Va raudamente nuestro vecino país venezolano a ser cada un estado fallido
En la filosofía taoísta la dinámica de las relaciones está bajo lo que ella denomina el yin yang. El yin es el lado oscuro de la esfera, representa el lado femenino (tanto en hombres como en mujeres): el cuidado, la ternura; la acogida, la cooperación, la intuición, la sensibilidad, mientras que el lado masculino (ídem) de la esfera es el color blanco, representado la luz, lo luminoso, lo activo, y los puntos de color contrario que están en el símbolo del yin yang, significando las fuerzas opuestas, complementarias e inseparables, lo que hace que el yin yang sea un todo armonizado con sus contradicciones que le dan el equilibrio.
Bajo nuestro modelo mental del dualismo platónico y reduccionista occidental, nos acostumbramos a percibir la realidad bajo dos opciones posibles: lo positivo y lo negativo, pero, no nos entrenaron para comprender que esa realidad es holística, enmarca un todo con sus dinámicas internas contradictorias, siendo ellas las energías existentes que hacen posible la coexistencia de los factores determinantes de la realidad no única, sino, relativa según el punto de vista del observador.
La historia universal y la contemporánea nos demuestran que cuando la armonía natural del devenir de las cosas se rompe, surgen lo que en teoría sistémica se conoce como el caos, y es esa tendencia hacia el estado original de las mismas, es decir al desorden y porque no, regresar a la nada de donde surgió (v.i. la caída del Imperio Romano). Hoy se observa cómo va raudamente nuestro vecino país venezolano a ser cada un estado fallido, culpa tal vez, de unos organismos multilaterales timoratos, incapaces de responder con la grandeza que amerita el desahucio de los chamos.
Pero del país oriental limítrofe, hacia nuestro lado, el yin yang colombiano, léase yin (presidencial) y el yang (opositor) o viceversa, se dedican a mirar la paja y prenderle el fuego en el ojo venezolano con expresiones como “se lo dije a Chávez que la revolución bolivariana había fracasado…” y el otro con megáfono haciendo arengas contra el gobierno de Maduro, se olvidan que el desequilibrio en la sociedad colombiana va a lo que muchos temen y es convertir a Colombia en una Venezuela, no porque el Castro-Chavismo-Madurista (o tal vez “Cabellista”) se entrone en el poder político, sino porque son tan grandes los odios alimentados por unos y otros, que la sociedad colombiana está a boca de jarro para que en las calles se den los enfrentamientos entre los seguidores de ambos lados conducentes a llevar nuestra nación hacia un Estado fallido.
Además, en los ciclos de la vida nacional, nos encanta andar agarrados de los pelos, incluyendo los ríos de sangre. Del siglo XIX al XX la transición se dio en medio de la Guerra de los Mil Días. 45 años más tarde el país ardió en una de sus épocas más violentas, después del asesinato de Gaitán, hasta 1958. Después, 24 años más tarde (1982), el Estado declara la guerra contra el narcotráfico, que se agudizó en su crudeza finalizando la década de los 80 hasta 1993. De estas tres violencias, dos han sido motivadas por los odios entre los partidos políticos.
Estamos en el año 24 después de “finalizada” una guerra sin cuartel contra el establecimiento y la sociedad civil apoyada por el narcotráfico. El país está en la curva ascendente en la que los ánimos partidistas pueden detonar la mecha de una nueva violencia, máxime que en el ruedo político se avizoran candidatos presidenciales camorristas y no conciliadores. De este último talante es lo que realmente requiere Colombia, para volver a armonizar nuestro yin yang y hacer los ajustes necesarios para que el país salga del caos en el que se encuentra.
Solo la construcción colectiva y sensata hará que nuestra democracia esté en permanente deconstrucción-construcción a través de los procesos de mejoramiento continuo, en donde deben participar tanta los ostentadores del poder como los opositores. Ese yin yang del ejercicio democrático es fundamental, de lo contrario se estaría bajo sistemas totalitaristas tanto de extrema izquierda como de la extrema derecha. que en nuestro país algunos gobiernos de corte totalitarista se han denominado “gobiernos demócratas”.
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