El ajuste anunciado por el alcalde en su equipo de trabajo es necesario para mejorar los resultados en favor de la ciudad.
Más que un juego de palabras es la declaración de que no es lo mismo un equipo de trabajo que el trabajo en equipo, aunque uno facilita o dificulta el otro. El equipo es un conjunto de personas en el que cada uno de los integrantes tiene una función clara y específica que aporta a un objetivo colectivo en una dirección concertada y bajo la guía de un líder, alguien que debe tener la visión panorámica que permite articular el aporte de cada integrante del equipo y que llena los vacíos para aminorar su impacto. Pero con frecuencia los equipos requieren ajustes, grandes o pequeños, que permitan mejorar los procesos y alcanzar de manera más eficiente los objetivos.
Con contadas excepciones esos ajustes en el sector privado no trascienden más allá de los círculos objetivos de los empleados y los grupos de interés. Pero en el sector público siempre resultan ser noticia, como ocurre hoy con la crisis del gabinete en la Alcaldía de Medellín y en la Presidencia de la República que entró en su último año. Tiene sentido el interés general por esos cambios, pues el propósito de las entidades públicas se supone el bien común y en todo caso las decisiones que se toman afectan la vida de los ciudadanos y los recursos que administran nos pertenecen a todos.
Como hablamos de grupos de personas tenemos que admitir que ni en el sector público ni en el privado existen los equipos perfectos o infalibles ni tampoco los absolutamente ineptos. Ninguna administración tiene un gabinete totalmente bueno ni uno completamente malo. Y para ser justos, en lo público, como en la vida, no todo lo que brilla es oro: hay muy buenos funcionarios que no siempre se ven en su dimensión o no se valoran, mientras que otros con mejor percepción no necesariamente son tan buenos. Adicionalmente, hacer los ajustes más que reconocer una equivocación en la conformación del equipo, es una responsabilidad del líder que es el garante del objetivo general. De modo que quien sale de un gabinete no es un inepto por eso, sino que puede ser que no encaje en el equipo de trabajo que requiere una dinámica específica para el trabajo en equipo.
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En el caso nacional el ajuste generó más dudas que certezas e incluso fueron noticia varios yerros evidentes en nombramientos que tuvieron que reversarse. En Medellín, desde las primeras designaciones a finales de 2015 hubo dudas frente a muchos nombres. En algunos casos por lo que se conocía de ellos y en otros, por la falta de conocimiento. La queja más recurrente estuvo asociada a la falta de experiencia en un gabinete excesivamente joven. Para muchos, en el primer año y medio de administración ha habido más alcalde que alcaldía y varios temas tienen al frente a personas preparadas pero no necesariamente competentes para la función pública. También es recurrente la queja sobre la petulancia de buena parte del equipo, asociada con frecuencia a la falta de madurez y a la soberbia que solo apacigua los años.
Un buen equipo de trabajo debe ser equilibrado. No se trata de cerrarles la puerta a los jóvenes ni de madurarlos biches, como suele decirse. Lo deseable es que haya personas de experiencia y liderazgo probado que puedan trabajar hombro a hombro con otras bien preparadas aunque de menor edad y recorrido, para ir configurando nuevos liderazgos. Y otra verdad de apuño es que no todos los viejos son sabios ni todos los jóvenes son innovadores. Luego, la conformación del equipo, además de las cercanías políticas, debería tener en cuenta la promesa que constituye el plan de desarrollo para alcanzar las metas y combinar los talentos personales en favor del objetivo común. Allí será fundamental el liderazgo del alcalde, cuya imagen empieza a verse afectada en parte por las carencias del equipo y en parte por la sobreexposición de su persona, que a veces parece más importante que el propósito.
En todo caso lo mejor es que acierte en los cambios, sin duda muchos necesarios, porque sin un buen equipo la tarea es más difícil y, aunque suene a lugar común, es verdad que si a él no le va bien pierde la ciudad, perdemos todos.