El carácter parcialmente clerical de la educación en Colombia ha sido un factor de retraso en el difícil camino para una democracia completa
El esfuerzo por construir un estado laico en Colombia se remonta a 1832 con Santander y el esfuerzo ilustrado es anterior. El carácter parcialmente clerical de la educación en Colombia ha sido un factor de retraso en el difícil camino para una democracia completa. No niego el poder civilizador de la religión en el mundo occidental si entendemos simultáneamente que civilizar es también, lamentablemente, avasallar. Tienen razón quienes opinan que un paso por dar que tiene la humanidad, sin desconocer la naturaleza religante del ser humano, es el ecumenismo. Hasta ahora las religiones monoteístas con sus divisiones han sido máquinas descomunales de conflicto y responsables de la profunda ansiedad cultural que erosiona el edificio de la cultura occidental y la vida de todos. Pero esa esfera amplia no es el tema. La democracia requiere la atenuación de todo fanatismo y hasta el movimiento insurreccional en Colombia, que hizo uso del legítimo derecho a la rebelión, se escudó en un dogmatismo doctrinal destructivo.
Llamo la atención sobre la forma como el camino hacia una democracia real pasa por el logro de un estado laico y la limitación de la creencia a la esfera de los derechos del individuo. También hay derecho a asociarse pero lo que estamos viendo en los últimos años en el país y en el mundo es que el fundamentalismo religioso ha repuntado con nuevas caras y una disposición empresarial inocultable. El poder de las iglesias es estructura profunda responsable del conservadurismo. Esto es un fenómeno mundial que yo asocio al populismo pero que se constituye en poder político real.
La iglesia católica ha reclamado y ejercido en parte control sobre la educación; el Ministerio de Educación ha sido casi siempre una cartera del partido conservador y si bien en la Constitución de 1991 algo se logró sobre la definición de Colombia como un estado laico eso ha sido un paño de agua tibia, la ilustración no termina de entrar y por el contrario el arraigo de ciertos personajes públicos se debe a su tono, actitud y valores religiosos.
En la universidad donde trabajo y en la ciudad no se pudo adelantar una Clínica de la Mujer por oposición expresa de las autoridades eclesiásticas, al amenazar a los políticos con su sanción moral los aterrorizaron con la amenaza de pérdida de votos de los feligreses. La iglesia sigue su labor pastoral como una labor política y educativa desde el púlpito impidiendo la actualización de las legislaciones sobre el aborto y la eutanasia. En el seno de la iglesia se persiguieron casi hasta la extinción a los sacerdotes y grupos de católicos que se acogieron a la teología de la liberación; tuvieron algunos que “coger monte”.
Sabemos que nunca habrá democracia real si no hay ilustración y ciudadanía; es decir educación para todos, alfabetismo, acceso a la información son cruciales para una sociedad democrática y un obstáculo importante sigue siendo el poder eclesiástico sobre la educación y sobre la cultura nacional impidiendo el nacimiento de una mentalidad abierta y plural. Un gran obstáculo de nuestras naciones, en su camino hacia la paz, la democracia y la justicia, es un sistema de creencias y supersticiones que emergen de manera permanente como mesianismo, caudillismo, culto a la personalidad y desconfianza de los ciudadanos en su propia capacidad de juicio y decisión. Las sectas religiosas, los cultos irracionales, el dogmatismo y el sectarismo son expresiones muy fuertes de esa dimensión. El destino cruel que transita Venezuela se explica en parte por un liderazgo mesiánico ejercido no para el bien de todos sino para desarrollar una cleptocracia destructiva.