Implementar políticas para reducir la informalidad y garantizar la conservación debida de las áreas agrícolas.
Fabuloso y entretenido encontrarnos en los policromos pueblos antioqueños: los hay de acogedoras gentes y administraciones, genuinos adalides de sana cultura y brillante hospitalidad. De jardines y huertas de sensata acogida y color. Las eras que el paseante ve y detalla, son bien sembradas de “matas” ostentadoras de flores de policromo color y en cercano más allá, otras, sembradas de yuca, arracacha, papa, cebolla, repollos y demás variedades, vecinas a las habitaciones, al alcance fácil de las amas de casa para cuando sea tiempo de utilizarlas, exhibirlas y consumirlas, a la hora de las comidas diarias. ¡Cómo se ven de lindas, apreciadas desde “los corredores”, cuando han sido sembradas frente a las veredales habitaciones!
Quienes son de lastre campesino, se dan o han dado la placidez de apreciar domésticas plantaciones, cotidianamente. Las amas de casa, las acarician y disfrutan, cuidándolas con agua y tierra adecuada, esporádicamente. Verlas por la mañana, especialmente, generan sensaciones gratas, por el denuedo y cariño con que las cultivan y cuidan.
A propósito de las damas campesinas: debemos anotar que no tienen, en Colombia, exclusivo patrón en orden a reconocerles su calidad de tales y además, la lindas obras rupestres que hacen diariamente, para bienestar de sus hijos y cónyuges y en ocasiones, para allegados y familiares, ubicados en los cascos de sus respectivas cabeceras urbanas. Y las hay, verdaderas amas del campo: no son escasas las “chapoleras” que se ocupan, en tiempo de cosecha o de “traviesa” en la recolección de café, canasto ceñido a la cintura, para depositar los granos que van recogiendo de “coposas” plantaciones. Bellas todas y más, cuando cerca a los “cortes”, preparan alimentos para los compañeros de jornada y labor. Y resueltas son, en zonas pendientes o “faldudas”, en ocasiones, lisas, húmedas y resbaladizas.
Implementar políticas para reducir la informalidad y garantizar la conservación debida de las áreas agrícolas y aumentar un poco las zonas agrícolas, para que las amas de casa aprendan y tengan más sobre sus rutinas diarias, debe ser compromiso de las agencias u oficinas encargadas de fomentar las actividades domésticas y hasta agrícolas, para cuando les corresponda o se vean compelidas a ello, hacerlo con la debida agilidad, arrojando como secuela, notorias ventajas en lo que cultivan o “trabajan”.
Y actualmente, cuando “la innovación” está de moda, sí que “caería” bien y se resienta y aplique a las faenas rurales, incluidas las de laya doméstica.
Que ese palo santo, de madera caqui, cultivable y frutal en tierras de América y plantas herbáceas, con pétalos semicirculares y blancos (crecen espontáneas en sembrados), aromen y nutran de aliento, el verde vegetal de campos y praderas y, sientan, el hermoso color de albinas flores en nuestros horizontes.