Las Farc usan la política de identidad para conservar el conflicto político que haga insostenible la normalidad.
La disyuntiva equidad de género y feminismo puede aplicarse al paralelismo de Fernando Savater, política de ideas y política de identidades, explicado por Mary Kaldor así: “A diferencia de la política de las ideas, que está abierta a todos y, por tanto, tiende a ser integradora, este tipo de política de identidades es intrínsecamente excluyente y, por tanto, tiende a la fragmentación”.
La equidad de género es una política incluyente basada en la idea de ciudadanía, pretende la integración de soluciones diferentes y opiniones alternativas a situaciones recurrentes, con estricto interés general y sentido común, pero conservando un cierto criterio de moral pública.
La política de identidades, una estratagema terrorista internacional acaudillada por supermafias ideologizadas para conquistar el poder político más que victorias militares, busca el control del propio bando para reivindicación del poder mediante la distribución de beneficios positivos, además que contra todo aquel que no pueden controlar, que tenga una política distinta u opinión diferente, al que desnude sus particularismos, lo persiguen a través del miedo, la inseguridad, infunden un odio recíproco, calumnian, sabotean o le crean un entorno desfavorable, usan etiquetas basadas en una identidad concreta, sea nacional, de clan, tribal, religiosa, lingüista o subespecies como el feminismo, aumentan las agresiones hasta marginar con su exclusivismo toda idea cosmopolita, de valores cívicos, incluyentes o que procuren entornos seguros a las libertades democráticas.
Éste es el interés de Farc por esta controversia en los acuerdos, es su herramienta fundamental para conservar el conflicto político que haga insostenible cualquier situación de normalidad, libertad y orden, para crear el espacio de odios recíprocos infundados, con movimientos que instrumentalizan a la mujer para causas temporales y oportunistas, tratadas como idiotas útiles, manipuladas para fines personales o desahogo de frustraciones sentimentales, es una causa sexual de vindicación.
La Política de Ideas pretende una intervención del Estado para superar barreras familiares, sociales, culturales, económicas, históricas, comerciales, políticas, conflictivas, que impiden el libre desarrollo de la personalidad y el efectivo proyecto de vida de la mujer, para tener una sociedad sin odio, armónica, cohesionada, institucionalizada, más humana, justa, civilizada y desarrollada.
En lo familiar la mujer es cosificada con trato medieval, es vista como objeto y propiedad. Debe remunerarse el servicio, el cuidado, alimentación y aseo familiar. Debe liderarse una política de impacto de guarderías públicas como en París, con cobertura al 80% de los niños, que generó un impacto positivo en la economía, la independencia familiar y la dignificación de la mujer, más incentivos y programas educativos, de emprendimiento y reinversión social material o intelectual, para posibilitar el desarrollo profesional, laboral y cultural de las mujeres, así se evitan maltratos, violencia, ciclos de pobreza, acceden a la educación, el trabajo dignifica, deciden con libertad, conscientes que no son apéndice de un proveedor económico, que no la valora ni la disfruta, que la usa o la tiene como trofeo social.
En lo salarial, la inequidad ocurre por la baja capacidad de negociación de su salario, aunque están más preparadas profesionalmente no exigen mucho para emplearse y cubrir necesidades familiares. Cuando los aumentos salariales se basan en antigüedad laboral, no califican por la reciente inserción ocupacional, inestabilidad laboral ocasionada por mal ambiente, acoso laboral, desplazamiento, u otras razones donde se sacrifica para cumplir su rol de cuidadora.
El Dane en 2017 calcula que la tasa de desempleo de mujeres bachilleres es 14.8%, universitarias 10.5%, las técnicas 15.1%, en tanto los hombres 8.9%, 9.2% y 9% respectivamente en esas categorías.
La solución es el salario mínimo por profesiones y competencias laborales, eliminar la discriminación positiva, equilibrar las cargas familiares entre hombres y mujeres y hacer que se impongan el mérito y la excelencia, elementos que aportan y mejoran sus oportunidades en tiempos de altos impuestos, extorsiones, fallas de mercado y altos costos de producción. Eximirlas de impuestos en sus gastos recurrentes no suntuarios, en productos de aseo personal y primera necesidad femenina también ayuda.
Es grave la inequidad pensional, la Superfinanciera indica que, de 4.2 millones de mujeres afiliadas a fondos privados de pensiones, solo 2.2 cotizan activamente, en tanto 3.2 millones de los 5.9 hombres afiliados, cotizan activamente. Tienen menos posibilidades de pensionarse, aunque les exigen menor edad son las mismas semanas cotizadas, cuando llevan menos tiempo accediendo al mercado laboral, e inician labores rurales o informales. El 54% de los pensionados son hombres, el 46% son mujeres y eso que la población total de mujeres supera el 51%. La opción es redirigir los subsidios pensionales de los más ricos con una discriminación positiva transitoria para equiparar su pensión individual o una pensión familiar.
La promoción educativa debe ser ambiciosa y buscar su participación en la ciencia, la innovación, patentes entre otros, con políticas y modelos que estimulen la enseñanza de matemáticas, tecnología, ingeniería y ciencias exactas, ciencias fundamentales para el desarrollo y la investigación moderna sobre los retos y desafíos del futuro, así las mujeres harán la diferencia. En Rusia participan en el 41% de la investigación científica, la media mundial es 29%; el 15% de sus inventores son mujeres mientras en Reino Unido son 4%, en forma diferenciada despiertan un interés positivo, las asimilan como un juego de resolución de problemas o un medio de predecir el futuro, o una forma de tener mejores oportunidades laborales.
Ellas son víctimas sobrevivientes, responden por los hijos, mutilados, discapacitados, han sido abusadas en este conflicto de baja intensidad con degradación terrorista que, en lugar de terminar, por el mal manejo de los acuerdos y del posacuerdo, tiende a agravarse e intensificarse, el tal posconflicto no existe.
Requieren reparación psicológica con oferta de psicólogos, gratuita, universal como en Irlanda y se priorice con pertinencia el acceso a programas del posacuerdo, sin injerencia de los victimarios. Necesitan garantías de no repetición, la prisión es insuficiente, hay que imponer medidas con las que tome conciencia, se arrepienta y entienda el valor de la mujer en la familia, la sociedad y el Estado. El feminicidio del centro comercial Santa Fe es la prueba, ella lo conoció preso por feminicidio, reingresó por violencia intrafamiliar, quedó en libertad y la asesinó.
Urge satisfacer la deuda histórica con la mujer como ser fundamental y superar barreras que preservan su marginación, estancamiento o regresividad con ideales basados en argumentos, racionalidad, objetividad, responsabilidad social, con políticas de Estado, no personalistas, no politiqueras, necesarias, pertinentes y convenientes para una causa justa de reivindicación integradora e integral.