La calidad y la excelencia académica no van de la mano de una única forma de gobierno universitario
Con la reciente acreditación de alta calidad de la Universidad de Nariño ya son 46 Instituciones de Educación Superior (IES), entre públicas y privadas, que alcanzan este reconocimiento por el Ministerio de Educación Nacional.
En mi columna de abril 12 de 2016, me referí al modelo de democracia participativa de la Universidad de Nariño, único en su género en Colombia; mencionaba que esta IES ha logrado construir un modelo de democracia participativa que parte de las bases profesorales y estudiantiles, que involucra a los trabajadores, que les ha permitido construir sus propios estatutos y directrices y que, además, define quienes son sus directivos. En este modelo de democracia universitaria las reformas y proyectos emergen de los estamentos y encuentran en los consejos académico y superior el espacio para la deliberación y la refrendación.
Quiero resaltar este logro de la Universidad de Nariño en la medida que es una muestra de que la calidad y la excelencia académica no van de la mano de una única forma de gobierno universitario; la mayoría de las IES oficiales colombianas han construido un modelo de gobierno que parte de arriba hacia abajo, en donde el Consejo Superior Universitario (CSU) es el que define las políticas y nombra las directivas académicas y administrativas. En el caso de la Universidad de Nariño, el constituyente primario recae en las bases profesorales y estudiantiles, quienes a su vez proponen las políticas y los directivos que deberán desarrollarlas. En el estatuto orgánico de la Universidad de Nariño se lee: “La autonomía preservará la naturaleza de la institución social para contrarrestar críticamente las presiones de la economía de mercado y las ideologías que pretenden desviar su función o actuar a favor de terceros”.
El esfuerzo realizado por la comunidad universitaria de la Universidad de Nariño al desarrollar de manera creativa y responsable el artículo 68 de la Constitución Política de Colombia, que dice: “La comunidad educativa participará en la dirección de las instituciones de educación”, obtiene hoy el reconocimiento del Estado con el otorgamiento de la Acreditación de Alta Calidad por seis años. No son muchas las universidades públicas que han obtenido una acreditación mayor a los seis años, por lo que el logro es altamente significativo.
Me alegra por la Universidad de Nariño, por su rector el Dr. Carlos Solarte Portilla, y por la comunidad de la región del sur occidente colombiano; la acreditación de alta calidad de su Alma Mater fundada en 1904, pero que remonta sus orígenes al año de 1712 (con la creación del Colegio de la Compañía de Jesús), viene a representar una gran oportunidad para fortalecer la educación superior pública en esta parte del país y permitirá gravitar a la IES en el marco de la política pública y acceder a programas de gobierno como Ser Pilo Paga.
Ojalá las universidades públicas dirijan sus miradas a la Universidad de Nariño, no sólo en lo relacionado con la calidad y pertinencia de sus programas académicos y el aporte que hace a la región del sur de Colombia, sino también a su forma de gobierno que ha demostrado ser exitosa. La Ley 30 de 1992 en ningún momento impone una única forma de gobierno para las universidades públicas y por el contrario da potestad a las IES, en el marco del concepto de Autonomía, para: “…darse y modificar sus estatutos, designar sus autoridades académicas y administrativas, crear, organizar y desarrollar sus programas académicos, definir y organizar sus labores formativas, académicas, docentes, científicas y culturales, otorgar los títulos correspondientes, seleccionar a sus profesores, admitir a sus alumnos y adoptar sus correspondientes regímenes y establecer, arbitrar y aplicar sus recursos para el cumplimiento de su misión social y de su función institucional” (art.28).