasando, la duda sigue vigente. Por esto algunos apicultores e instituciones como el ICA, el Instituto Nacional de Salud, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, entre otras, se propusieron el estudio de la causa de muerte de las abejas. Pero todo quedó en la espera, no hay rastro de avance. Colombia parece procrastinar otro tema de suma importancia, otro tema de interés común sobre el que debería debatirse y trabajarse con urgencia.