A una ciudad primero la define el peatón y después los vehículos
Baudelaire nos recuerda que nada cambia tanto de forma como una ciudad. Y de aquel París de los Pasajes que describió magistralmente, al París de hoy, es mucha la especulación inmobiliaria que ha modificado su forma urbana. Pero lo que nos niega cualquier poder lo recupera la imaginación de un creador capaz de leer por anticipado nuestros paseos por las avenidas de la ciudad del futuro. Por eso Baudelaire confiaba en la capacidad del caminante para desvelar las ciudades que nos habitan. ¿Qué ha sucedido en Medellín para que no sepamos hoy en qué ciudad estamos? Miro un programa de la t.v española y cuando termina, olvido que estoy en Medellín y salgo a la calle madrileña de amplias aceras, entre gentes que caminan sin temor, buscaré mi bar preferido y me sentaré en la terraza a platicar con los amigos. Es grato sentirse entre la marea de gentes que salen de cine o teatro y que recorre las calles o prefiere los parques buscando la brisa. ¿Cuántos metros alcanzaría a recorrer en Medellín sin el temor de ser asaltado? La seguridad no consiste solamente en algo decisivo como perseguir a las organizaciones criminales sino en propiciar simultáneamente las formas de vida alrededor de eventos cívicos necesarios para el intercambio social. Una ciudad fragmentada, carente de proyectos viales en los cuales el papel de las aceras es definitivo para el intercambio entre los diversos sectores que reafirman una pluralidad cultural, ya que, a una ciudad primero la define el peatón y después los vehículos.
Medellín cuenta con Metroplus y Metro, tranvía que no lograron ser un sistema integrado de transporte, e incontables líneas de buses, miles y miles de taxis y millones de motocicletas enloquecedoras que demuestran el grado de tercerización económica a que ha llegado una sociedad caracterizada por el altísimo número de subsidiados, de invasores, pero mientras el Concejo se dedica a atomizar esta problemática, la planeación del territorio a partir de la función democratizadora del peatón se continúa postergando, olvidando que un Plan de Desarrollo sin un nuevo Pacto social termina en mero contratismo, en “siembra de arbolitos”. Caminar, libera y crea asociaciones mentales y reconoce al ciudadano que legitima estos espacios, confiere contenidos a la vida ciudadana. El boulevard de la Diez fue un engaño mayúsculo, la Avenida de El Poblado, las Vegas carecen de un verdadero trabajo paisajístico y de continuidad en las aceras, Ayacucho es una broma, la Ochenta es una ofensa visual, Colombia, la Treinta y Tres no se ha afirmado como un boulevar a pesar de un intenso flujo peatonal que a cada tramo debe enfrentar nuevos sobresaltos. Y de este modo la segregación espacial se convierte en sinónimo de inequidad social, de guetización, áreas condenadas a vivir en cárceles de muros invisibles, la desaparición de la calle y el barrio. El aislamiento de sectores propicia que mendigos, delincuentes se apoderen como lo están haciendo de los espacios de tranquilidad que habían sido una conquista del ciudadano al dar significado a un hábitat, pues la justicia y la Planeación olvidan que la vida en común es el más humano de los derechos. Y desaparece la noche, madre de todas las músicas, mientras cada vivienda cierra puertas y ventanas, llenas de temor. A una ciudad primero la define el peatón y después los vehículos