El servicio nos convierte en palabra de Dios

Autor: Pbro. Emilio Betancur
12 febrero de 2017 - 12:34 PM

Para obedecer la ley de Dios hay que conocer y entender la intención de sus mandamientos, originados en su amor. 

Medellín

La primera lectura de hoy nos trae una reflexión sobre la libertad humana. El mal es exterior al hombre, por tanto, no hace parte de nuestra naturaleza; gran noticia porque podemos deshacernos de él para ser felices. Hay gente que piensa que no puede deshacerse del mal. “Delante del hombre están la muerte y la vida; Al hombre le será dado lo que él escoja: a nadie ha mandado Dios a ser impío y a nadie le ha dado permiso de pecar” (Primera Lectura). Porque el hombre tiene la capacidad de escoger es por lo que se puede hablar de pecado; así la noción de pecado supone la libertad. Es la acción del Espíritu liberador por el bautismo por lo que a todo momento tenemos la posibilidad de escoger la felicidad como el mejor camino. Y según Pablo, la anterior propuesta del Eclesiástico se convierte para los corintios y nosotros en una propuesta para adultos: la sabiduría humana o la sabiduría de Dios “la fe no reposa sobre la inteligencia de los hombres sino sobre el poder de Dios. Es cierto que predicamos una sabiduría divina, que ninguno de los que dominan este mundo la conoció; de haberla conocido nunca hubieran crucificado al señor de la gloria” (Segunda Lectura). 

Sabio es quien sirve
Tiene la sabiduría de Dios quien cumpla en su vida y luego enseñe la Palabra de Dios, “pues tiene una justicia mayor que la de los escribas y fariseos; y se convierte por el servicio a los demás en “palabra de Dios andante”. El servicio es lo que nos hará grandes en el reino de los cielos. El odio, el asesinato, el enojo, los insultos, son formas de agredir la vida porque destruyendo las personas, las relaciones sociales, se cierra toda esperanza de cambiar. La interrupción de participar en el acto de culto para ir a rehacer las relaciones con quien tiene quejas contra mí; subraya la gravedad de la situación: “ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda”. La alternativa creyente es la reconciliación para restablecer la paz. Jesús no aprueba el adulterio porque destruye la unidad de una sola carne, que es un acto creador de Dios. Pero no es sólo el acto físico sino también con la mirada y el pensamiento como comienza el adulterio, es decir, el pecado. Jesús no excusa la infidelidad masculina, sino que afirma la integridad y dignidad de la mujer, restringiendo el poder absoluto del hombre, llamado “machismo”. La mirada y la mano derecha son fundamentales en el bienestar de todo el cuerpo; de ahí su cuidado para ser felices. Todo lo anterior y algo más, termina en la enseñanza del amor al prójimo.

Evangelio de San Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”. Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio. También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”.

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