En defensa de Unicef

Autor: Manuel Manrique Castro
22 marzo de 2017 - 12:08 AM

La propuesta de presupuesto para 2018, enviada al Congreso estadounidense por la actual Casa Blanca, revela su desdén por el multilateralismo y la cooperación internacional

Estados Unidos es el mayor contribuyente de las Naciones Unidas. Así ha sido en las buenas y en las malas desde su creación. Los republicanos Eisenhower, Reagan, ni las dos generaciones de Bush, padre e hijo, recortaron esos aportes a los niveles anunciados por la nueva Administración norteamericana. La propuesta de presupuesto para 2018, enviada al Congreso estadounidense por la actual Casa Blanca, revela su desdén por el multilateralismo y la cooperación internacional.

Donald Trump ha roto esa tradición no sólo proponiendo un recorte de los recursos del Departamento de Estado sino también y en más del 50% los montos destinados a la ONU, organización a la que le aporta el 22% de su presupuesto y el 28% cuando se trata de operaciones de mantenimiento de la paz. En los recursos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y del Alto Comisionados de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) la contribución norteamericana pesa el 40%. El tercero en importancia es Unicef.

Poco después de hacerse pública esa intención, el vocero del Secretario General, mostrando cautela, emitió un comunicado de prensa refiriéndose al “complejo y lento” proceso previo a la aprobación del presupuesto, confiando tal vez en que mientras hace su recorrido en el Congreso las cosas mejoren. No perdió la ocasión para dejar constancia del agradecimiento de la ONU “por el apoyo brindado por Estados Unidos como su principal contribuyente financiero” y de que sus esfuerzos por intensificar la reforma de la institución continuarán.

El portavoz de Guterres alertó sobre las consecuencias de recortes abruptos en el flujo de fondos hacia la Organización y enunció razones valiosas en tiempos de Barack Obama pero deleznables para la administración Trump: la necesidad de tomar en cuenta las causas de fondo del terrorismo; igualmente invertir en la prevención de los conflictos, impulsar el desarrollo inclusivo, respetar los derechos humanos y llegar oportunamente cuando ocurren crisis humanitarias. Y lo más sonoro: el combate al terrorismo requiere mucho más que sólo gasto militar.

Dura prueba tanto para el Secretario General de la ONU, posesionado en el cargo sólo 20 días antes de Donald Trump en la Presidencia de su país, como para los otros 192 países integrantes de la Organización enfrentados a un riesgo sin precedentes. Si las intenciones de Trump se concretan, las Naciones Unidas enfrentarán su etapa financieramente más dura y el esquema de cooperación internacional en el mundo se verá seriamente afectado.

Están en riesgo millones de seres humanos forzados a la búsqueda de refugio como última opción de vida y otro tanto urgidos de alimento que mitigue el hambre especialmente en África y oriente medio. Está también amenazada la capacidad de la ONU no sólo para responder a tan críticas circunstancias sino también para resguardar la paz, apoyar el desarrollo de los países, erradicar la pobreza, resguardar la defensa de los derechos humanos y encontrar soluciones para el cambio climático, entre tantos otros asuntos.

Y así como los actuales desafíos humanitarios a cargo del PMA y Acnur son de la mayor trascendencia, el trabajo en favor de los derechos de la niñez que Unicef lleva a cabo también lo es.

La labor del Fondo empezó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial para mitigar el hambre y las enfermedades que afectaban a los niños de Europa y desde entonces sólo ha crecido, cubriendo la amplia gama de asuntos vinculados al desarrollo de la niñez (salud, educación, protección, género, ambiente) y aportando soluciones estratégicas de singular significado, como la Cumbre que congregó a jefes de Estado en 1990, para intensificar la acción en favor de los menores de edad o siendo factor decisivo para la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño, fuente inspiradora de legislaciones nacionales en sintonía con ella. Lo mismo ha sucedido con su presencia atendiendo emergencias naturales o crisis políticas cuyas consecuencias son particularmente duras con la infancia.

El mundo entero expresó su descontento cuando conoció las intenciones de la Casa Blanca de aumentar el gasto militar y reducir la cooperación para el desarrollo. Los ciudadanos tenemos nuestra voz y los medios en las redes sociales para instar al Congreso norteamericano, a lo largo de las próximas semanas, a no contribuir con la inseguridad y precariedad en el mundo y a que no se fragilicen las capacidades de una organización que como la ONU y sus agencias, pese a las limitaciones que aún tiene y a la necesidad de que mejore su eficiencia, contribuyen a que nuestro planeta sea mejor y sus habitantes logren mejores oportunidades de vida.

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