Hace 50 años, Israel ocupó Gaza, Cisjordania, el este de Jerusalén, la península del Sinaí, ahora de Egipto, y los Altos del Golán, en lo que significa la ocupación militar más larga de la historia contemporánea.
El fin de la Guerra de los Seis días aún se siente en territorio palestino. Desde el 10 de junio de 1967 hasta hoy, el país de la bandera de la Estrella de David domina la franja de Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán, lo que se conoce como los territorios ocupados.
En esa guerra, Israel demostró su poder militar y la debilidad estratégica y armamentística de los países árabes para enfrentar a su enemigo
Del 5 al 10 de junio, Israel venció militarmente a Siria, Jordania, Egipto e Irak, cuatro potencias árabes. La guerra empezó como un ataque preventivo. Ante el inminente ataque militar de Egipto, el Estado judío atacó primero, consciente que un ataque de la coalición árabe significaría la fragmentación del país.
Por lo tanto, el peligro era inminente. Israel ganó la guerra y ocupó territorios que antes pertenecían a los musulmanes. El profesor Marcos Peckel, docente de Relaciones Internacionales y director de la Comunidad Judía de Colombia, explicó que, más adelante, “llegó la resolución 242 de 1971 de la Organización de Naciones Unidas (ONU), sugiriendo que, para establecer la paz, Israel se debía retirar de los territorios ocupados a cambio de que los países árabes reconocieran las fronteras de Israel”.
Desde entonces, los esfuerzos para lograr la paz en la región no han cesado. El intento más importante fue el Acuerdo de Oslo, de 1993, firmado por Isaac Rabin, el entonces primer ministro de Israel; Bill Clinton, de Estados Unidos, y Yasser Arafat, de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que estableció los parámetros de una paz sólida con base en la solución de dos Estados.
Sin embargo, “se cayeron porque, en el año 2000, cuando se finalizaba el proceso de implementación, Arafat no aceptó los parámetros del acuerdo y, posteriormente, comenzó la violenta segunda intifada”, agregó Peckel.
Actualmente, el Estado palestino está dividido en dos bandos políticos que luchan por el control territorial. Por un lado, está el grupo islamista Hamás, que no reconoce la existencia de Israel, no está de acuerdo con la negociación y, actualmente controla la franja de Gaza.
Por otro lado, está la ANP, legado de Arafat controlada por la organización palestina Fatah, que actualmente ejerce soberanía en territorio Cisjordano.
La Guerra de los Seis Días produjo alrededor de 500.000 personas desplazadas de sus zonas de origen. Para Víctor de Currea-Lugo, profesor de la Universidad Nacional y experto en Oriente Medio, la catástrofe en términos humanitarios se sigue manifestando, ya que “los palestinos tienen dificultades para acceder a medicamentos, tienen una economía dependiente, no tienen acceso a los puertos, que son controlados por Israel, entre otras cosas”.
Asimismo, el Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr) comunicó que “los efectos de las políticas de ocupación han agravado los problemas humanitarios que afrontan millones de palestinos en su vida cotidiana y que les niegan toda esperanza. A su vez, los israelíes se han visto afectados por la permanente inseguridad”.
Otro de los hechos que ha agravado la situación de derechos humanos es la construcción, por parte de Israel, de un muro que divide Jerusalén del este y Cisjordania. Según Amnistía Internacional (AI), separa a los palestinos de sus tierras de cultivo y los asentamientos judíos, que ocupan aún más tierras, constituyen violaciones del derecho internacional, según expertos.
“El derecho internacional exige que la valla/muro y los asentamientos se retiren de los Territorios Palestinos Ocupados, pero la realidad sobre el terreno es tan diferente que da la sensación de que las excavadoras están pasando directamente por encima de los Convenios de Ginebra y la Corte Internacional de Justicia”, expuso la ONG defensora de derechos humanos.
Para el profesor De Currea-Lugo, “el Estado israelí es un estado sionista, cuya lógica, en el sentido de los padres fundadores, es garantizar la creación de un estado judío en el territorio de la histórica palestina y apropiárselo. Eso viene argumentado con un discurso religioso, que es el de la tierra prometida, y el Estado elegido y la tierra prometida imposibilitan cualquier salida negociada”, explicó.
Para el Cicr, una de las claves para hallar una solución reside en “reconocer y aplicar el DIH en todo el territorio palestino ocupado, sobre el cual Israel ejerce autoridad, ante todo el Reglamento de La Haya y el Convenio de Ginebra IV, que ofrece un marco fundamental para garantizar el respeto de la vida y la dignidad de las personas que viven bajo una ocupación”.
Para De Currea-Lugo, “es imposible que Israel modifique su comportamiento mientras no se modifiquen algunos costos y, con la actitud actual de Europa y Estados Unidos, pueden matar miles de palestinos y las condenas no pasarán de una simple resolución.
Sin embargo, para Peckel, la única solución viable es la de los dos Estados. “A mí me parece que es la única solución al conflicto. Los palestinos tienen derecho a su estado e Israel, a existir”, concluyó.