La intervención de las pirámides de la Avenida Oriental no apunta a romper los círculos viciosos de muerte, degradación de la vida y deterioro del entorno que amenazan al Centro.
Mientras la ciudad fue invitada al cambio de las pirámides de la Avenida Oriental por árboles que el gobierno municipal espera traigan vida a esa congestionada y árida ruta, EL MUNDO se adentró en las realidades superpuestas que revelan la complejidad del centro de Medellín, territorio de memoria, cultura y vida, pero también de desolación, inseguridad, delincuencia y muerte.
Con el plan Medellín vuelve a su centro, que tiene inversiones en el cuatrienio por $230.000 millones, que han de sumarse a las especializadas de otras secretarías y el Gobierno Nacional, la Administración Municipal prometió acciones de fondo que resolvieran los reconocidos peores problemas del centro: degradación de la vida humana, amenazas a la seguridad económica, deterioro de la movilidad, contaminación asfixiante y pérdida de habitantes. Cuando empieza a asomar el tercer año de vigencia del plan de desarrollo, habitantes y expertos lamentan no constatar que hayan comenzado a resolverse estos problemas.
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Hasta el pasado 16 de octubre, en la comuna 10, La Candelaria, habían ocurrido 73 homicidios, 19 más que los ocurridos en la comuna que le sigue en violencia, Robledo, donde se habían presentado 19 muertes violentas. Con la pérdida de vidas convive la degradación de la vida humana por el abandono de los habitantes de calle a quienes se ha decidido dejar a su suerte, abandonado la opción exitosa de someterlos a tratamiento médico; por el crecimiento del microtráfico y por el abuso sexual de menores de edad. Los resultados en combate a estos delitos siguen siendo precarios.
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La inseguridad y el abandono ocultan las riquezas del centro, entre ellas sus instituciones culturales, algunas como el Teatro Pablo Tobón y el Centro Colombo Americano, de fiesta por sus 65 y 70 años, respectivamente; el patrimonio arquitectónico; la fortaleza de su comercio y el potencial de servicios dispuestos para ofrecer mejor vida.
El centro, que es de todo el valle de Aburrá como recuerdan los expertos, merece un pacto ciudadano, incluyente, amplio, que comprometa a todos por el cuidado de la vida humana en esa zona, la recuperación de sus espacios colectivos y la firme conservación de sus bienes culturales.