Nunca antes un exdirector del FBI había acusado bajo juramento, ante las cámaras y en el Senado a un presidente estadounidense de decir "mentiras" varias veces, entre ellas sobre las razones de su despido.
El esperado testimonio del exdirector del Buró Federal de Investigación (FBI), James Comey este jueves en el Senado de Estados Unidos puede sentar las bases de lo que podría ser en el futuro un proceso de "impeachament" o destitución contra el presidente Donald Trump, al que acusó de mentir en varias ocasiones, por obstrucción a la justicia.
En una intervención en el Comité de Inteligencia del Senado que levantó una expectación no vista en décadas, Comey echó mano de sus notas personales para narrar con lujo de detalles el devenir de nueve conversaciones con Trump desde su elección en noviembre pasado hasta el 9 de mayo, cuando el mandatario le despidió.
Comey presentó a un Trump obsesionado con poner fin a la investigación sobre la posible colusión de su campaña con Rusia para minar las posibilidades de la candidata demócrata, Hillary Clinton, en los comicios de 2016, y aseguró que fue despedido por la presión que ejercían las pesquisas en el mandatario.
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El exdirector del FBI se mostró tranquilo, incluso bromeó y confió en que haya grabaciones de sus intercambios con Trump que respalden su versión de los hechos.
El gran mandoble de Comey vino cuando no quiso descartar si Trump se coordinó de alguna manera con operativos rusos, algo tan grave que podría llegar a ser traición, y aseguró que prefería discutirlo a puerta cerrada.
Es más, Trump, según el exjefe del FBI, nunca le pidió investigar los constantes intentos de los rusos de interferir en las elecciones para "influir en la manera en que votamos y pensamos", que el exdirector considera probados.
El presidente no le dio el gusto a aquellos que en algunos pubs de Washington esperaban a que contestara a Comey en su hiperactiva cuenta de Twitter y hacer valer la promesa de una ronda de cerveza gratis si eso ocurría.
El presidente se limitó a asistir a una conferencia conservadora en Washington para destacar sus logros e ignoró a los periodistas que le pidieron una reacción en una reunión sobre infraestructuras en la Casa Blanca.
El abogado personal de Trump, Marc Kasowitz, leyó un comunicado en el que atacaba la credibilidad del testimonio de Comey, especialmente la petición atribuida a Trump de poner fin a la investigación a Michael Flynn, que dimitió como asesor presidencial de seguridad nacional por sus lazos con Rusia.
Kasowitz subrayó que Comey mintió al asegurar que el mandatario le pidió "lealtad" y recomendó investigar al exdirector por filtrar sus conversaciones con Trump a la prensa, algo que confesó en la audiencia.
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El episodio de este jueves marca un punto de inflexión clave en la presidencia de Trump tras menos de medio año de un mandato de cuatro, en cuyo Ecuador (2018) habrá elecciones legislativas que podrían cambiar el dominio republicano del Congreso y poner a Trump ante el abismo del "impeachment", nunca culminado con éxito en Estados Unidos.
Según declaró al diario Politico el profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Harvard, Laurence H. Tribe el testimonio de Comey, si resultara cierto, muestra un comportamiento presidencial "impropio" y hace más "plausibles" cargos que potencialmente serían devastadores para la Presidencia de Trump.
Los senadores demócratas ya hablan con comodidad de la obstrucción a la Justicia de Trump, un cargo que podría servir para destituir al mandatario, pese a que no se vea implicado ni directa, ni indirectamente en los supuestos intentos rusos de interferir en el resultado de las elecciones.
"Los muros se están acercando y encerrando al presidente cada día", aseguró en un comunicado este jueves el senador demócrata Chris Murphy, quien pidió llamar a testificar al presidente para escuchar su versión de la historia.
Chuck Schumer, el líder demócrata del Senado y el que marca los tiempos de su bancada, aseguró que "hay muchas preguntas por responder" y "mucho trabajo para los investigadores en el Congreso" y bajo las órdenes de Robert Mueller.
Mueller, también exdirector del FBI, fue nombrado una semana después del despido de Comey fiscal especial para investigar la trama rusa, algo que trae los ecos del escándalo "Watergate", que acabó con la presidencia de Richard Nixon en 1974.
De Mueller y del Congreso puede depender el futuro de un presidente que ya llegó al poder salpicado por el escándalo.