No se encuentra explicación en los triunfos electorales de gente que le ha hecho tanto daño al país, que por despotricar del presidente es capaz de desprestigiarnos a todos los colombianos.
El pueblo de Colombia se ha pronunciado a favor de dos opciones no muy esperanzadoras pues la una encarna el discurso populista de la antigua Anapo disfrazada, eso sí, de izquierda, y la otra la de un joven inexperto que sirve de médium de ideas que deberíamos haber desterrado hace tiempo. Ojalá sean erróneas estas apreciaciones y sigamos teniendo la ponderación oficial de hasta ahora. No ha sido inútil la campaña sucia de señalamiento calumniosos que sacan a flote los encarnados odios de los unos hacia los otros, abriendo heridas que se enconarán para siempre, pues logró su propósito.
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¡Lástima que los partidos en nuestro entorno no tengan esperanza alguna de reorganización! El Conservador ha ido mermando sus huestes por el desgaste normal de unas ideas que no se compadecen de las realidades actuales de procura de la defensa de nuevas formas de vida. Muchos se han empotrado en una nueva forma de pensamiento reaccionario, una nueva modalidad de derecha excluyente que funda su plataforma ideológica en la estrechez mental del odio y el sectarismo, como aquel que en pleno siglo XXI defiende el argumento de que algunos candidatos a santos tenían derecho a matar liberales.
Los del partido liberal es cosa distinta, pues, aunque se acuse al expresidente Gaviria de haberlo “enterrado”, son muchas las causas de su decadencia, como por ejemplo las luchas entre sus dirigentes, de lo cual vivimos episodios vergonzosos en Antioquia. Y luego se produjo la diáspora en pro de nuevos partidos, comenzando por el Nuevo Liberalismo que era una especie de secta con muy pocas ideas progresistas. Eran los seguidores de un líder, no de una ideología y ahora encarnan nuevas tendencias con muy poco contenido, pero con la dirección soberbia y clasista de siempre.
Y vinieron luego la U, Cambio Radical y el CD, que escindieron el liberalismo con claros propósitos electoreros. No hubo reparo alguno en el desmantelamiento del Partido. Solo quedan algunos románticos que creen en un estado construido desde las ideas liberales en el que la corrupción, el crimen organizado y el oportunismo no sean las razones para hacer política. Por lo menos al doctor Gaviria hay que reconocerle que se ha quedado cuidando la casa, evitando más ignominia. Lo cierto es que, aunque sea para el mal del que lo acusan, tiene el liderazgo y el talante que les falta a sus detractores.
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No se sabe que pasará, aunque parece claro el resultado de la segunda vuelta. No se encuentra explicación en los triunfos electorales de gente que le ha hecho tanto daño al país, que por despotricar del presidente es capaz de desprestigiarnos a todos los colombianos. Nos hace falta pensar en Colombia y en el bienestar de sus habitantes. Ojalá que el nuevo presidente sea capaz de pensar por sí solo y de tomar las decisiones correctas, de continuar lo bueno de Santos, corregir lo imperfecto y armar una buena agenda de progreso para una nación que no pierde las esperanzas.