Delegaciones de once países, siete vinculados históricamente con la figura del libertador Simón Bolívar y cuatro invitados, participan desde hoy en los decimoctavos Juegos Bolivarianos que tienen como sede la ciudad de Santa Marta. Este encuentro deportivo, que reunirá alrededor de 4.200 atletas en 34 deportes, marca el inicio del ciclo olímpico que culminará en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

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Si el objetivo a largo plazo del Comité Olímpico Colombiano es mejorar en tierras asiáticas lo hecho en Río de Janeiro el año pasado, como abiertamente han expresado nuestros dirigentes deportivos y hasta del mismo Gobierno Nacional, el primer paso que deben dar nuestros atletas es mantener el título de los Bolivarianos alcanzado en Trujillo (Perú) en 2013, donde Colombia superó por primera vez en su historia a Venezuela, histórico dominador de estas justas. Y si bien es valioso y nos llena de gran optimismo ver en la nómina de competidores a consagrados de la talla de Mariana Pajón o Caterine Ibargüen, estas justas brindan la oportunidad para observar a los llamados a encarnar el relevo generacional, en quienes se deben concentrar los esfuerzos económicos y logísticos con miras a las siguientes citas del ciclo, como son los Centroamericanos y del Caribe de 2018 en Barranquilla, los Suramericanos de Cochabamba, también el año próximo, y los Panamericanos de Lima en 2019.

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El primer triunfo de estos juegos se lo apuntó la ciudad de Santa Marta que, a diferencia de  Ibagué y los Juegos Nacionales de 2016, supo aprovechar la oportunidad y los más de 25 millones de dólares en inversiones para reconstruir sus escenarios deportivos. El turismo, con un estimado de 25.000 visitantes durante estos días, también debe salir airoso, pues los propios deportistas, sus familias y demás visitantes, se encontrarán con una ciudad remozada y lista para mostrar sus atractivos.

En materia estrictamente deportiva, Colombia llega a las justas con dos ventajas inocultables. La primera, que al ser local podrá participar en las 50 modalidades deportivas que entregarán medallas, lo que aumenta las posibilidades de triunfo y, la segunda, ya esbozada, la presencia de experimentados deportistas quienes traen el impulso de la preparación realizada para los Olímpicos de Río. A esto debe sumarse una realidad que no por lamentable se puede esconder y es que la crisis venezolana ha afectado la preparación de sus baluartes, lo cual tal vez se haga evidente sobre las pistas de competencia.

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A diferencia de años atrás, en los que, como hemos dicho tantas veces, los triunfos morales eran los que nos movían, hoy podemos decir que somos optimistas frente a la consolidación de una victoria general. Lo importante realmente es que el proceso de preparación sea sostenido, que las inversiones sean oportunas y que el diseño de las competencias para los deportistas élite corresponda con el tamaño de los objetivos de largo plazo. De este modo el eventual triunfo en estos Juegos tendrá un valor mayor. De lo contrario quedará, si se concreta, como el fruto de unas circunstancias favorables.