Tratar de resolver los conflictos en ocasiones los acrecienta y tan sólo elevar la mirada ya da una visión nueva
Nada de lo humano es transparente, ni es diáfana nuestra mirada y nuestras acciones introducen nuevas turbulencias en lo que creemos agua quieta. Tratar de resolver los conflictos en ocasiones los acrecienta y tan sólo elevar la mirada ya da una visión nueva. Esa otra visión tampoco es la panacea y es un fetiche pensar que cambiar de punto de vista resuelve los problemas pues ellos permanecen ahí casi inexpugnables. Este es el camino de Sísifo si elegimos el conocimiento y la búsqueda de soluciones a las dificultades y los tropiezos de la especie humana. También es el camino de la vida así nos decidamos por la sencillez de la fruta o la claridad honda y oscura de las soluciones elementales de la aritmética.
No son sencillas las cosas que pasan con la vida anímica, con el sentimiento, con las relaciones familiares. Mucho menos sencillas son las cosas que tienen relación con las organizaciones, con las instituciones, con la familia, con la ciudad o con las agrupaciones humanas, sean colegios, universidades, empresas, fábricas, ciudades o países. No somos simples, somos una estopa y sacar los hilos es muy difícil. Ser humano es estar en ese entramado interior y en un tejido o caótica urdimbre que nos rodea y nos acoge. Amar y odiar, serenarse y estremecerse, mirar y estar ciego son parte de una unidad móvil que nos excede.
Todo tiende a complicarse y hasta la actitud de cortar los hilos es difícil, fue torpe el gesto de Alejandro Magno de querer cortar de un tajo el nudo que había tejido Gordias y es igual de pueril y simple escarbar para encontrar las puntas. Es igualmente infantil buscar un hilo sencillo que conduzca las cosas de nuestro destino y nuestro vivir. De muchas maneras llamamos la complejidad y nombrarla no es conjurarla, ni hablar de su método es resolverla y eliminarla es imposible y tampoco el camino de lo simple que propone el Tao es la respuesta, de esta imagen prefiero resaltar el que siempre estamos andando de cabeza como la imagen del Tao lo dice con claridad meridiana.
La sabiduría es ese tratar con habilidad de no enredar más las cosas, tratar de unir y esclarecer es un gran reto. Somos en general muy torpes cuando no distinguimos, cuando echamos en un solo bulto, cuando a un ser o a una institución le damos un único sentido o lo definimos de manera simple. Hay que seguir ese camino de ascenso a la colina, subiendo como Sísifo la piedra, pues de lo contrario se incurre en avaricia y falsedad como cuando creemos que tocamos el triunfo con los dedos y llegamos a la cima del pequeño poder. Ese fue el error protuberante de Sísifo y su delirio lo llevó a tratar de amarrar a Tánatos e impedir su acción, por ello recibió su castigo en el inframundo y continuó por siempre en el ascenso y descenso eternos.
Con accesibles imágenes las grandes mitologías nos dicen que no creamos que es posible revelar a los humanos los secretos más íntimos del ser y de la tierra, con contundencia nos recuerdan las tradiciones sapienciales y la poesía que cuando creemos obtener nuestra definición mayor ella escapa. Un punto tengo en claro y es que satanizarse, culpabilizarse o hacerlo con los demás no es el camino, las cosas humanas son muy complejas, nuestros hilos no son diáfanos y como las arañas segregamos hilos, se rompen, se unen, se retuercen. Seamos o no cristianos tendemos a culpabilizar, a no ver la viga en el ojo propio y exagerar la paja en el ojo ajeno. Un último punto resalto. Por ello quizás nos asaltan la dudas de que hasta las palabras estorban o pensamos que retirarse al oscuro rincón del olvido es la mejor respuesta y no lo es pues el misterio siempre nos reta y una mejor explicación, una versión nueva y más fresca nos exigen el esfuerzo al cual estamos condenados dulcemente por querer ser sencillamente humanos.